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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los secretos de Quintà

El escritor Jordi Amat insinúa hipótesis en ‘El hijo del chófer’ de por qué un personaje desequilibrado como Quintà ocupó cargos importantes en el periodismo sin demostrar antes su antes su valía profesional

Francesc de Carreras
Alfons Quintà, durante la presentación del diario 'El Observador'.
Alfons Quintà, durante la presentación del diario 'El Observador'.© Joan Sánchez (EL PAÍS)

El best seller actual en Barcelona no es una novela sino un libro centrado en un periodista con la sociedad y la política catalana de los años ochenta como trama de fondo. La habilidad narrativa y los conocimientos de Jordi Amat, un joven escritor e investigador que era un niño en esa época, lo ha hecho posible.

El hijo del chófer, así se llama el libro, se centra en un auténtico psicópata, Alfons Quintà, que actuaba sin máscara alguna, no podía engañar a nadie sobre su patológica personalidad. A primera vista ya se veía que tenía algún grado de lo que antes llamábamos locura. Y sin embargo, durante esos años, siempre logró lo que pretendía, depositaban su confianza en él personas del más alto rango político, económico y periodístico. Todo ello se comprueba al examinar su currículum en esa época, entre 1976 y 1991: primer delegado de El País en Cataluña, primer director general de TV3, primer director de El Observador, diario impulsado por sectores afines a Jordi Pujol aunque escrito en castellano y que pretendía sustituir a La Vanguardia como periódico de referencia en Cataluña.

Recuerdo la primera vez que lo vi en la Facultad de Derecho de Pedralbes. A menudo, a última hora de la tarde, solía acompañar en coche a mi amigo y colega, el profesor Isidre Molas, a su casa de la calle Gelabert, en el barrio de Les Corts. Por la zona del vestíbulo, al dirigirnos hacia el parking, corríamos el riesgo de topar con un extraño y atrabiliario personaje que se abalanzaba sobre Molas y le soltaba incansablemente un torrente de palabras durante 10, 15 o 20 minutos.

Yo me quedaba aparte, esperando que finalizaran su conversación, que, en realidad, era un monólogo: el extraño personaje no paraba de hablar a una gran velocidad. Molas, de vez en cuando, se sacaba la pipa de la boca para interrumpirle con alguna opinión o pregunta pero resultaba inútil: el torrente seguía incesante, era imposible pararle y acompañaba sus palabras de continuos gestos orangutánicos como si quisiera acorralar a Molas, que disimuladamente retrocedía ante tal acoso y semejante verborrea. El primer día que tuvo lugar esta escena, ya liberado Molas de tan impertinente interlocutor, le pregunté quién era: “És Quintà”, me respondió escuetamente, y añadió, “és un boig”. Entonces, estoy hablando del año 1970 o 1971, nadie lo conocía, excepto Molas, claro, que ya conocía a todo el mundo y todo el mundo lo conocía a él.

Pues bien, ¿cómo fue posible que este personaje visiblemente estrafalario y desequilibrado ocupara tan importantes cargos en el periodismo catalán sin haber demostrado antes su valía como profesional? Esta es la pregunta que plantea el libro. Jordi Amat, en una indagación apasionante, da indicios pero no encuentra pruebas definitivas, solo insinúa hipótesis. En todas aparece el chantaje, un arma que este personaje muestra en una escalofriante carta que a la temprana edad de 16 años dirige a Josep Pla, uno de los acompañantes habituales de su padre en sus viajes por carretera –de ahí que Amat lo bautice como “chófer” aunque no lo fuera– y que el autor tiene el acierto de reproducir íntegra. En ella, a Pla y a otros, entre ellos Vicens Vives, los amenaza mediante duras palabras con denunciarlos a la brigada político-social, concretamente al comisario Creix, si no presiona a su padre, al “chófer”, para que obtenga el pasaporte y el carnet de conducir. La razón que aduce para proferir esta amenaza es, simplemente, “porque no tengo más remedio”.

¿A cuántos chantajeó por este mismo motivo, porque no tenía “más remedio”? ¿A quiénes más amenazó con denunciarlos si no accedían a sus deseos? Cuestión fundamental no aclarada: ¿qué sabía de las actividades de Jordi Pujol en Banca Catalana para movilizar a políticos y empresarios muy influyentes de Madrid con el objetivo de que no se publicara una serie de artículos sobre el tema en El País? ¿Por qué fue designado para un cargo tan relevante y de tanta confianza política como el primer director de TV3? ¿Por qué después fue designado director de El Observador?

Este apasionante libro desactiva el mito del “oasis catalán” durante la época pujolista, aquel supuesto idílico país en el que todo estaba claro y nunca pasaba nada hasta que algunos tiraron una piedra en el estanque y todas las aguas empezaron removerse. ¿Cuántos secretos se llevó Quintà a la tumba?

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