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El plebiscito de Puigdemont reta a la Cataluña del futuro

Históricos de CiU, ERC y el PSC interpretan que el ultimátum del candidato de Junts persigue la última movilización del electorado independentista frustrado con el ‘procés’

Acto de las fuerzas independentistas en el Arco de Triunfo de Barcelona, en el quinto aniversario del referéndum ilegal de 2017, con la participación de Carles Puigdemont desde Bruselas.
Acto de las fuerzas independentistas en el Arco de Triunfo de Barcelona, en el quinto aniversario del referéndum ilegal de 2017, con la participación de Carles Puigdemont desde Bruselas.CARLES RIBAS
Javier Casqueiro

Las urnas del 12-M parece que serán otra vez la cita con unas elecciones irreductiblemente duales entre los catalanes que siguen el patrón bipolar caricaturizado por Josep Pla: “Fugitivos, conformistas, insurrectos, rebeldes y cobardes”. El plebiscito emocional reiterado por Carles Puigdemont tras anunciar que esta vez sí se retirará de la política si no logra presidir la Generalitat ofrece el menú diáfano para elegir entre retornar al precipicio incierto del procés independentista de 2017 o pasar esa página y reescribir el futuro. El ultimátum del “creador del caos”, como retrata el escritor Javier Cercas a Puigdemont, interpela al electorado de Junts y al independentista, sobre todo el más desmovilizado y cabreado, pero también a la solución catalana de Pedro Sánchez y su candidato interpuesto, Salvador Illa, al que todos han fijado ya en el imaginario electoral como el aspirante a revalidar una presidencia que todavía no ostenta.

“Yo haré política toda la vida, hacía incluso cuando era adolescente. Pero si se refiere a política activa, yo no puedo hacer política activa si no tengo la responsabilidad de la presidencia”, aclaró Puigdemont el pasado 9 de abril en una entrevista en RAC1. Fue así cómo rechazó la posibilidad de quedarse en el Parlamento catalán como líder de la oposición si pierde. Y luego precisó que solo volverá a Cataluña el día del debate de investidura para revestir esa decisión de un aroma institucional que le conecte de alguna manera con el “ja sóc aquí” del histórico expresident Josep Tarradellas: “El acto de retorno de una presidencia es de país, no de partido”, proclamó sin conectar esa situación con los efectos que le beneficiarán de la ley de amnistía impulsada por el Gobierno de Pedro Sánchez y que está en su recta final en las Cortes.

Toda la clase política, catalana y española, tomó nota de esa sentencia de Puigdemont, aunque algunos recuerdan que desde que se fugó a Bruselas para no ser juzgado por el Tribunal Supremo ya había prometido hasta en tres ocasiones que estaba dispuesto a regresar para asumir las consecuencias de sus actuaciones durante el proceso independentista de 2017. Aún no ha ocurrido.

El novelista y ensayista Javier Cercas, de Girona como Puigdemont y de su misma generación, desmonta como algo “extravagante” la idea del expresidente y exalcalde de esa localidad como un político que haya gestionado nada alguna vez, siquiera de edil en su ciudad: “Nunca propuso un proyecto o una ley o nada. Es un creador de caos y cuanto más caos cree, mejor; un activista con una sola obsesión en su vida: para adelante que es de Alicante o, como él mismo dijo, meter a España en un pollastre [”pollo”] de collons”. Cercas también comprende que Puigdemont no tendría ningún sentido sentado en el Parlamento catalán en la oposición: “Es obvio que no pintaría nada ahí si no es presidente, el procés ya se acabó en 2017, y ahora, en esta campaña, lo que está haciendo es recordar a Sánchez que le hizo presidente, que ya sabe a qué atenerse y que la pirueta le queda para Illa”.

La conclusión de que estas elecciones autonómicas son un plebiscito está muy generalizada, pero con diferentes interpretaciones sobre entre quiénes y para qué. La dicotomía para Sánchez está “entre la democracia y el pasado o la máquina del fango y el bulo”. Para el PP, Vox y los nacionalistas, de izquierdas, derechas y ultraderecha, el debate se sitúa entre mantener por distintas razones la agenda separatista o concederle un balón de oxígeno al presidente español.

