Una distopía sobre la represión del poder da a Pol Guasch el premio Llibres Anagrama
‘Napalm al cor’ es el debut en la novela del poeta tarraconense, que con 23 años se convierte en el más joven en obtener el galardón
En poco más de cinco años, el premio Llibres Anagrama de novela ha trazado un marcado perfil, ya intransferible: autores siempre por debajo claramente de los 40 años, con un estilo y una temática muy abiertos, muchos con formación o estadías en el extranjero fruto de becas de estudio y a menudo con conocimientos en ámbitos que van más allá de la literatura, en especial las bellas artes o el audiovisual. El otro gran rasgo es que su trayectoria literaria está a punto de estallar, o son solo reconocidos hasta entonces quizá por algunos happy fews. A ese retrato responde en muchos aspectos Pol Guasch (Tarragona, 1997), que, aún no cumplidos los 24 años y con solo dos poemarios en apenas tres años, ha obtenido la sexta edición del galardón (y sus 6.000 euros) con su debut en la novela, Napalm al cor, distopía sobre una pareja de chicos que intentan huir de una zona militarizada, metáfora de un entorno intolerante. Guasch se convierte, así, en el más joven de los reconocidos hasta ahora con el galardón, característica que ostentaba Irene Solà, que, entonces con 28 años, obtuvo el premio en 2019 con su luego aún más más veces reconocida Canto Jo i la muntanya balla.
La impronta y los recursos poéticos de Guasch, autor de sendos poemarios galardonados, Tanta gana (Premi Francesc Garriga, 2018) y La part del foc (Premi López-Picó 2020), se reflejan en la prosa de Napalm al cor, donde están al servicio de la descripción de un ambiente asfixiante: en una geografía ambigua, dos jóvenes intentan huir de una zona militarizada, donde están viviendo en condiciones precarias, en un contexto de intransigencia y unas familias desunidas fruto de su desarraigo, un ambiente al que no es ajeno también una lengua que está desapareciendo.
“No deja de ser una exploración de cómo crear identidades colectivas desde la opresión, desde los márgenes; ¿qué hace más daño: evitar esos márgenes de lo cultural, lo sexual o de la lengua, ignorarlos en definitiva, o mantener unas ideas hegemónicas, heredadas, antiguas?; ¿el amor nos salva o nos hunde?”, lanza Guasch como ejes-fuerza de su obra, con la que admite que no ha querido ser complaciente con nada ni nadie, ni en fondo ni en forma. Así, la novela se desarrolla en un espacio y un tiempo indeterminados, en una ciudad de rascacielos abandonados, “una urbe en declive, en desaparición”, donde apenas la aparición fugaz de una nevera, un coche o una fábrica remite a un presente cercano. En unas coordenadas de “no future para volcarse, precisamente, en un mundo de ayer y ver qué ha pasado” están dos jóvenes, un narrador sin nombre y Boris, uno habitante en una periferia y el otro del centro de esa ciudad, con “una relación extraña de amor y de dependencia entre ambos”, admite el autor. El único nombre que parece, confiesa, es un homenaje a Boris Vian, que un tiempo le “enamoró” como artista total.
‘Cápsulas’ de texto e imágenes
Para poder alertar de que “entre la norma y el margen hay formas de vida que merecen ser explicadas”, Guasch ha construido su novela en forma de mosaico, con “cortes, preguntas, personajes que aparecen y desaparecen..., cápsulas textuales”, como las define. Ningún registro de lenguaje le es ajeno para ese fin: textos, cartas, testamentos, ilustraciones y fotografías asoman en la novela. “Todo narra”, dice de una novela que, si bien contiene “violencias y opresiones, en ningún caso he intentado hacer tratado moral alguno porque la línea entre el opresor y el verdugo en la vida es muy fina”. También destila, concede, “un punto posthumanista: ¿qué diferencia el abrazo de un cordero y un lobo del de mis dos protagonistas? Cuando escribo, me pierdo: hay maneras de estar en el mundo que me sorprenden; por eso escribo”, asegura.
“El texto está densamente poblado de imágenes poéticas que envuelven un bagaje que puede leerse más ideológico o más literario”, asegura sobre la obra ganadora la escritora Imma Monsó, miembro del jurado junto a Mita Casacuberta, Guillem Gisbert, Jordi Puntí y las editoras de Anagrama Isabel Obiols y Sílvia Sesé. Para Monsó, “Guasch ha encontrado un lugar insólito desde donde desplegar una prosa de orfebre vigorosa que puede leerse como una crítica a los mecanismos de represión del poder, pero que se puede transformar, gracias a la tensión poética del texto, en un conjuro contra la intemperie del mundo actual”. Esa carga poética está ya en el mismo título: “El napalm es el símbolo de la destrucción general, mientras el corazón es el amor, la relación de los protagonistas... Siempre busqué ese contraste de elementos”, dice el autor, que admite influencias de autores con escasa tradición en las letras catalanas, como la del francés Édouard Louis . En ese contexto, demanda para su obra “una lectura calmada, lentitud y atención; que quien la lea avance y se pare y quizá vaya unas cápsulas atrás... Me gustaría haber hecho la novela más ilegible y salvaje en ese sentido, que su control no sea fácil, que se perciba la batalla del lenguaje para narrar”, dice de un libro que Anagrama publicará en marzo y que el mismo sello traducirá al castellano en junio.
En realidad, la novela refleja las inquietudes intelectuales y vitales de Guasch, que cuenta sus libros publicados por premios y en los que hay un invisible hilo conductor que suele coser amor, revolución social y mental y poesía. Formado en Estudios Literarios, es máster en Construcción y Representación de Identidades Culturales, así como en el programa de Estudios Independientes del MACBA. Miembro de la productora cultural La Sullivan, ha sido profesor asociado de Literatura y Crítica de la Cultura en la Universidad de Barcelona, donde se formó. Actualmente investiga, fruto de una beca de la Fundació La Caixa, sobre teoría y literatura contemporáneas en el King’s College de Londres.
Guasch, que ha competido por el Llibres Anagrama en su edición con más participantes hasta la fecha (83 originales), inscribe su nombre como ganador junto a los de Anna Ballbona (2020), Solà (2019), Llucia Ramis (2018), Tina Vallès (2017) y Albert Forns (2016; edición que también tuvo finalista a Ballbona).
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