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Gobierno de Cataluña
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El retroceso es un avance

La ruptura de la unidad independentista con la salida del gobierno de los consejeros de Junts es un punto final. La Generalitat incorpora de nuevo a políticos motivados por el autogobierno y no por las prisas y fantasías independentistas

Lluís Bassets
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonés.
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonés.Generalitat de Catalunya/Jordi Bedmar (Generalitat de Catalunya/EFE)

Hay un balance negativo independentista indiscutible, pero hay otro todavía más sombrío, el de los sucesivos fracasos presidenciales del nacionalismo pospujolista, cada uno peor que el anterior y una abultada cuenta pendiente que todavía no ha pagado del todo en las urnas. Confiar en el voto como una función inmutable, fijada por los sentimientos, la identidad e incluso la sociología es un insulto al futuro. Por fortuna, las personas cambian, como las sociedades, y así terminará sucediendo sin duda entre nosotros.

Al final de la calle, quien impulsó el proceso disruptivo que debía transformarlo todo, el marco constitucional, el sistema de partidos y las relaciones entre Cataluña y España, ha entrado en un declive que lleva directamente a la irrelevancia, sin contar los desperfectos sufridos por el autogobierno catalán a su cargo durante esta década desgraciada, ni haberse siquiera acercado al objetivo que se había propuesto.

La ruptura de la unidad independentista con la salida del gobierno de los consejeros de Junts es un punto final. La Generalitat incorpora de nuevo a políticos motivados por el autogobierno y no por las prisas y fantasías independentistas. El secretario general de Junts, Jordi Turull, lo ha denunciado como un retroceso en el camino hacia la independencia. Le da la razón Raimon Obiols, en una entrevista a la revista Política&Prosa, pero dándole la vuelta, puesto que “el retroceso siempre debe significar un paso hacia adelante”. No hay mayor pérdida de energías y de tiempo que la persistencia en un camino equivocado.

Esquerra ha empezado a darse cuenta, pero Junts sigue empecinada en la expedición a ninguna parte y en señalar como traidores autonomistas a quienes no la sigan. Su primer avatar tuvo una travesía del desierto que terminó triunfalmente en un oasis desaprovechado, pero es difícil imaginar que haya oasis salvadores en el desierto que les aguarda de nuevo.

Mientras la caravana del radicalismo enfila las arenas desnudas, acaba de entrar en el oasis la caravana socialista, dispuesta a regresar a los alcázares del poder tras salvar 10 años de deserciones y emboscadas. Obiols también habla sobre el duro y largo viaje de sus compañeros del PSC, “el único partido que queda en pie de la transición (en Cataluña)”, descontando a Esquerra, que “cada equis años cambia de piel”.

Nada esencial se ha perdido en este tiempo, según quien fue su primer secretario y uno de sus fundadores, puesto que se ha conseguido superar un “momento peligrosísimo, nefasto para los socialistas y la izquierda en general, de confrontación entre dos fuerzas de izquierdas por motivos de identidades lingüísticas y nacionales”.

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Según deduce el veterano dirigente socialista, las dos viejas almas o sensibilidades que habían habitado el socialismo catalán desde su fundación en 1978, han conseguido sobrevivir a todas las adversidades. Y ahora habrá que contar con ellas.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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