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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Guerras perdidas de antemano

Son conflictos en los que se cometen los mismos errores, nos atreveríamos a decir que “a través de los siglos”, y que confirman que los humanos tienen una sorprendente incapacidad de aprender

Pere Vilanova
Afganos desplazados de su país ante el avance de las guerrillas talibán.
Afganos desplazados de su país ante el avance de las guerrillas talibán.Sidiqullah Khan (AP)

Decimos “talibanes” pero es un barbarismo, en realidad debiéramos escribir “talibán”, que es el plural de “talib” o estudiante de teología en singular, pero el término “talibanes” probablemente haya venido para quedarse. Entre tanto, su imparable progresión territorial por todo el norte de Afganistán, subrayado por la caída de la importante ciudad de Kunduz en la frontera norte del país, entra en su capítulo final. Puede tardar más o menos pero el resultado está cantado. Hace pocos días más de mil soldados “gubernamentales”, ante el rumor de que los talibanes no andaban lejos, cruzaron atropelladamente la frontera con el vecino país de Tadjikistán. Fueron acogidos generosamente, en el más puro respeto a la tradición local, y los talibanes aplicaron al pie de la letra aquello de “a enemigo que huye, puente de plata”. Están ya controlando los más importantes pasos fronterizos con Irán, Turkmenistán, Ukbekistán y sobre todo Pakistán, y el círculo se estrecha en torno a Kabul y algunas de las ciudades importantes que no controlan, como Herat.

Y aquí se nos abre un cursillo acelerado sobre guerras perdidas de antemano, contiendas en las que algunos de los actores que se implican (desde fuera) deberían saber que no pueden ganar. Son guerras en las que se cometen los mismos errores, nos atreveríamos a decir que “a través de los siglos”, y que confirman que los humanos tienen una sorprendente incapacidad de aprender. Por no adentrarnos demasiado en el pasado, por ejemplo las tres guerras anglo-afganas, mejor centrarnos en el siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI.

Hay varios libros excelentes publicados por militares que dieron su palabra y hubieron de traicionarla
Hay varios libros excelentes publicados por militares que dieron su palabra y hubieron de traicionarla

Y hay mucho con qué comparar. Francia, pensando que formaba parte del equipo ganador de la Segunda Guerra Mundial, entró desde 1946 en una dinámica absurda. Creyendo ser una supuesta potencia militar, uno de los cinco “grandes” del Consejo de Seguridad de la ONU, por supuesto que podría conservar su vasto imperio, desde Indochina hasta África occidental. Esos harapientos guerrilleros del Vietminh (precedente del Vietcong) serían derrotados. En un visto y no visto, el ejército francés fue aplastado en Dien Bien Phu, y los acuerdos de Ginebra de 1954 sellaron el destino de esa excolonia, transformada en Laos, Camboya, Vietnam del Norte y Vietnam del Sur. El ejército fue empujado de modo irresponsable por el gobierno francés a derrotar a otro grupo de insurgentes harapientos, el FLN argelino. El desastre se llevó por delante al régimen político francés de la IV República, una parte del ejército galo entró en una enloquecida senda golpista, harto de que la clase política les endosase la responsabilidad de una derrota que era exclusivamente de París. Y nada pudo impedir que en 1962 Argelia ganase su independencia con los acuerdos de Evian.

Francia entró desde 1946 en una dinámica absurda y su ejército fue aplastado en Dien Bien Phu
Francia entró desde 1946 en una dinámica absurda y su ejército fue aplastado en Dien Bien Phu

Pero de 1962 datan los primeros envíos de “consejeros militares” norteamericanos para asesorar al ejército de Vietnam del Sur, con el objetivo de derrotar a otro atajo de harapientos guerrilleros, esta vez llamados Vietcong. Ya sabemos el final, en abril de 1975, y con el apoyo del ejército de Vietnam del Norte, cayó Saigon. En todos los casos citados se prometió ayuda sin límites a gobiernos que, además de corruptos, no tenían nada que ofrecer a su población. En todos los casos citados, los militares (franceses y luego norteamericanos) fueron empujados a dos cosas con las que han cargado sus conciencias mucho tiempo. Reclutar “contraguerrilla” local, tribus montañeras en Vietnam, los harkis en Argelia, que tenían que ser decisivos en la lucha contra los insurgentes y a los que Francia primero y Estados Unidos después abandonarían a su suerte, para que fueran contundentemente “reeducados” (o asesinados) por los nuevos regímenes. Hay varios libros excelentes publicados por militares que dieron su palabra y hubieron de traicionarla. No se sabe de muchos políticos, de Indochina y Argelia hasta Vietnam, que en cambio perdieran el sueño por ello. Y ahora Afganistán, esta vez por lo menos algunos de los países implicados (España lo ha hecho) están repatriando masivamente al personal local que estuvo a su servicio, como intérpretes, cocineros, etc).

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Les pasó a Alejandro Magno, los cruzados, Napoleón, Hitler, la lista es larga. Algunas guerras no se pueden ganar porque tu crees tener una abrumadora superioridad militar y tecnológica y eso bastaría para el control de la agenda política. Pero como dijo en su día un líder talibán “vosotros tenéis muchos relojes, nosotros tenemos mucho tiempo, vosotros un día u otro os marcharéis, nosotros no nos moveremos de aquí”.

Pere Vilanova es Catedrático de Ciencia Política de la Universitat de Barcelona

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