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La transgresión de todas las Rosalías

LAminimAL se plantea cómo romper con los esquemas establecidos en ‘Passar revista’, en la Sala Apolo, donde reivindica también el Teatro Arnau

Toni Polo Bettonica
La veterana bailarina Alicia Pérez-Cabrero.
La veterana bailarina Alicia Pérez-Cabrero.

“Passar revista [en la Sala Apolo los días 1, 2 y 3 de julio] pasa revista a nuestra condición de artistas e insiste en la transgresión como generadora de un nuevo sistema posible”, dice Daniela de Vecchi, directora de la compañía LAminimAL y de este espectáculo en el marco del Grec y de Arnau itinerante, protagonizado por Alicia Pérez-Cabrero, Andrea Marinel·lo, Eloi Benet, Carles Cruces y Nieves Soler y escrito por Jordi Casado i Olivas. “Viene a ser llevar la revista al siglo XXI en una mezcla de realidad y ficción”, dice De Vecchi, “que nos muestra cómo sería hoy la vedette de la época dorada del género”.

Esta vedette, “la mujer que ha llegado a lo más alto el cartel”, dice la directora, podría ser Raquel Meller, Janis Joplin, Nina Simone, Marisol, Pina Bausch, Amy Whinehose, Rosalía..., su reto será gobernar su vida en una sociedad que absorbe todos los intentos de ruptura del orden establecido y que acaba por fagocitar la desobediencia, una civilización donde el mercado es la gran fuente de reconocimiento de las creaciones culturales.

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De Vecchi lo tiene claro: “El arte es de las pocas cosas que pueden transgredir y mantenerse transgredidas. Está muy bien que Clara Peya tenga su espacio ‘comercial’; ella es un ejemplo de resistencia. Pero siempre existe el peligro de que se ahogue, siempre hay un sufrimiento inminente. Todo pasa tan rápido... Pasamos página y pasamos página continuamente “. De hecho, sostiene que “una artista con propuestas rompedoras que supere la aprobación del mercado, tan necesaria para su subsistencia, tarda menos de un año en ser absorbida por el sistema, porque la cultura del souvenir y de la generalización está en el orden del día”.

La primera protagonista de Passar revista es un caso real: “El de la cantante que fue a un talent de la tele y Risto Mejide le dijo, más o menos: ‘Mírame a las gafas y dime si creas que puedes legar a alguna parte’”, adelanta la directora. " A partir de ese momento, no se le permitirá nunca ser una estrella. Es la mujer guapa tratada como un objeto”.

La segunda es Alicia Pérez-Cabrero, bailarina, coreógrafa, gestora artística con una carrera más que brillante, que hace 35 años que no baila: “A los 30, el mercado la jubiló”, dice De Vecchi. “A raíz de esto hacemos una ficción de su carrera, en la que será tachada de loca. Una mezcla de la bailarina Isadora Duncan y de la cantante Nina Simone”.

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El tercer intérprete ofrece la mirada actualísima del trans: “Ahora se habla mucho de los derechos alcanzados, que están muy bien, parece que todo está ganado, pero ¡cada día vemos abusos, palizas ...!” Las tres historias se van entrecruzando en la hora y media que dura el espectáculo, que contará cada día con un cameo sorpresa.

Irina Prieto, compositora catalana casi desconocida aquí e instalada en París (“¡no sabemos lo que tenemos... fuera de casa!”, denuncia De Vecchi), ha compuesto la música de la obra, donde también suenan algunas canciones del género. “La violetera, de Raquel Meller, por ejemplo”, remarca la directora. “Pero más que un homenaje a la revista, que no es el imaginario que sale a la obra, es un intento de recuperación del espíritu transgresor, de ir al teatro porque sabes que pasan cosas que traspasan los límites”, dice la responsable del montaje. Y habla del síndrome de la impostora: “Piensas (te hacen pensar) que ocupas un puesto que no te corresponde y tienes la sensación de estar constantemente fuera de lugar”, añade, subrayando que hay una exigencia más fuerte aún en el caso de las mujeres y que “en esta obra -salvo el dramaturgo, Casado- todo somos mujeres haciendo trabajos que la mayoría de las veces hacen hombres”.

La acción, que se ha inspirado, en parte, en el ambiente del Paral·lel de hace más de un siglo descrito en La avenida de las ilusiones, de Xavi Barroso, y que hemos podido ver en el TNC en L’emperadriu del Paral·lel, de Lluïsa Cunillé con dirección de Xavier Albertí, se sitúa en un teatro Arnau reconstruido (“...en lo que es, no en un hotel”). “Los personajes se encuentran, pues, en un teatro que fue derribado, abandonado, vendido, comprado y, finalmente, reconquistado por la ciudad”, dice De Vecchi, con un cierto optimismo.

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Sobre la firma

Toni Polo Bettonica
Es periodista de Cultura en la redacción de Cataluña y ha formado parte del equipo de Elpais.cat. Antes de llegar a EL PAÍS, trabajó en la sección de Cultura de Público en Barcelona, entre otros medios. Es fundador de la web de contenido teatral Recomana.cat. Es licenciado en Historia Contemporánea y Máster de Periodismo El País.

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