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Sánchez apuesta todo al pacto con Junts pese a la presión contra la amnistía

Puigdemont mete prisa para aprobar la ley antes de la investidura pero el Gobierno lo ve difícil

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, este martes en Madrid.
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, este martes en Madrid.FERNANDO VILLAR (EFE)
Carlos E. Cué

Todos los que han hablado con Pedro Sánchez en los últimos días transmiten la misma idea: el presidente está completamente decidido a buscar el pacto con Junts y sacar adelante su investidura aunque sea a un coste alto. La oposición ha subido el nivel de la crítica esta semana y prepara una ofensiva contra esa negociación. Pero además, a este rechazo se ha sumado la vieja guardia de su partido, con Felipe González y Alfonso Guerra a la cabeza, que exigen al presidente que no conceda una ley de amnistía a los independentistas porque la ven inconstitucional.

Frente a toda esa presión externa, Sánchez está absolutamente decidido a aguantar y mantener el rumbo de la negociación con Junts, ERC, PNV, Bildu y los demás aliados que lo lleva directo a la investidura, según todas las fuentes de su entorno consultadas. La repetición electoral, una operación de alto riesgo que ya salió mal en 2019 —el PSOE perdió votos, escaños y margen de gobernabilidad— ni se contempla en La Moncloa como una opción. Sánchez ha ordenado ir con todo a sacar la investidura, y eso es lo que están haciendo sus negociadores, con Félix Bolaños al frente.

En la cúpula del Gobierno y del PSOE viven este ambiente hostil en varios sectores, que están convencidos de que empeorará aún más cuando se acerque la fecha, como un nuevo episodio de los agónicos intentos de investidura que ha vivido Sánchez desde 2014, cuando se hizo cargo del partido tras ganar sus primeras primarias. “Es lo de siempre desde 2016. Como en 2018 y luego en 2019. Siempre es lo mismo. ¡Se rompe España! Pues ahí están los resultados en Cataluña, y por tanto, en España”, sentencian desde el entorno del presidente.

Esa apelación a 2016, cuando intentó una investidura que no logró y después fue descabalgado para que el PSOE se abstuviera y permitiera el Gobierno de Mariano Rajoy, o a 2018, cuando también hubo rechazo a una moción de censura apoyada por los independentistas, o a 2019-2020, cuando su investidura estuvo al borde de fracasar por la enorme presión contra el pacto con ERC, es importante en la psicología y la historia política de Sánchez y su equipo más cercano, totalmente decididos a aguantar lo que haga falta para lograr una mayoría y evitar la repetición electoral, según todas las fuentes de ese núcleo duro consultadas.

El presidente tiene una trayectoria política absolutamente atípica, en la que después de ser descabalgado por un golpe interno de los barones territoriales con apoyo de la vieja guardia volvió para ganar unas primarias contra todo el establishment del PSOE. Sánchez solo tiene un libro publicado, y precisamente lo tituló Manual de resistencia. Él ha construido su épica alrededor de su capacidad de hacer frente a todas las críticas posibles.

Junts ERC Carles Puigdemont
El 'expresident' Carles Puigdemont, el martes en una exposición en Bruselas.OLIVIER MATTHYS (EFE)
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Y ahora, cuando después de que muchos lo dieran por acabado, ha logrado un millón de votos más que nadie esperaba, Sánchez se siente absolutamente legitimado para dar el salto que supone promover un carpetazo definitivo al procés en forma de amnistía, tras dar pasos muy relevantes como los indultos y la reforma en el Código Penal de los delitos de sedición y malversación. En su entorno no se perciben dudas, ni acusan los golpes de las críticas de históricos del PSOE o de los dos barones siempre más alejados del presidente, Emiliano García-Page y Javier Lambán. “Va a ser muy duro, pero va a salir. La gente quiere un Gobierno progresista”, resume un ministro. ”A algunos veteranos no los vimos pidiendo el voto para ganar el 23-J y eso no lo perdona la militancia”, señala un barón territorial al hablar de González y Guerra. Otros dirigentes temen que la oposición suba el nivel en octubre, cuando se intensifique la negociación, y llegue incluso a manifestaciones frente a las sedes del PSOE. Pero incluso así, todos parecen decididos a aguantar.

El presidente asturiano, Adrián Barbón, uno de los pocos que ha sobrevivido a la quema de las autonómicas de mayo, resumió un sentir muy extendido entre los barones, alcaldes y dirigentes regionales en un partido donde Sánchez prácticamente no tiene oposición interna más allá de Page y Lambán: “Lo que yo quiero es que haya un Gobierno de Pedro Sánchez. Uno que suba las pensiones, el salario mínimo y las becas. Mi postura es que haya Gobierno, al precio que sea, pero siempre dentro de la Constitución”, sentenciaba Barbón el viernes. Y eso, que cualquier cosa que se haga será constitucional, es lo que están garantizando cada día el presidente y sus ministros. En el núcleo duro insisten: aunque muchos en el PSOE hayan dicho que la amnistía era inconstitucional, incluido el presidente, el asunto es cómo se hace esta ley, que podría no llamarse así, para que encaje en la Constitución.

