_
_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Adlan y la élite catalana

El lado hedonista y creativo de esta asociación cultural que aglutinó intelectuales y exisitió en Barcelona entre 1932 y 1936 está totalmente ausente de la exposición organizada por la Fundación Miró

Visitantes en una sala de la exposición sobre Adlan de la Fundación Miro.
Visitantes en una sala de la exposición sobre Adlan de la Fundación Miro.Davide Camesasca. (Fundació Joan Miró )
Victoria Combalia

Adlan us interessa”, se lee en el programa manifiesto de los Amics de l’Art Nou (Adlan), “si manteniu l’esperit lliure damunt els dogmes i valors entesos (…) si voleu salvar el que hi ha de vivent dintre el nou i el que hi ha de sincer dintre l’extravagant”. Esta asociación cultural, que existió en Barcelona entre 1932 y 1936, aglutinó a un nutrido grupo de intelectuales y de personas de la media y sobre todo alta burguesía catalana. No de la pequeña burguesía, como reza la cartela de la exposición en la Fundación Miró y se repite en el catálogo. Ni José María Roviralta, ni las hermanas Godó, ni Isabel Llorach, ni Rosalía Rivière, ni Joaquim Gomis eran precisamente de la pequeña burguesía. Lo que sí es interesante es ver la lista completa de miembros que se publica, donde junto al poeta J.V. Foix, los críticos Sebastià Gasch y Magí Cassanyes, Lluís Montanyà o el músico Robert Gerhard vemos aparecer a muchos arquitectos del Grupo de Arquitectos y Técnico para el Progreso de la Arquitectura Contemporanea (Gatpac), como Rodríguez Arias, Antoni Bonet, y a médicos, abogados, empresarios, fotógrafos, la cantante Conchita Badía, el bailarín Magriñá, el joven arquitecto Pepe Pratmarsó y las esposas de Ventura Gassol y del químico Fernando Rubió i Tudurí, entre otros.

Adlan era un grupo elitista —”de coratjosa modernitat i al mateix temps de discreció senyorívola”, en palabras del poeta J.V. Foix— que se dedicó a defender y promocionar el arte de vanguardia. Joan Miró les mostraba en primicia sus obras recientes, Calder trajo su famoso Circo, Picasso expuso en la Sala Esteve en 1936, se exhibió la obra de Hans Arp y de Man Ray, se organizó la exposición Logicofobista (con Leandre Cristòfol, Maruja Mallo, Àngel Ferrant y Esteban Francés, entre otros), y la de los tres jóvenes escultores Jaume Sans, Eudald Serra y Ramon Marinel·lo. Adlan reivindicaba actividades entonces muy modernas, como el jazz, el flamenco, el arte popular y artesano, el arte infantil, el arte primitivo y la fotografía. Las muestras eran por rigurosa invitación, se pedía a los asistentes que fueran vestidos de etiqueta, y las actividades tenían lugar en casas privadas (la de Josep Lluís Sert en la calle Muntaner, la de Carles Maristany), o bien en la galería Syra, en la joyería Roca, y en la sede del grupo en el paseo de Gràcia, 99, que compartían con el Gatpac.

Miró era un gran entusiasta de esta modalidad privada, en su gusto por realizar lo que él llamaba “ofensivas” para crear expectación. Ello no se contradecía con el deseo del grupo de gozar de repercusión pública en los periódicos y revistas especializadas del momento (D’Ací i d’Allà, Mirador). Incluso querían editar una revista propia, Síntesi, que no cuajó, y organizar una Olimpíada Internacional d’Artistes Creadors en 1936, lamentablemente abortada por los acontecimientos políticos. En esta exposición se hace mucho hincapié en Miró, socio de honor del grupo, intermediario, de alguna forma, entre el arte catalán y el internacional, y se presentan algunas de sus obras junto a numerosos documentos, la mayoría provenientes del Archivo del Colegio de Arquitectos de Catalunya.

El catálogo analiza en detalle el proyecto de la Olimpíada Cultural frustrada y la figura de Adelita Lobo, secretaria y tesorera de Adlan, mujer moderna (divorciada y madre soltera) que había estudiado mecanografía, contabilidad e idiomas en el Institut de la Dona dirigido por Francesca Bonnemaison. Sí, era moderna y simpática, pero no hemos de olvidar que lo máximo a lo que podían aspirar entonces las mujeres era a ser secretarias de una organización o club, a menos de que fuera algo específicamente femenino.

Los comisarios podrían haber recuperado también un poco más la figura de las Sokolova, que Josep Miquel García estudió. Lo interesante es que, por un documento mostrado en esta exposición, García descubrió que se trataba de dos hermanas, ya que vivían ambas en el mismo piso de la calle República Argentina: Nadia Sokolova, poeta de origen ruso, protegida de Carles Sindreu, y “bellísima” según una crónica de Tomàs Garcés, y Vàlia Sokolova, cantante y pintora, que expuso en la joyería Roca y en la muestra Logicofobista.

En 1970, el Colegio de Arquitectos organizó una magnífica muestra de Adlan. Un gran collage ocupaba casi todo el hall con fotos de los fundadores de Adlan y actores y cantantes de la época; el espectador había de bajar por unas escaleras flanqueadas por imágenes de rubias de Hollywood; el cartel mostraba los colores de la República; las actividades complementarias fueron espectaculares. Ese lado hedonista y creativo —las dos vertientes de ADLAN— está totalmente ausente de la exposición de la Fundación Miró.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_