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La UB reduce sus becas para evitar falsos becarios

La universidad reconoció en documentos internos que las becas de colaboración se usaban para cubrir tareas estructurales

Josep Catà Figuls
Un estudiante en la facultad de Matemáticas de la Universidad de Barcelona en junio.
Un estudiante en la facultad de Matemáticas de la Universidad de Barcelona en junio.JUAN BARBOSA

La Universidad de Barcelona (UB) ha ajustado en los últimos años su oferta de becas de colaboración después de que denuncias de estudiantes y una Inspección de Trabajo en 2018 elevaran la presión contra la figura del falso becario. En 2016 había 930 becarios. Tras la inspección, la UB modificó su reglamento para evitar esta práctica, y redujo sus convocatorias: en 2020 hubo 794. Pero todavía hay estudiantes que denuncian que hacen tareas estructurales y no formativas, algo que la UB llegó a admitir en documentos internos, según ha podido saber EL PAÍS.

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La figura del becario de colaboración está muy extendida en las universidades catalanas, y la UB es el centro que tiene más. Se trata de ayudas económicas a la formación universitaria que van acompañadas de tareas en los centros. Es una fórmula para que los estudiantes tengan un trabajo a tiempo parcial, paliar el coste de la universidad y evitar que abandonen la carrera por motivos económicos, pero, según denuncian algunos becarios, es también la forma en la que la universidad ahorra en personal administrativo.

Los convenios estipulan que estas becas deben ser esencialmente actividades formativas. Se trata de estudiantes que trabajan en las bibliotecas, en el archivo, en el servicio de informática, en el de información y orientación, o en el campus deportivo. Las becas pueden ser de entre 10 y 25 horas a la semana, con una retribución de 5,7 euros brutos la hora (como máximo, pues, un becario de colaboración cobra algo menos de 600 euros netos al mes).

Según los datos facilitados por la UB, en el curso 2016/2017 había 510 becas de colaboración en los servicios de la universidad y 420 en los centros. En el curso 2019/2020 se convocaron 521 en los servicios, pero las becas en los centros bajaron a 273. Un portavoz de la universidad explica que se han reducido tras “ordenar y ajustar” las becas, suprimiendo aquellas en las que primaba más la tarea estructural que la formación.

El punto de inflexión fue en 2018, cuando una Inspección de Trabajo investigó estas becas y, aunque conluyó que no se trataba de puestos de trabajo sino de actividades formativas, obligó a modificar el reglamento de la universidad para subrayar el carácter formativo de estas becas. Sin embargo, también ese año y después de una denuncia de una estudiante de la facultad de Psicología, la UB admitió que no podía acreditar la actividad formativa de la beca que realizaba esta alumna, y reconoció, con el pago de una indemnización, que su relación era laboral.

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La práctica era tan conocida que se admitía en documentos internos. Así constaba en un un informe de la secretaría general de la UB al que ha tenido acceso EL PAÍS. En él, se analizaba la forma de funcionar de un servicio de la universidad, sus carencias y sus necesidades para plantear mejoras. En el capítulo sobre la plantilla de este servicio, el informe indica: “La falta de personal técnico y la gran cantidad de becarios supliendo puestos de trabajo reales han hecho que muchos proyectos no se puedan llevar a cabo”. Los responsables del informe señalaban que el servicio “tiene que ser tratado de forma profesional”.

El informe es de 2017, antes de la modificación del reglamento, pero estudiantes que han realizado la misma beca en el mismo servicio este año aseguran que la situación no ha cambiado. “La formación fue de una hora y media durante tres días, y constó de una introducción muy básica a lo que estábamos haciendo y a las herramientas de ofimática. Después de esto, el trabajo que he hecho ha sido completamente equiparable al que han hecho mis compañeros que están contratados”, explica un estudiante que pide mantener el anonimato y que ya ha terminado la beca de colaboración. “La propia secretaria general me dijo que se contratan becarios porque no hay presupuesto para contratar a más trabajadores, y porque no se puede subcontratar”, añade el estudiante.

La Universitat de Barcelona defiende que la última Inspección de Trabajo se cerró sin sanciones y que solo se pidió modificar el reglamento. Después de esta inspección laboral, no se ha abierto ninguna otra más.

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Sobre la firma

Josep Catà Figuls
Es redactor de Economía en EL PAÍS. Cubre información sobre empresas, relaciones laborales y desigualdades. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona. Licenciado en Filología por la Universidad de Barcelona y Máster de Periodismo UAM - El País.

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