El virus amenaza el modelo turístico de los ‘hostels’

El hostel Ítaca, a un paso de la plaza de la Catedral de Barcelona, tenía unas perspectivas muy buenas para este año. Desde la alarma sanitaria por la pandemia del coronavirus, su principal trabajo es atender las reclamaciones de las cancelaciones. El panorama es similar en el centenar largo de albergues de Barcelona, receptores del turismo de jóvenes extranjeros. Además, todavía no tienen una hoja de ruta clara de cómo y cuáles serán los requisitos sanitarios y si serán compatibles con un modelo que se basa en compartir espacios.

El Ítaca, de momento, no ha recibido reservas ni siquiera a partir del uno de julio, fecha de apertura del turismo internacional al abrirse las fronteras de España. El establecimiento, que cuenta con 34 camas, abrió en 2001, al inicio del modelo de albergue de ciudad pensado para el turismo urbano. Tiene seis trabajadores, todos con ERTE en sus casas, y la principal ocupación de su directora, Cristina Uribe, es la de ofrecer bonos canjeables a un año vista a los que han anulado la reserva y quieren el reembolso: “En otros países, lo han aprobado por ley. Es lo mínimo que pedimos, si no tenemos ni una reserva, por lo menos no tener que descapitalizarnos más con las devoluciones”.

Este hostel es uno de los 115 que tiene la capital. En el barcelonés, hay 128 albergues juveniles con casi 10.800 camas. Más del 90% de sus ocupantes suelen ser turistas extranjeros que está por ver si este verano viajarán a Barcelona. La disparidad de normas no contribuye a aclarar su panorama de apertura. Más bien aumenta la confusión. Hoy por hoy, en fase 3 estarían obligados a reabrir con la limitación del 50% de su aforo, tal como precisan las normas generales para establecimientos hoteleros y turísticos. “Un requisito que es inviable para muchos de ellos ya que la mayoría se trata de habitaciones compartidas por grupos de viajeros diferentes”, sostiene Mari Luz Álvarez, presidenta de la Asociación Catalana de Albergues Turísticos (ACATUR), de la que forman parte más del 50% de los hostels.

En la práctica, ese requisito no será de obligado cumplimiento en Cataluña porque en la fase 3 recuperará las competencias. En el caso de los hostels y albergues su funcionamiento está regulado por la Direcció General de Joventut de la Generalitat que está trabajando en un reglamento. Una de las características de ese reglamento “es que no limita la ocupación a un criterio de aforo sino a garantizar que los espacios no se saturen”, explican responsables de ese departamento que precisan que el criterio general es que una persona tenga cuatro metros cuadrados.

La normativa en la que trabajan delimita “las distancias entre las literas de manera de preservar la distancia de seguridad y también en la ubicación de los huéspedes en cada una de ellas” para asegurar los dos metros entre las cabezas de las personas que duerman. Ese reglamento ahora está en proceso de discusión en el sector, con el que mantuvieron una reunión esta semana, y tiene que ser avalado por el Procicat antes de su aprobación. Precisamente, una de las quejas de los responsables y gestores de los hostels es la improvisación y la falta de tiempo para acondicionar las instalaciones.

Hay albergues que ya se han preparado para funcionar siguiendo las normas generales que describe, para todo el Estado, el Instituto para la Calidad Turística Española (ICTE) que detalla todos los procedimientos de funcionamiento, desde la utilización de bolsas para las mochilas a cómo se tiene que desinfectar el menaje de cocina.

El hostel Generator es uno de los más grandes de Barcelona con 740 plazas, de diferentes tipos, y forma parte de una cadena internacional de albergues que ya trabajaba en sus propios protocolos de seguridad sanitaria pero adaptándolos a los requerimientos de los países en los que funcionan: “Tenemos que respetar al máximo las normativas pero siguiendo nuestro modelo de negocio, que no es el de un hotel pero tampoco el de una casa de colonias”, afirma Alicia Álvarez, directora del establecimiento.

El hostel, situado a las puertas del distrito de Gràcia, ha seguido funcionando en el estado de alarma para acoger a familias en situación de emergencia habitacional y para dar hospedaje a personas que se vieron atrapadas en la ciudad hasta que han podido salir. Este albergue se prepara ahora para recuperar su cliente habitual, el viajero. No es optimista: “Esta temporada la verdad es que la damos casi por perdida. De momento, hay pocas reservas y se nos va a encarecer el funcionamiento porque las medidas de seguridad requieren más personal”, añade.

“Los hay que no se plantean abrir hasta el año que viene porque no les entra ni una sola reserva”, apunta la presidenta de Acatur. Además del turismo vacacional, los hostels suelen recibir muchos alumnos en viaje escolar de países como Reino Unido o Alemania y de viajes asociados a competiciones deportivas. Todo se ha ido anulando y ahora sobre la mesa tienen las reclamaciones de las reservas: “En Portugal lo han regulado por ley que se ofrezca un bono para otra estancia en el plazo de un año y que el hostel no se vea más en la ruina si tiene que devolver las reservas y no le entra ni un cliente”.

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