La reina Letizia da visibilidad a las mujeres más vulnerables en su primer día en Cabo Verde
Doña Letizia se enfunda el chaleco rojo de la Aecid para poner en valor la cooperación de España con el país insular africano


El padrastro de Fátima [nombre ficticio] empezó una relación con ella cuando tan solo tenía 12 años, en paralelo a la que el hombre mantenía con la progenitora de la niña. Un año después, la menor se quedó embarazada al mismo tiempo que su propia madre, quien, al enterarse, la echó de casa. Ahora Fátima vive con otras mujeres y sus hijos en situaciones parecidas en una casa amarilla en el pequeño municipio de Santa Cruz (25.000 habitantes), en el centro de la isla de Santiago, la mayor de Cabo Verde. Se trata de una de las tres casas de acogida que la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo (Aecid), junto al apoyo de otras ONG e instituciones locales, ha contribuido a levantar en el archipiélago africano.
Rodeada de casas grises, con el cemento visto y todavía en construcción, y de un desierto montañoso en el que sólo crecen acacias se erige la Casa Manuela Irgher, una de las tres que ha apoyado a construir la cooperación española en Cabo Verde y que se ampliará ahora a cinco en todo el país, en el que viven unas 500.000 personas. El ritmo de la vida, que aquí parece que pasa despacio, ha temblado esta mañana con la visita de la Reina y de toda la comitiva de la Embajada de España, prensa y la cooperación española. “Están contentas [con la visita], pero aún están en el rol de víctima”, explica Victoria Seoane, coordinadora de Fundación de Religiosos para la Salud (FSR), la ONG que crea y facilita las estructuras para que mujeres como ellas tengan un refugio y asegurar un futuro a sus hijos.
La cooperación entre España y Cabo Verde se remonta a 1977 y, pese a que hay intercambios culturales y administrativos ―especialmente con las islas Canarias por su cercanía geográfica― el volumen de cooperación es discreto, señalaba hace unos días Iliana Olivié, investigadora principal del Real Instituto Elcano. De hecho, entre 2015 y 2023, la inversión de la cooperación española en este país ha sido de 15 millones de euros. Es decir, una media anual de tan solo 1,6 millones.
Eva Granados, secretaria de Estado de Cooperación Internacional, asegura a las puertas de la Embajada de España en Praia, la capital caboverdiana (130.000 habitantes), de que pese a que el mundo vive un “repliegue” en algunas cooperaciones (en clara referencia a la suspensión casi total de los fondos de USAID, la agencia de cooperación estadounidense, la mayor del mundo, por parte de la Administración de Donald Trump), España quiere poner valor y reforzar una política de cooperación “de Estado”. Y por eso la visita de doña Letizia. Una ayuda que, insiste, tiene a la mujer en el centro de actuación, y así lo refleja continuamente el programa de la esposa de Felipe VI en este tipo de viajes.
El 11% de las mujeres en Cabo Verde ha denunciado haber sufrido violencia machista, subraya Patricia Ramos, coordinadora de la Aecid en el país, pero se estima que, por falta de datos oficiales ―un déficit que España está colaborando a intentar solventar con el apoyo a la sensibilización, o la contribución a la Ley de Equidad y Paridad (2019) y a la Ley de Violencia de Género (2011)― la tasa de víctimas sea mucho mayor, de casi alrededor del 50%. Y es que el problema que encuentran muchos cooperantes es que es la propia sociedad, hombres y mujeres, es la que no sabe identificar qué esta considerado violencia, qué puede ser delito y qué no. De hecho, para Fátima, su padrastro “era el amor de su vida”, explica Seoane, que lamenta que cuesta mucho tiempo y esfuerzo intentar cambiar la mentalidad. “La violencia contra las mujeres y el machismo es transversal en el mundo y por eso la cooperación es feminista. Es un problema de todas las sociedades”, ha remarcado Granados. Marisa Carvalho, responsable del instituto de Igualdad de Género ―el equivalente en Cabo Verde al Instituto de la Mujer español― lamenta que “sigue habiendo una resistencia a la denuncia”.
Carvalho es de madre portuguesa y padre caboverdiano, una mezcla habitual en este país africano, pero de tradición y origen tremendamente occidental por sus fuertes vínculos con Portugal. Este martes le ha mostrado en su perfecto portuñol a la Reina una cooperativa de corte y confección donde la cooperación española también ha dejado su huella. Es un edificio blanco e impoluto en el que 25 mujeres se forman como costureras y consiguen cierta autonomía económica. Pero no solo eso. También así consiguen salir de las economías sumergidas, integrarse en el mercado laboral y empezar a cotizar a la seguridad social. Edirna, de 30 años, cose esta mañana una camiseta y es una de las casi 500 mujeres de entre 25 y 35 años que han pasado por estas aulas. Lleva dos meses aprendiendo la técnica de los cinco maestros que aquí enseñan. Los instructores son todos hombres. “Por ahora”, añade contundente Carvalho, que agradece que el hecho de que la reina Letizia, a través del Ministerio de Asuntos Exteriores, de visibilidad a los proyectos de género “es el reconocimiento de que se ha hecho un buen trabajo”.
Este viaje, el décimo en el que la reina Letizia se enfunda el chaleco rojo de la Aecid, pretende poner en valor la cooperación de España a través, no solo del fomento de la igualdad de género, sino también de programas innovadores para la reducción de la desigualdad, como el proyecto piloto de Porto Mosquito, que la Reina tiene previsto visitar a última hora de la tarde. Se trata de un programa en el que es la propia comunidad, de unos 800 habitantes, la que identifica sus vulnerabilidades y la que de una manera integrada ―alimentación, economía sostenible, agua, educación, sensibilización, violencia, medioambiente, etcétera― busca soluciones para mitigar la desigualdad entre sus vecinos y fomentar la cohesión social, explica Exteriores.
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