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Baño de sangre a cuenta de Shakespeare en el TNC

El público aplaudió a rabiar en la Sala Gran la estridente, provocadora y a ratos ‘gore’ propuesta de Needcompany, ‘Billy’s violence’

Jacinto Antón
Billy's violence, en el TNC.
Una escena de 'Billy's violence', en el TNC.Maarten Vanden Abeele

Habían prometido sang i fetge, blood and guts, y desde luego que lo cumplieron. Billy’s violence, el espectáculo de la compañía belga Needcompany dirigida por Jan Lauwers, acabó literalmente con un baño de sangre. El estreno el viernes del montaje, en el marco del festival Grec, dejó el escenario de la Sala Gran del Teatre Nacional de Cataluña (TNC) como para que lo limpiara el Señor Lobo de Tarantino. En la escena final los intérpretes, semidesnudos o completamente desnudos, aparecieron dentro de una bañera llena de un fluido rojo y viscoso y fueron untándose los cuerpos, deslizándose fuera, y resbalando luego sobre el suelo entre calaveras mientras manipulaban unas marionetas tan ensangrentadas como ellos.

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La violencia de Shakespeare al desnudo y casi sin palabras, palabras, palabras

Era la apoteosis de la revisión a lo largo de dos intensas horas de las tragedias de Shakespeare poniendo el acento en la violencia. La compañía dejó para el final Macbeth como hemoglobínica guinda de un recorrido que tuvo como especiales protagonistas a las mujeres de las tragedias del Bardo y los abusos sobre ellas. En total diez tragedias, diez destilados, cada uno retitulado con el nombre de un personaje femenino: Marina (de Pericles), Cleopatra, Desdémona, Julia (Julieta), Porcia (de Julio César), Lavinia (Tito Andrónico), Cordelia, Ofelia, Imogene (Cimbelino), y Grouch (la mujer que sirvió de modelo a Shakespeare para crear a Lady Macbeth). Espectáculo valiente, sin contemplaciones ni reservas (y desde luego sin mojigaterías), a tumba abierta, con momentos estremecedores, estridentes y casi insoportables y un lenguaje crudo hasta decir basta, Billy’s violence fue seguido por el público con visible tensión que se disolvió al final en largos aplausos que hicieron salir a saludar varias veces a los actores, al director y al autor del texto, Victor Lauwers.

Para la memoria, además de la bañera de sangre, el estrangulamiento de Desdémona en clave de violencia machista y al grito de “¡zorra!”, el final del Rey Lear como un episodio de demencia senil con apunte de incesto con una fantasmagórica Cordelia, Romeo y Julieta entre moscas en clave necrófila, escatológica y coprófaga; Hamlet acosando a una Ofelia no binaria con voz de contratenor y gangosa (uno de los pocos momentos para la risa), la salvaje mutilación de Lavinia (con la estupenda solución teatral de colocarle un chaleco salvavidas para reducirla a un torso desmembrado) o la escena en la que Marco Antonio hace que golpeen una y otra vez la cabeza de un admirador de Cleopatra sobre un tambor amplificado que produce un sonido escalofriante, como el bate de béisbol de Al Capone/Robert de Niro.

Las tragedias resumidas pueden resultar desconcertantes, reelaboradas como están por Victor Lauwers, que desde luego no tenía un día muy optimista cuando escribió los textos. Además las escenas se encabalgan y están trufadas de bailes, canciones, movimientos descoyuntados, repeticiones y distintos efectos en un collage muy expresivo e hipnótico. Sin embargo, las obras son reconocibles y no sólo eso, sino que entre el texto de nueva creación de Billy’s violence aparecen aquí y allá citas originales de Shakespeare, como la cancioncilla de Ofelia (y las referencias al convento y a los maquillajes que hace Hamlet), el precioso parlamento de Lear hacia el final de la obra (“cuando me pidas que te bendiga me arrodillaré y te pediré que me perdones, y viviremos y rezaremos y contaremos viejos cuentos y reiremos juntos de las mariposas doradas”) o las famosas frases de Macbeth (“no dormirá más”, “la vida es una sombra pasajera”, “mañana y mañana y mañana”).

A destacar el espléndido vestuario (lo que puede resultar paradójico con tantos momentos de actores en pelotas), la iluminación, y la música y los efectos sonoros (fundamentales) que orquesta desde la misma escena como fenomenal actor en el papel del fool, el clown o bufón shakesperiano, el propio compositor Maarten Seghers. Y sobre todo, a subrayar la grandísima entrega de los actores, espléndidos todos, tanto al interpretar papeles principales como secundarios; con una ductilidad y una técnica impresionantes. En ese contexto de excelencia actoral de la Needcompany hay que aplaudir cómo se desenvuelven, integrándose completamente, las incorporaciones locales: Nao Albet (sin miedo a nada), Gonzalo Cunill y Juan Navarro.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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