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Un traspaso de carteras entre la furia, los besos y las lágrimas

A Irene Montero se le volvieron los ojos vidriosos cuando le deseó a su sucesora en Igualdad que ojalá nunca se sienta sola

La nueva ministra de Igualdad, Ana Redondo (derecha), antes de recibir la cartera del ministerio de manos de su antecesora, Irene Montero, este martes en Madrid.Foto: ZIPI (EFE) | Vídeo: EPV
Ángeles Caballero

“Confía, coño”. E Irene Montero confió, como confía en cada una de las decisiones que ha tomado al frente del Ministerio de Igualdad. Y por si no bastaba, por si alguien aún no se había enterado, lució una camiseta con esta frase estampada en el pecho en su último día como ministra. Los ojos se le volvieron vidriosos cuando le deseó a su sucesora que ojalá nunca se sienta sola. La mandíbula apretada en casi toda su comparecencia, la voz a veces pareciéndose ir pero no.

Llegó, dijo que había sido un honor. Por mí y por mis compañeras, no así por Pedro Sánchez y sus amigos de entre 40 y 50 años que dicen que necesitan tiempo y la voz un poco más baja para entender cierto feminismo.

La sala del ministerio, en plena calle de Alcalá de Madrid, estaba partida en dos como en las bodas. A un lado, la familia de la saliente; en la otra, la de la recién llegada. Una desdobló el género en tres, la que llega en dos. La que salió citó a dos autoras, Alana Portero y a Simone de Beauvoir. La que llega optó por la filósofa y activista Angela Davis y recordó a Carmen Calvo. Murmullos en la sala.

En la primera fila, Ángela Rodríguez Pam, secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género, emocionada perdida, y otra ministra que se iba esta misma mañana de martes. “Mi amiga Ione”, susurró Montero a su sucesora, Ana Redondo, mientras todos aplaudían. Belarra mantenía el tipo y se preparaba para lo que vino después. Cuando le tocó entregar su cartera de ministra de Asuntos Sociales y Agenda 2030 a Pablo Bustinduy y la de Juventud e Infancia a Sira Rego. Aprovechó para agradecer a su equipo todo el trabajo desempeñado esta legislatura y para criticar a Sánchez. Como si no tuviera pocas etiquetas, ahora le cae la de director de Recursos Humanos.

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“Es un enorme error político”, afirmó Belarra, que desde hoy es diputada y secretaria general de Unidas Podemos. “Nos echan porque hemos podido”, añadió. La esperanza intacta y el paso firme, remató. En otro escenario, en la sede del Ministerio de Trabajo y Economía Social, posarían después Yolanda Díaz, Mónica García, Pablo Bustinduy, Sira Rego y Ernest Urtasun. Demasiada digestión para un solo día. Demasiadas veces oyendo decir que “ahora los intereses de partido son secundarios”.

El resto de los nombramientos de los ministros y ministras del nuevo Gobierno fueron, en comparación con los anteriores, como las sillas voladoras del parque de atracciones. Todo risas y emociones varias. Muchos te quiero y gracias con la mirada y con la palabra. Los besos de Grande-Marlaska a Iceta.

El hombre más poderoso del nuevo gabinete después del presidente se llama Félix Bolaños y declaró que espera estar a la altura. Una frase poco habitual en algunos hombres. Como poco habitual, por no decir nada, la pronunciada por Nadia Calviño cuando, una vez desgajada su competencia en el ministerio y entregada a José Luis Escrivá, dijo: “En mi corazón siempre habrá un hueco para la transformación digital”. Allá cada uno con sus quereres, claro.

Mientras, Pilar Llop quizá vivió este martes uno de los días más felices de su vida, librada ya de semejante losa que pesa tanto como la justicia española. Sonrió como nunca y, como puntilla, declaró en su despedida que hay que saber llegar a los sitios, pero mucho más importante es saber irse.

Óscar Puente hizo sus promesas y nos presentó a su familia, que lo acompañaba en su nombramiento como ministro de Transportes, y recordó que tener a esa familia detrás “es una herramienta de lo más poderosa”. Aún está a tiempo de salir de los libros de autoayuda.

Urtasun prometió vencer la censura y se aferró a la memoria de Jorge Semprún; Raquel Sánchez y Yolanda Díaz lloraron por diferentes motivos. La primera porque no repite, la segunda porque sí lo hace. Mónica García, nueva ministra de Sanidad, dice que quiere mejorar —eso que los horteras llaman “poner en valor”— la atención primaria y Pilar Alegría es la nueva mujer orquesta. Mantiene su cartera, añade Deportes y será la nueva portavoz del Gobierno. Contó que cuando la nombraron en la anterior legislatura, llamó a su madre para contárselo y ésta le respondió: “Bueno, tú no digas nada hasta que no salga Pedro Sánchez, no vaya a ser que se haya equivocado”. Otra clase de error político.

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