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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El barniz ucranio

Con la guerra, muchos grupos quisieron dar un nuevo color a sus ‘leitmotiv’ de siempre

Manel Lucas Giralt
El cónsul General de Ucrania en Barcelona, Artem Vorobyov, en el pleno en el Parlament este miércoles.
El cónsul General de Ucrania en Barcelona, Artem Vorobyov, en el pleno en el Parlament este miércoles.David Zorrakino (Europa Press)

Al pie de la escalera central del Parlament lucía este miércoles una gran bandera de Ucrania. El país agredido está presente en todas partes, despertando solidaridad y empatía. Bueno, y algo más: sirviendo de arma para nuevas disputas internas de la política doméstica. Aún estamos saliendo de las acusaciones por la gestión de la pandemia y entramos en una nueva pelea de gallos a cuenta de quién es el number one de la gestión geopolítica. Es terrible ver la transformación de la solidaridad en competición, y avizorar la conversión de la empatía en eslogan.

Al inicio de la sesión parlamentaria, diputados de todos los grupos se levantaron a ovacionar al cónsul ucranio, presente en la tribuna de invitados, excepto los de la CUP, que mostraron un cartel con un misil dibujado y la señal de prohibido encima, el emblema de “No a la guerra”. Se les detectaba un orgullo por el desafío -aunque es algo ambiguo el mensaje que dan con ese plante ante el diplomático de un país invadido por la fuerza-; por supuesto, se han hecho notar, a pesar de que sólo estaba en el hemiciclo la mitad del grupo.

Ucrania fue el barniz con el que muchos grupos quisieron dar un nuevo color a sus leitmotiv de siempre. Les doy un ejemplo: PP y Ciutadans repitieron sus ataques al Govern independentista, pero esta vez introduciendo el matiz eslavo: las veleidades pro-Putin de algún miembro del conglomerado de Puigdemont se lo ponen fácil. También se puso la camiseta ucrania Salvador Illa (PSC) para pedir al president, Pere Aragonès, como en cada sesión, que se acerque más a Pedro Sánchez.

Las nuevas necesidades de la guerra son un motivo extra, por supuesto. De tal manera que, obligado por las circunstancias, Pere Aragonès dejó la puerta abierta a participar en la conferencia de presidentes autonómicos del domingo en la isla de La Palma, a lo que se ha estado negando durante semanas. La perversión del calendario es que la presencia de Aragonès en esa cita puede coincidir con la conferencia nacional de Esquerra Republicana en la que se ha de debatir la estrategia del diálogo, mientras no hay fecha aún para una nueva reunión de la mesa: un panorama diabólico que sólo el barniz ucranio puede diluir.


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