A pesar de las críticas de algunos históricos, Sánchez y su equipo insisten en que el PSOE “es una piña” y lo que hay es “ruido”, pero ningún movimiento de fondo para oponerse a la amnistía. Algunos reprochan que el presidente y su equipo no salgan con más claridad a explicar qué están negociando y a defender su posición frente a una ola de rechazo que va creciendo. En el entorno de Sánchez dicen que eso sucederá, y el PSOE dará esa batalla, pero ahora, en plena negociación, hay que mantener la discreción y de momento dejar que sea el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, el que fracase en su investidura para luego tomar la iniciativa. “El partido está detrás nuestro. Y cuando nos toque, hablaremos. El PSOE hablará con rotundidad y contundencia. Hasta entonces, vamos a respetar el turno de esta pérdida de tiempo que ha marcado Feijóo”, señalan en el entorno del presidente. Es, sobre todo, una forma de ganar tiempo mientras se negocia con discreción.

Ausencia de Sánchez en el G-20

Un inesperado positivo en covid ha alejado a Sánchez de Nueva Delhi, donde se celebra el G-20. Es la primera vez que el presidente se pierde una cita tan importante en sus cinco años de mandato. El líder del PSOE quería precisamente estar en la India para mantener su agenda internacional y de paso mostrar a los españoles que mientras Alberto Núñez Feijóo se desvive sin éxito para intentar algún voto más de los 172 que tiene garantizados hace un mes, él está con los líderes del planeta mostrando que aún le queda mucha carrera política. La semana que viene, la anterior al pleno de investidura de Feijóo, Sánchez estará en Nueva York en la cumbre de la ONU, y ahí sí podrá reforzar esa imagen. La idea de que sigue siendo presidente mientras Feijóo cada vez tiene más papeletas para ser líder de la oposición es importante para La Moncloa, que está convencida de que en este mes el presidente popular se está desgastando mucho más de lo previsto con batallas internas del partido.

Aun así, y a pesar de que su principal rival puede sufrir por no haber logrado los escaños que le faltan, nadie en el Gobierno niega lo delicado de la situación política actual, en la que la investidura depende de una negociación muy difícil alrededor de una amnistía para el procés dirigida políticamente por un hombre como el expresident Carles Puigdemont, que lleva seis años en Bélgica para evitar a la justicia española, que ordenaría detenerlo en el instante en que pusiera un pie en España. Por eso es tan importante la explicación de este momento, según diversos barones regionales consultados, que apoyan al presidente pero piden claridad.

Sánchez dio una batalla política y de explicación pública muy fuerte con los indultos a los líderes del procés. Y en el PSOE está instalada la idea de que fue bastante exitosa. Se explicaron con detalle, se argumentaron con calma, y el propio presidente organizó un acto político con empresarios, sindicalistas, periodistas e intelectuales en el Liceu en Barcelona para defenderlos. Por el contrario, nada de eso se hizo con la reforma del Código Penal a finales de 2022, que provocó un enorme desgaste mientras los barones reprochaban la falta de explicaciones. El nuevo salto es aún más complejo, con un carpetazo a procesos judiciales en marcha que Sánchez resumió esta semana con la idea de que hay que “pasar página”. Por eso muchos en el PSOE, aunque apoyan la negociación, creen que es muy importante explicarla bien para que los ciudadanos entiendan hasta dónde se ha llegado y por qué. Y en La Moncloa aseguran que, cuando puedan, lo harán.

Pero mientras tanto, la discreción es absoluta para cerrar el acuerdo con Junts y ERC, el más difícil tanto por el contenido —la amnistía— como por la dificultad de pactar a la vez con dos rivales muy enfrentados entre sí, que vienen de romper la coalición con la que gobernaban en la Generalitat. Junts presiona muy fuerte y mete prisa porque quiere que la amnistía esté aprobada definitivamente por el Congreso antes de la investidura de Sánchez. Los negociadores de Puigdemont han enviado un informe al PSOE en el que aseguran que la norma podría estar aprobada en 40 días incluso incluyendo el retraso de 20 días que el PP puede forzar en el Senado si la norma va por la vía urgente.

Los socialistas ven esta operación inviable y creen que sería mucho más razonable negociar un pacto político con la reforma incluida, pero no aspirar a que un texto tan complejo esté aprobado definitivamente en menos de dos meses, el plazo máximo que tiene Sánchez para sacar su investidura desde la primera votación fallida de Feijóo, el miércoles 27. Las negociaciones se van a intensificar en los próximos días, cuando haya algún acuerdo sobre fechas, métodos y marcos.

Mientras muchos se indignaban el martes con Puigdemont, la cúpula de Sánchez, que conoce el estado de las negociaciones, recibió con alivio su conferencia en Bruselas, porque no pidió lo que más temían: el referéndum de autodeterminación, algo que habría roto todo. Hubo mucho trabajo previo para avisar de que eso sería el fin. Ahora hay que negociar para rebajar las posiciones de máximos expresadas por el expresident, y tratar de suavizar uno de los puntos más delicados: su apelación a que están dispuestos a repetir otro procés. Pero en La Moncloa están convencidos de que habrá acuerdo porque es beneficioso para todos y Junts ha mostrado claramente que quiere negociar. Las decisiones parecen firmes por los dos lados, y los demás socios también están dispuestos. Pero ahora viene la fase en la que las negociaciones suelen descarrilar: la que implica llevar la voluntad política a los papeles, a las leyes. Pasar de las musas al teatro.

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