_
_
_
_
_
crisis gobierno catalán
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Políticas ensimismadas

Se ha abierto una nueva etapa encaminada a ampliar espacios y alianzas y buscar puentes con la política española y europea, pero el sector mayoritario de Junts ha optado por descolgarse

Josep Ramoneda
Crisis en el Govern de Cataluña
Los dirigentes de Junts per Catalunya, Laura Borràs y Jordi Turull.Gianluca Battista

Los medios de comunicación que tumbaban muros levantando actas de una globalización imparable, de pronto, han pasado anunciar una desglobalización desenfrenada. A lo largo de la modernidad se han dado procesos expansivos seguidos de retrocesos —a veces letales— cuando la ciudadanía ha tenido sensación de perder pie y el miedo se ha hecho carne. No podemos olvidar lo que Edgar Morin constató en plena pandemia: “No estamos constituidos como humanidad”. Las Naciones Unidas —atenazadas por los países que disponen de veto (y por tanto las tienen secuestradas)— tienen valor meramente simbólico: un lugar para el cínico ritual de mirarse a la cara cuando las cosas van mal dadas.

El pasado fin de semana hemos vivido dos momentos de lo que significa la desglobalización en curso. El acorralamiento de Gran Bretaña, simbolizado en la mustia figura de la primera ministra Liz Truss, y la entronización de Xi Jinping en China, que culmina un proceso de restauración burocrática y autoritaria que cierra los conductos liberalizantes que se habían colado en el proceso de incorporación del gigante asiático a la economía capitalista global. El Brexit ha conducido al encierro de Gran Bretaña sobre sí misma hasta el punto de aparecer en descarnada descomposición en la escena mundial. Y más que los laboristas (que no están exentos de confusión) han sido los poderes económicos —desconcertados por el desvarío del partido conservador— y la prensa liberal los que han dicho basta. China avanza hacia un nuevo sistema bipolar como modelo para la organización del mundo. Y como se suele hacer en estos casos, busca el impacto apelando al patriotismo y al poder militar y nuclear.

Los conservadores británicos se han confundido al desbordar en radicalidad a la ortodoxia neoliberal y sus propios garantes han dicho basta. El exceso de celo es propio de los liderazgos de los que se creen propietarios de la nueva etapa. Y la desglobalización británica ha entrado en doloroso e ilustrativo impasse.

En el modesto plano del endogámico espacio político catalán parece que se viven movimientos parejos a las idas y venidas de la globalización. Y en un momento en que el repliegue sobre las esencias que lideró el procés ha puesto en evidencia sus límites, y se ha abierto una nueva etapa encaminada a ampliar espacios y alianzas y buscar puentes con la política española y europea, el sector mayoritario de Junts ha optado por descolgarse, encerrarse con su propio juguete, apostando por el cuanto peor, mejor, a la espera de que el PP y Vox lleguen al poder y dejen, se supone, sin argumentos a quienes creen en las vías políticas para salir del atasco. Y así se desentienden de lo que ahora mismo parece imperativo: la construcción de alianzas que permitan avanzar en las urgencias del momento y no sacrificarlas a la incertidumbre. Las políticas regresivas están casi siempre condenadas al fracaso, como está experimentando Gran Bretaña. La política no puede ser un arte ensimismado. Ni siquiera en nombre de la patria.

Puedes seguir a EL PAÍS Catalunya en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_