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El hostal de las segundas oportunidades

Una oenegé alquila establecimientos turísticos sin clientes para jóvenes tutelados que buscan labrarse un futuro

Alfonso L. Congostrina
En la imagen, uno de los jóvenes extutelados prepara la cena en la cocina de un hostal.
En la imagen, uno de los jóvenes extutelados prepara la cena en la cocina de un hostal.Albert Garcia (EL PAÍS)

Taufik Barek tiene 21 años, es marroquí y llegó hace ocho años a Barcelona. Atravesó el estrecho de Gibraltar dentro de un barco, oculto en los bajos de un camión. Una vez en España su objetivo tenía nombre de ciudad: Barcelona. “Me habían dicho que era un lugar magnífico para empezar a prosperar en la vida”, recuerda. Dando tumbos llegó a la capital catalana, donde ingresó en un centro de menores tutelado por la Generalitat. “Estudié muchos cursos de jardinería, forestal, panadería… pero cuando cumplí los 18 años. Me dijeron que recogiera mi ropa y que me fuera a la calle. Viví en varias chabolas, con otros extutelados, en la montaña de Montjuïc”, reconoce.

Barek vive desde finales de agosto en un hostal para turistas cerca de Arc del Triomf, un establecimiento hotelero arruinado por la pandemia y la ausencia de visitantes. La oenegé Barcelonactua tuvo la idea de alquilar estos hostales ahora vacíos para albergar jóvenes migrantes, en muchas ocasiones extutelados por la Generalitat. El Ayuntamiento apoyó la iniciativa y ha invertido en este proyecto 150.000 euros este 2021 y otros 90.000 en programas de acompañamiento e inserción social a personas migradas.

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En agosto, Barcelonactua alquiló dos hostales, uno en Gràcia y otro en Arc del Triomf. En este último viven 30 extutelados. La directora de la oenegé, Laia Serrano, es clara: “Esta estancia es solo una parada en el camino. Ellos tienen que comprometerse a seguir formándose y a aportar también con voluntariado a la sociedad. El objetivo es, por un lado, que consigan una familia de acogida que ayude a estos jóvenes que ya son mayores de edad y, por otro, que se formen, encuentren un trabajo y puedan independizarse”.

Barek ha cumplido paso a paso todo lo que se espera de él. “He estado estudiando para auxiliar de cocina. Hice prácticas en el hospital de la Cruz Roja de L’Hospitalet. Los jefes me querían. Para conseguir permiso de trabajo necesito acreditar un arraigo de más de tres años, haberme formado y conocer el idioma y una propuesta de contrato de trabajo de, como mínimo, un año. Solo me faltaba eso. Mis jefes me querían pero solo podían ofrecerme seis meses”, lamenta el joven, que una vez más no consiguió su objetivo en esta carrera de obstáculos que emprendió hace ocho años.

“Con la pandemia todo se precipitó y se quedaron en la calle decenas de jóvenes extutelados que no tenían absolutamente nada. Esto deriva siempre a una situación muy negativa para ellos, que en muchas ocasiones caen en adicciones o malas influencias”, argumenta Serrano. “Aquí les exigimos que se formen, tienen referentes y profesores y les creamos unas rutinas. Ellos se hacen responsables de la cocina, la limpieza y el voluntariado”. De los 30 jóvenes que viven en el hostal, el 80% proceden del Magreb; mientras que el 20% restante, del África subsahariana.

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Soufian Ajallab comparte habitación con Barek y con Bilai Ladoud. En este cuarto con dos literas tienen unos guantes de boxeo, unos pequeños artilugios para hacer flexiones, un cuadro con un mapa del barrio del Raval y dos muñecos colgando de una de las literas. Uno es del blaugrana Messi y el otro de Cristiano Ronaldo cuando jugaba en el Real Madrid. Ajallab tiene 20 años y atravesó en barco el estrecho, acabó viviendo en un albergue en la zona del Tibidabo y después de okupa en Sabadell. Como a Barek, le encanta cocinar y ambos aseguran que su plato estrella es la paella. “Siempre hay que saber cocinar paella porque con ese plato puedes trabajar en muchos restaurantes en Barcelona”, revelan. Ajallab cada día va al Raval y se encarga de cuidar a niños en una ludoteca. “Como soy casi personal docente ya me han puesto la vacuna de la covid”, presume.

Media docena de voluntarios ayudan y acompañan a los jóvenes en el hostal de Arc del Triomf. Brahim tiene 19 años y estudia electricidad. “Quiero estudiar un grado medio”, sonríe. Hace un par de años que emprendió un viaje con destino Barcelona. En patera y atravesando el Mediterráneo. Estuvo en un centro cuatro meses y después no le quedó otra que ir a un centro okupa, la Casa de Cádiz, que abandonó después de que algunos de los organizadores de este centro autogestionado para personas sin hogar fueran denunciados.

Taufik y Soufian comienzan a enumerar uno a uno los tipos de paella que saben hacer. Se tratan como hermanos bien avenidos. “Llegará un día en que tenderemos suerte y nos ofrecerán un trabajo con el que seguro que prosperaremos”, sonríe Taufik.

Barcelona atendió en 2020 a un 8% menos de migrantes

El Servicio de Atención a las personas Inmigrantes, Emigrantes y Refugiadas de Barcelona (Saier) atendió durante 2020 a 19.001 personas, un 8% menos que el año anterior debido al cierre de fronteras por la pandemia de la covid. Pese a ello, el concejal de Derechos de Ciudadanía de Barcelona, Marc Serra, justifica que han aflorado situaciones de vulnerabilidad.

De todos los atendidos por el Saier, el 80% se encontraban en situación irregular y el 44% eran solicitantes de protección internacional. La llegada de solicitantes de asilo provenientes de otros países como Venezuela, El Salvador o Georgia ha caído sensiblemente este 2020 y, en cambio, han crecido las procedentes de Colombia, la principal nacionalidad en número de personas atendidas por el Saier, tanto por lo que respecta a refugio como por inmigración.

“La oportunidad de crear vínculos y redes permite, por un lado, facilitar el paso a una vida autónoma y, por otro, luchar contra la discriminación. Proyectos como estos son los que hacen crecer Barcelona, especialmente en un contexto como el actual”, sostiene el concejal.


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