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El desbordante baile de la Faso Danse Théâtre ilumina el Grec

‘Wakatt’ plasma el rechazo y el miedo a los de fuera

Serge Aimé Coulibaly reflexiona sobre el miedo al otro en el Festival Grec con la obra 'Wakatt'.
Serge Aimé Coulibaly reflexiona sobre el miedo al otro en el Festival Grec con la obra 'Wakatt'.SOPHIE GARCIA/FESTIVAL GREC (EL PAÍS)

En una inhóspita playa de arena negra un grupo de hombres y mujeres de raza negra se enfrentan al rechazo y al miedo que los europeos sienten por los pueblos migratorios, con la consecuente proliferación de los nacionalismos en el viejo continente. Este es el argumento de Wakatt, el excelente, caótico e intenso espectáculo que el coreógrafo Serge Aimé Coulibaly ha creado para su compañía, la Faso Danse Théâtre, una de las actuaciones más esperadas de la presente edición del Grec y que deslumbró los días 22 y 23 de julio en el anfiteatro. Y no defraudó especialmente por la calidad del baile y la interpretación de sus magníficos bailarines.

Serge Aimé se ha formado en Europa de la mano de creadores tan relevantes como Alain Platel y Sidi Larbi Cherkaoui, por ello no es de extrañar que su baile recuerde al espectador al del grupo belga C de la B, que tanto éxito ha tenido en Barcelona, interpretando piezas de los citados coreógrafos. En Wakatt (un título que significa ‘nuestro tiempo’, en lengua mossi de Bukina Faso) su fértil vocabulario coreográfico destila esa fascinante violencia, que logra que los expresivos cuerpos de los intérpretes se retuerzan, contorneados por el pánico y la impotencia que sienten ante el rechazo que despiertan.

Los 10 magníficos intérpretes de la Faso Danse Théâtre bailan y bailan sin parar con una energía desbordante, se enfrentan en un hermoso e iracundo diálogo cuerpo a cuerpo o se agrupan en un alocado trabajo coral. Su formación como bailarines es magnífica, dominan la danza contemporánea, la danza jazz y las danzas urbanas, además de tener una fuerte personalidad escénica que acentúa su colorida vestimenta actual.

En esta playa, marco de sus desdichas, se instala el caos desde el principio del espectáculo. Los esbeltos bailarines corren, huyen, caen o trepan por una montaña de piedras para regresar al mismo lugar sin saber muy bien por qué. El escenario es un continuo caos, un caos controlado, pero en ocasiones se echa a faltar una potente dramaturgia que encauce este torbellino de danza y significados. Pese a la dureza de la idea que ha motivado esta obra, Aimé apuesta por un mundo futuro más abierto e inclusivo, por eso a final su baile tiende a ser más reconciliador.

Una parte vital de este espectáculo es la excelente música de jazz que es interpretada en directo y que firma Malik Mezzadri (Magik Malik), un flautista y músico de jazz francés, nacido en Costa de Marfil, que toca la flauta alemana junto con Maxime Zampieri, percusión, y Jean-Luc Lehr, bajo. Baile y música tienen en Wakatt una sugestiva complicidad. Al final del espectáculo los aplausos fueron largos y ensordecedores.

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