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SOS de los servicios sociales del Raval para afrontar las secuelas de la covid

Los dos centros del barrio piden refuerzos al Ayuntamiento de Barcelona, mientras las redes vecinales contribuyen a parar el golpe de la crisis social

Colas de usuarios de la oficina de Servicios Sociales en el barrio del Raval de Barcelona.
Colas de usuarios de la oficina de Servicios Sociales en el barrio del Raval de Barcelona.MASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)
Clara Blanchar

Los profesionales de los servicios sociales del Raval de Barcelona han lanzado un SOS al Ayuntamiento. En una carta del 26 de mayo piden refuerzos de centros de otros barrios para afrontar la crisis social derivada del coronavirus. Alertan, “por experiencia”, de que las situaciones urgentes atendidas durante el confinamiento “se perpetuarán por la situación de máxima precariedad” de los vecinos. Mientras, donde no ha llegado la administración han funcionado las redes vecinales y comunitarias de un barrio donde la pandemia ha impactado especialmente en las familias que viven de la economía sumergida.

Los trabajadores de los centros del Raval Sud y Nord —que declinan hablar y se remiten a la carta—, piden “medidas correctoras para paliar la desigualdad en la distribución de cargas en la ciudad”, para que sea “lo más equitativa posible, tanto para los profesionales como para el servicio que prestan a los vecinos”. “No incrementar ratios de profesionales en los barrios más afectados por la crisis supone no poder asumir por igual la atención que reciben los vecinos”, dicen. Las instrucciones del servicio, lamentan, “pretenden ser homogéneas sin tener en cuenta el impacto de la crisis en cada barrio”.

Señalan que en Ciutat Vella se han atendido durante la pandemia a seis veces más usuarios que en Sarrià-Sant Gervasi. Una sobrecarga que se suma “a las carencias de los sistemas de protección, seguridad social y empleo al dar respuestas urgentes” en un barrio con indicadores socioeconómicos de gran complejidad. Preguntado ayer por la carta, el Ayuntamiento no respondió.

En paralelo al trabajo de estos profesionales han estado activas redes comunitarias (religiosas, por origen, familiares o de colectivos como las trabajadoras sexuales) y vecinales de un barrio que encadena luchas (como la del CAP Raval) que han tejido redes que ahora han resultado útiles. Vecinos agrupados en plataformas como Raval Rebel, Vecines en Red, la Red de Apoyo Mutuo o el Sindicato de Vivienda.

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“Sin esto el barrio hubiera estallado. La gente ha visto que la administración ha funcionado como ha funcionado y todo el mundo ha tenido que improvisar en el sentido más amplio, y ha cubierto las incompetencias”, entiende Iñaki García de El Lokal, la librería y asociación cultural que es un punto de encuentro y termómetro del barrio. Y lamenta que en este contexto "las trabajadoras de los servicios sociales sufren la presión de los usuarios y la institucional”.

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García cree que “esta crisis es mayor que la de 2008, afecta a más población; en 2008 la economía sumergida siguió funcionando igual, ahora el parón de tres meses ha provocado que quien tenía un colchón se ha quedado sin él. Pero al final las dos crisis son las dos síntoma de que el mito de Barcelona se aguanta por los pelos”, dice. Y alerta de que en la misma calle de El Lokal, durante la crisis han cerrado tres negocios veteranos: la pizzería L’Àvia, la tintorería y un obrador de embutidos.

Desde Raval Rebel, Anna Moreno explica que atienden “sin pedir el carné de pobre” ni los itinerarios y cuestionarios con los que trabajan los servicios sociales. Tiphaine Leurent, de Vecines en red, admite que la administración ya estaba desbordada por una población empobrecida desde 2008, pero reprocha “la falta de previsión, porque saben cuál es la realidad del barrio”, y que las ayudas sean “parches que se van sumando con un criterio que no conocemos”. Ahora, por ejemplo, vaticinan que con los juzgados de nuevo operativos habrá una oleada de desahucios.

Estas dos plataformas comenzaron “repartiendo comida para parar el golpe”, y ahora además suman atención sanitaria y de salud mental, han armado una red de jóvenes que han dado clases y han hecho de canguros para familias donde los adultos tenían que salir a trabajar. Sacan la comida del banco de alimentos, donaciones de supermercados y particulares, panaderías… y tienen una caja de resistencia para comprar comida fresca o pañales. Entre sus usuarios, migrantes que trabajaban en la limpieza, cuidadoras, cocineros, personas mayores de la ciudad o vecinos “que empalmaban trabajos en negro, en obras o mudanzas”.

En el barrio todo el mundo señala que esta crisis no ha hecho más que “aflorar problemas que el Raval arrastraba, de desigualdades y precariedad”, en palabras de Mònica Garrigó, de la Red de Apoyo Mutuo. “Mucha gente se ha quedado sin ingresos, porque vivía de la economía sumergida”, lamenta y no augura nada bueno: “Hay poca perspectiva de recuperación, y el modelo económico no ayuda”. Garrigó celebra que las plataformas vecinales “no solo están apagando fuegos, que también, sino que están creando una red de solidaridad colectiva para combatir la crisis”.

Ciutat Vella, el distrito con más población atendida

El Gobierno de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, está destinando muchos recursos a la crisis social derivada de la pandemia. Hasta finales de mayo, había gastado 65.000 euros diarios solo en ayudas extraordinarias, una factura que rozaba los cuatro millones de euros. Otro dato indicativo es que solo entre el Consistorio y dos grandes entidades como son Cáritas y Cruz Roja, reparten ayudas alimentarias a 60.000 personas.

El distrito de Ciutat Vella es el que acumula más personas atendidas por los servicios sociales durante los dos primeros meses de confinamiento: 6.090 de las más de 34.000 en toda la ciudad. Solo en el Raval las redes vecinales atienden a 1.220 personas, según los datos recogidos por la Interxarxa que las agrupa.


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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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