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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

TV3 nos debe Juan Marsé

El día de su muerte, la televisión catalana ignoró varias cosas. Ignoró o escamoteó que Marsé es un escritor catalán en lengua castellana

J. Ernesto Ayala-Dip
Juan Marsé, en su casa de Barcelona, en 2016.
Juan Marsé, en su casa de Barcelona, en 2016.

Voy a tratar de explicar porque creo que en TV3, la televisión pública de Cataluña y la que no va a lograr, a pesar de sus esfuerzos, que un servidor no la vea más, no hay nadie, que tenga una mínima responsabilidad en su programación, con la más mínima sensibilidad cultural, salvo para la que conviene a sus intereses ideológicos o para su idea coyuntural y presentista de la cultura.

El día de la muerte de Juan Marsé, TV3 ignoró varias cosas del escritor. Las ignoró o nos la escamoteó a sus usuarios. Ignoró o escamoteó que Marsé es un escritor catalán en lengua castellana. Y yo prefiero pensar que nunca supieron que Marsé fue uno de los grandes escritores catalanes del siglo XX en la lengua de Cervantes. El día que Marsé murió, la Nostra comenzó su resumen del telediario del mediodía con una noticia cualquiera, ni siquiera sobre el coronavirus. Luego alguna otra igualmente intrascendente. Luego un amenazante aviso de Quim Torra de iniciar no sé qué trámite judicial para acusar a Juan Carlos I de negocios ilícitos (por cierto, nadie le oyó nada parecido respecto a los negocios turbios de la familia Pujol). Luego vino la muerte de Marsé, al que se refieren como importante escritor en lengua castellana. De su origen catalán, ni una palabra. Luego de esta noticia, siempre en el resumen, le siguió la caída de Marc Márquez en una carrera. O sea que la muerte de uno de los grandes escritores catalanes (en la lengua que sea o que le haya dado la gana o la que le salía de los c, como una vez él mismo dijo), quedó emparedada entre el ínfimo Torra y la Fórmula 1. La idea de la venganza me rondó por la cabeza. Todavía me ronda pero hago lo posible por quitármela de la cabeza.

En el poco espacio que le dedicaron en la Nostra, nadie mencionó al “pijoaparte”, una de las figuras sociológicas más paradigmáticas de la posguerra civil española

Quiero expresar antes de nada que Juan Marsé erró en algunos de sus análisis de la actualidad. Se equivocó en su momento cuando confundió el papel de la burguesía catalana atribuyéndole, en lastimosa simplificación, ser la dueña de los medios de producción con los cuales explotó a los inmigrantes andaluces en su afán desmedido de plusvalía. Se equivocó al día siguiente del incendio del teatro del Liceo, cuando afirmó, en las páginas de este mismo medio, que a él ese incendio le importaba un pimiento dado que a ese teatro solo acudía la burguesía catalana, desconociendo que siempre hubo muchos melómanos de modestos ingresos que debían ahorrar para escuchar la música que amaban. Y también le costó entender que el catalán (que él usaba cotidianamente) no era solo lo que Pujol y sus sucesivos gobiernos defendían como patrimonio suyo, sino la lengua de todos que había que defender para que no desapareciera. De estos errores de visión se sirvió un sector del catalanismo de derechas para ignorarlo. Y para vituperarlo.

En el poco espacio que le dedicaron en la Nostra, nadie mencionó al “pijoaparte”, una de las figuras sociológicas más paradigmáticas de la posguerra civil española. Y uno de los más tristes arribistas de ficción que se dio en la narrativa española. Tampoco nadie mencionó a la bella e inasible Teresa, esa burguesita de los barrios altos de Barcelona que todavía nos sigue conmoviendo con su idealismo de porcelana. El bar Las Delicias todavía existe en el barrio de El Carmelo. Demorarse en él es como esperar a que de un momento a otro entre el “pijoaparte” a beberse una cerveza. Tampoco nadie mencionó en TV3 ese prodigio narrativo en la obra de Marsé que se llama “aventis”. Este artificio es el relato artificioso que los chavales de El Carmelo se contaban entre ellos. Marsé, a esa forma de paliar la pobreza de la posguerra, le otorga facultad narratológica. De pronto, un simple boca a boca de barrio, ese paraíso oral de la chiquillería pauperizada adquiere rango estético.

Hace unos años, el que escribe esto, se encontró con Marsé en un cóctel literario. Había escrito una reseña de un libro con un mundo literario muy cercano al de Marsé. Parece que el premio Cervantes (todavía no lo era), consideró que mi comparación menoscaba en algo su obra. Obviamente nada más lejos de semejante herejía. Se acercó a mí y me preguntó: “Perdón Ayala, con eso que escribiste en Babelia el sábado pasado sobre mí, ¿qué querías decir exactamente?”. En ese momento entendí enseguida que quien me hacía la pregunta y cómo me la hacía era el gran escritor catalán en lengua castellana que un día había sido un chico de barrio. Esto tampoco lo dijeron en TV3.

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J. Ernesto Ayala-Dip es crítico literario.

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