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Televisión
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Información y programas escondidos en TV3

Un buen espacio de libros acaba a la una y media de la noche el día de Sant Jordi

Tomàs Delclós
Un fotograma de 'La forastera', de la televisión valenciana.
Un fotograma de 'La forastera', de la televisión valenciana.

TV3 habló durante todo el día de Sant Jordi de libros y rosas. Con algún buen invento, como la tertulia virtual de escritores en Planta baixa. Pero el programa más dedicado a libros empezó a las 00.27 y nos soltó pasada la una y media.... Se trataba de una edición especial de Tot el temps del món, un espacio de Anna Guitart que debe volver. Se habló sobre la inquietante aventura de leer, sobre los premios, sobre el debut literario, etc. Un horario asesino. Quizás es una decisión tomada a partir de los resultados de la tercera oleada de un barómetro encargado por TV3 y Catalunya Ràdio en el que se afirma que casi el 70% de los encuestados no tenía previsto comprar ni libros ni rosas.

Un barómetro que fue ampliamente difundido con un notable despliegue gráfico. Otro resultado de este barómetro: la mitad de catalanes suspende la gestión del Gobierno español de la crisis de la covid-19. Este dato tuvo un brillante tratamiento infográfico. Resultaba extraño que sus autores se hubiesen interesado por la valoración del Gobierno español y no hubieran preguntado sobre el catalán. Curiosamente, el Telenotícies migdia del 21, que también lo reprodujo, dio oralmente, sin infografía, otro resultado: solo uno de cada tres catalanes cree que la Generalitat es la administración que hace la mejor gestión de la crisis. ¿Por qué esta discreción gráfica? Puede parecer que querían esconder el dato.

El programa que pasó por delante de Tot el temps del món fue una serie de la televisión valenciana, La forastera. Se trata de una comedia que quiere bromear con los tópicos sobre valencianos y catalanes. Pero lo hace con una enorme indulgencia, sin causar daño. Los principales agravios identitarios tratan de la apropiación gastronómica de la paella (por parte de los catalanes) y de la crema catalana (por parte de los valencianos). También se comenta que los catalanes siempre dicen País Valencià y aquello tan manido de “la pela és la pela”. Si se va más lejos a la hora de criticar al personaje femenino protagonista no se hace porque venga de Barcelona, a pesar de ser valenciana, sino porque la serie trata con mimo a la población rural. Ella es una variante del pixapins que habla en inglés a unas palomas enjauladas porque le molesta su arrullo. Detrás del proyecto hay gente con trayectoria. No son aficionados y esto hace que la serie, una cancioncilla rural sin aportar nada nuevo, esté servida con un mínimo decoro. Muy pronto se aprecia qué personajes son los encargados de hacer la comedia. El cartero, capaz de servir un burofax en plena Tomatina sin mancharse, o la familia del ex alcalde, padre de la actual alcaldesa, “comunista” y lesbiana. El mecánico del pueblo es quien defiende las ideas más peregrinas sobre qué son los catalanistas, condición, al parecer, común de todos los catalanes. Otros personajes, como la madre y el previsible galán, tienen escenas más dominadas por el costumbrismo y el naturalismo. Prescindible.

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