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Relato electoral contra conocimiento y verdad

Necesitamos conocimiento, reflexión, diálogo, debate, para poder intervenir en los importantes retos colectivos. Los partidos deberían contribuir a ello, no dificultarlo. También los medios de comunicación

Jordi Mir
Los candidatos a las elecciones catalanas, en el debate del pasado viernes en la Cadena Ser.
Los candidatos a las elecciones catalanas, en el debate del pasado viernes en la Cadena Ser.Albert Garcia

No importa si hay elecciones convocadas o no, lo electoral siempre está presente. Vivimos en un partidismo, un actuar de acuerdo con los intereses de partido, que pasa por delante o por encima de cualquier otro objetivo. El partido, lo propio, se ha convertido en fundamental. Parece ser el criterio principal que guía cualquier acción de la mayoría de las personas que forman parte de un partido o que, sin serlo, defienden una determinada posición. Hay excepciones, pero cuesta encontrarlas, cuesta que se puedan escuchar y ver.

La dinámica partidista de actuación va acompañada de un concepto que hace años que se ha instalado: el relato. Todo debe tener un relato, también nuestras actuaciones, nuestras vidas. Los partidos políticos generan relatos e intentan imponerlos, intentan convencernos de ellos.

Las organizaciones políticas generan relatos e intentan imponerlos, intentan convencernos de ellos

Necesitamos relatos. Los relatos nos han acompañado siempre. Podemos pensar en la Ilíada, la Odisea, la Biblia, El Señor de los Anillos, Star Wars, Harry Potter, Avengers, historias mitológicas, religiosas, de superhéroes... Niños y niñas no paran de repetir que les contemos determinadas historias que les gusta escuchar una y otra vez, o que les pongamos una y otra vez determinadas películas o canciones. No solo les pasa a niñas y niños. También a quien ya tiene algunos años más y gusta de hacer maratones de sus películas preferidas, seguir determinadas sagas, series... Vivimos en los relatos y rodeados de ellos.

Los relatos también tienen su lugar en la política. La creación de relatos tiene un peso muy importante en la política actual y dependiendo de su creación y difusión puede tener graves consecuencias. Hay una tendencia en la creación de relatos políticos que busca establecer una realidad alternativa que nos separe de la realidad de los hechos. Los relatos políticos pueden tener como objetivo crear una nueva realidad que nos impida distinguir realidad y ficción. Los relatos políticos pueden ser ficciones que nos impidan contrastar la verdad de los hechos y hacer perder a la verdad toda relevancia. Llegados a este punto, la ficción ocupa el lugar de la realidad, de la verdad, del conocimiento del mundo en el que vivimos.

¿Votaremos el 14-F por una operación de Estado? ¿Votaremos el 14-F porque quien quiso aplazar esas elecciones no hizo los trámites necesarios para ello? ¿Las acusaciones sobre Laura Borràs por determinadas contrataciones irregulares son una represión por su independentismo o una investigación bien fundamentada por una supuesta mala práctica? ¿El principal problema en lo referido a la vivienda es la ocupación ilegal? ¿Los desahucios? ¿Que no se garantiza el derecho a la vivienda? ¿Si votamos a determinada persona o partido se solucionarán nuestros problemas como hay quien nos dice? Son muchos los relatos que podemos encontrar estos días en las intervenciones electorales, pero también fuera del periodo electoral.

Los relatos ocupan buena parte de la comunicación política. Los debates electorales no acostumbran a ser debates, son afirmaciones, descalificaciones e intentos de imponer un propio relato. Los mítines electorales acostumbran a ser momentos para la creación de estos relatos, puestas en escena. En estas elecciones en pandemia se ha defendido que la asistencia a un mitin electoral permitía no cumplir con una limitación establecida para hacer frente a la enfermedad. Se ha argumentado que el derecho a la participación debía estar garantizado. Sin entrar aquí en el debate entre salud y participación política, convendría pensar si los mítines tal y como hoy los conocemos tienen algo que ver con la participación política.

Los debates electorales son afirmaciones, descalificaciones, y los mítines son puestas
en escena

Ni buena parte de los mítines electorales, ni de la política institucional, por desgracia, tienen que ver con la participación del conjunto de la ciudadanía en la política. Hay excepciones y conviene destacarlas y valorarlas, de otro modo nuestra limitada democracia lo será todavía más. Si la política (las elecciones, los mítines, los debates que no son debates...) se queda en los relatos que buscan imponernos una ficción que no nos permite distinguir lo que es real de lo que no lo es, tenemos un grave problema para una sociedad que se quiera democrática. La imposición de estos relatos no nos permite debatir sobre la realidad, sobre los hechos, sobre lo que nos sucede. La imposición de estos relatos nos aleja del conocimiento, de los análisis, de los debates. No necesitamos estos relatos que nos enajenan, que nos alejan de la realidad. Necesitamos conocimiento, reflexión, diálogo, debate, para poder intervenir en los importantes retos que tenemos como sociedad. Los partidos deberían contribuir a ello, no dificultarlo. También los medios de comunicación.

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