_
_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Duelo, llanto y rabia por Marsé

Palos históricos y sociológicos entre opinadores sobre el valor de su obra en Cataluña, mientras se anuncia su primera traducción al catalán

El escritor Juan Marsé, en su casa de Barcelona en 2014. 
El escritor Juan Marsé, en su casa de Barcelona en 2014. CONSUELO BAUTISTA
Mercè Ibarz

Duelo rabioso soterrado entre opinadores de obediencia catalana en la muerte de Marsé. Más doliente en verdad que entre los de obediencia española aquí y allá, que en general han sido bastante rutinarios en sus óbitos. Entre los de expresión catalana, el más interesante en su duelo, llanto y rabia por Marsé ha sido Julià de Jòdar (Badalona, 1942), diez años menor que el difunto, en un artículo en Vilaweb. Jòdar es autor de una obra que puede y debe ser leída como contrapunto a la de Marsé. Levanta un muy diferente Pijoaparte (aquel Manolo Reyes de nombre), su alter ego a momentos, Gabriel Caballero, protagonista de la brechtiana trilogía badalonesa L’atzar i les ombres (1997-2005) y de la socarrona El desertor en el camp de batalla (2013), obras sin traducción española para desdicha de hipotéticos lectores. Gabriel por Gabriel Ferrater y Caballero por la resonancia hispánica que quieran ustedes darle. Otras voces de este duelo rabioso han escrito no porque hayan leído a fondo a Marsé, que no lo han hecho ni se diría que vayan a hacerlo algún día más allá de la consabida historia pijoapartiana. Sino por lo que Marsé no ha sido, por el escritor de expresión catalana que no fue. Los, y las, he leído así: lloramos lo que no fue; y aprovechamos para dar unos cuantos palos histórico-sociológicos. La literatura, qué importa en realidad. Estamos aquí para cantar glorias nacionales.

Otras voces han escrito no porque hayan leído a fondo a Marsé, sino por lo que no ha sido, por el escritor de expresión catalana que no fue

Traduzco: “No negaré que las posiciones civiles y culturales de Marsé, fácilmente asimiladas por el unionismo más recalcitrante, deben haber contribuido a sostener la visión sole-turista [por Solé-Tura y su noción del nacionalismo catalán de raíz exclusiva burguesa] de una sociedad barcelonesa escindida groseramente”, escribe Jòdar. Pero, añade, y así titula su artículo, ‘Hay otro Marsé”. Que nadie más que él ha subrayado estos días y que en elipsis es respuesta a otros opinadores: “un Marsé alternativo y perspicaz: el creador de Vargas, el charnego solidario del relato El fantasma del cine Roxy”. Subraya ‘solidario’ por su rareza en esto, la relación del emigrante con los catalanes que lo acogen, le dan trabajo y le enseñan su lengua mal que bien. Jòdar siente cerca a Marsé pero le duele “la desnaturalización lingüística a que somete a las clases populares catalanas, no porque haga hablar a chavas de Gracia y el Guinardó en castellano, sino por el uso deliberado de palabras de la tribu –mastresa, carota, etcétera—para caracterizar a gente marginal o vencida.”

Los opinantes de expresión española no han necesitado en cambio ni el llanto ni el duelo para cantar las correspondientes glorias nacionales: a partir de rememorar solo sus éxitos más antiguos. O sea que ya estamos todos en el baile, este baile, Marsé. No querías caldo, pues tres tazas.

Tal vez superlativo es advertir que en verdad los indepes le aman, los y las titulares de las más briosas columnas, aunque no se lo dijeran hasta ahora, aunque no lo miraran ni leyeran. Amor a la contra, claro. Porque, vaya, bien que les mortificó con el Foro Babel y cosas así.

Obligado igual es constatar que no siempre le han amado los briosos ídem de columnas españolas y hasta puede que los más viejos no lo acepten aún, escritor de catalanadas y otras vergüenzas de la gloria de España. Siempre el caldo viene en tres tazas. Si le quisieran tanto como dicen en los obituarios, digo yo que le habrían leído hasta el final, hasta su última y enérgica novela, de hace solo cuatro años, que publicó a los 82.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Vuelvo a los indepes, tiene mayor sustancia incluso. Ese amor es muy de posguerra, la verdad, lo sepan o no los y las jóvenes guerreantes del ramo ante tu tumba: amor-odio, celos el uno del otro. He conocido parejas unidas así hasta la muerte y el más allá. Mecanismos dignos del Ángel de la historia, del Angelus Novus de Walter Benjamin al que Marsé apela para contar Caligrafía de los sueños (2011), su obra tal vez máxima, que publicó a los 78, muy poco comentada, ni ahora citada. Es el Marsé de la gran metáfora que inicia la novela: las vías muertas. Las vías en la calzada de un tranvía que ya no funciona pero que los vecinos pueden llegar a temer igual, paralizados, porque el pasado es un fantasma, un recuerdo que sigue dando ramalazos de miedo sin parar.

Se anuncia para primeros de otoño su primera traducción al catalán, la de la última y casi no comentada novela, Aquesta puta tan distingida (Club Editor), sobre la memoria colectiva. Veremos entonces cómo sigue por aquí el baile de llanto, duelo y rabia por Marsé.

Mercè Ibarz es escritora y crítica cultural.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_