Los catalanes han votado con libre capacidad de decidir casi en 30 ocasiones desde la restauración de la democracia (13 en unas autonómicas y 16 en unas generales) y en general han optado por un Parlamento muy atomizado en partidos, pero con un porcentaje de voto muy similar históricamente entre el bloque de los nacionalistas y el de los constitucionalistas, con sus diferentes marcas. El 12-M no será muy diferente. Ahora los nacionalistas de la convergencia y el seny son fundamentalmente independentistas, pero muchos en las encuestas se muestran cansados después de un proceso que históricos de CiU tachan de frustrante.

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Josep López de Lerma, veterano exdiputado convergente durante siete legislaturas, analiza el mensaje de Puigdemont desde esa perspectiva: “Él lleva años en el exilio dorado y como ha perdido la carta de navegar en la actual coyuntura política catalana, y está alejado de la realidad, intenta con ese planteamiento personal levantar el voto independentista que lleva varios comicios yendo a menos y que se queda en casa porque está decepcionado con el procés o porque ya ha cambiado de barco y quiere un futuro más tranquilo. Porque los catalanes, como decía Pla, aunque voten progresista son conservadores”.

Joan Puigcercós, expresidente de ERC y exportavoz de esa formación en el Congreso, también piensa que Puigdemont gasta así “su último cartucho”. Y añade: “Es un todo o nada, tiene unas ganas locas de volver y hacer su vida tranquila en Girona, y con esa estrategia emocional lo que intenta es levantar del sofá y sacar de casa al frustrado y fatigado electorado tradicional de Convergència, que está desmovilizado”.

José Zaragoza, histórico del PSC, fue de los primeros en soltar el gatillo digital cuando Puigdemont planteó su dilema y escribió en su cuenta de X: “Si tú vas, él se va”. Unas semanas después, visto cómo discurre la campaña y las reacciones cada vez más virulentas del aspirante de Junts, Zaragoza completa su reflexión: “Puigdemont está haciendo un ridículo espantoso como demuestra el tono cada vez más polarizado contra Salvador Illa, porque él ya no es el referente ni la alternativa al candidato del PSC, él no compite con Illa, lo hace con la extrema derecha de Sílvia Orriols [Aliança Catalana]. Los catalanes tendrán que decidir en las urnas si tenía razón Pedro Sánchez, y Cataluña ya no es un problema y mira a 2024, o la tenían los nostálgicos del 2017, el PP de Feijóo y la fachosfera de Abascal. Es decir, si mantener el conflicto o superarlo”.

Toni Aira, doctor en comunicación por la Universitat Ramon Llull, argumenta que Puigdemont intenta con la disyuntiva de su retirada de la política si es derrotado apelar a la carta “del todo o nada” y recuperar a “los catalanes cabreados con el planteamiento de que solo con él Cataluña será respetada en Madrid”.

Siempre hay una cita de Pla, sea cierta o apócrifa, para esculpir la realidad catalana. El polémico escritor pergeña una definición dual del catalán: “Es un fugitivo. A veces huye de sí mismo y otras, cuando sigue dentro de sí, se refugia en otras culturas, se extranjeriza, se destruye; escapa intelectual y moralmente. A veces parece un cobarde y otras un ensimismado orgulloso. A veces parece sufrir de manía persecutoria y otras de engreimiento. Alterna constantemente la avidez con sentimientos de frustración enfermiza. A veces es derrochador hasta la indecencia y otras tan avaricioso como un demente, a veces es un lacayo y otras un insurrecto, a veces un conformista y otras un rebelde”.

El respetado periodista catalán Josep Cuní, ahora en RNE, reinterpreta el concepto de Pla sobre el catalán como “un ser sentimental que añora” y para darle otra vuelta a la confusión reinante sobre lo que puede pasar en Cataluña y en la gobernabilidad de España a partir del 13 de mayo recurre a una de las obras míticas del recién fallecido Paul Auster, El palacio de la luna: “A eso es a lo que se reduce la historia, creo. A una serie de oportunidades perdidas. Teníamos todas las piezas desde el principio, pero nadie supo encajarlas”.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.
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