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El pulso legal sobre el futuro de la pirámide fascista de Burgos

Castilla y León y Valle de Valdebezana, donde se encuentra el conjunto en memoria de los caídos italianos de Mussolini, tratan de proteger el monumento de la normativa de Memoria Democrática

Pirámide de los Italianos
Cementerio de los Italianos en el Puerto del Escudo Pablo Hojas
Juan Navarro

La carretera nacional 623, que serpentea entre el embalse del río Ebro en Corconte y estos escarpados parajes junto al puerto del Escudo, permite contemplar la enorme pirámide que se alza entre Burgos y Cantabria. Está opuesta paisajísticamente a la comarca pero su historia se encuentra ligada a lo ocurrido allí durante la Guerra Civil. La obra se construyó en 1939 para homenajear a los cientos de soldados fascistas italianos caídos en España después de que el dictador Mussolini los enviase como apoyo al bando alzado de Franco. El conjunto, hoy víctima del abandono, enfrenta a la Junta de Castilla y León y al Ayuntamiento de Valle de Valdebezana —lugar donde se encuentra, regido por Ciudadanos— contra la Ley de Memoria Democrática. El conjunto pertenece al área de Cultura del Gobierno regional, que maneja Vox. La alcaldía quiere conservarlo y el Gobierno central, conforme a la legislación, sopesa derruirlo.

La pugna proviene de la legislación sobre Memoria Democrática, que incluye eliminar simbología sobre la victoria de los sublevados franquistas, aunque en primera instancia el Gobierno sacó esta pirámide del listado. Se trata de una “relectura del monumento como parte del proceso de memoria democrática, despojándolo de su carga simbólica al servicio de un régimen dictatorial y dotándolo de una contextualización verídica”. El monumento volvió a incluirse después de que el senador Carles Mulet (Compromís), muy involucrado con la Memoria Histórica, así los demandase. Mulet cree “muy exagerado” decir que el Gobierno “va a proceder a su derrumbe” y admite que este caso es “susceptible de interpretaciones”. Aun así, observa que muchos ejemplos “claramente fascistas” chocarán con el plan nacional de Vox para intentar salvarlos, denominándolos Bien de interés cultural (BIC), materia de competencia autonómica. “Acabará judicializándose”, sospecha el senador.

La norma establece que el registro de construcciones controvertidas deben realizarlo las comunidades. La Junta evaluará si la conocida como “pirámide de los italianos” sirve como “exaltación de la sublevación militar y de la Dictadura, de sus dirigentes, participantes en el sistema represivo o de las organizaciones, y las unidades de colaboración entre el régimen franquista y las potencias del eje durante la Segunda Guerra Mundial”. El consejero de Cultura, Gonzalo Santonja ha alabado el “valor histórico” del conjunto, construido junto a la también conmemorativa columna de Sagardía. El consejero aseguró en las Cortes que la petición de proteger al mausoleo proviene de “un particular, doctor en Historia” con una propuesta “cargada de argumentos”. Santonja admitió que no le gusta la legislación de Memoria, insistió en que “no es un edificio más” y ensalzó el valor “artístico, histórico y paisajístico” del “muy singular” ejemplo arquitectónico.

La historiadora burgalesa Carlota Martínez, especialista en el papel de Italia en la Guerra Civil, observa los embates políticos mientras relata las particularidades de esta pirámide. Conoce bien el conjunto porque fue la primera vez que las tropas transalpinas demostraron su valía tras una sonora derrota en Guadalajara. Los 70.000 hombres de Mussolini fueron cruciales tras tomar Bilbao en 1937 para liquidar a los republicanos de esta zona montañosa, aliados con la orografía para causar mucha mortalidad a quienes ascendían por las colinas. Después Franco ordenó crear ese embalse “para castigar” a la comarca por su lucha. El pantano cambió el clima, lo que trajo la bruma y niebla que dan más misticismo al lugar. “Para ellos tenía mucho valor el concepto de soldado caído. Franco copió lo de ‘Presente, presente, presente’ al citarse a combatientes fallecidos y está escrito dentro de la pirámide”, aclara la experta sobre el área que juntó a unos 360 italianos de los 4.000 muertos en la contienda en 1939. “El de Burgos es el punto álgido de una batalla, la forma piramidal es por la inmortalidad en la historia del Arte. Egipto y Roma tomaron esa forma triangular por la eternidad”, detalla Martínez.

“La pirámide, edificada por los represaliados, era muy visitada por viudas e hijos. No todos los enterrados murieron allí ya que muchos de los fallecidos eran por epidemias en hospitales. Iker Jiménez [director de Cuarto Milenio] hizo un programa y lo contó todo mal”, precisa la historiadora, que detalla que en la cripta, hoy expoliada por curiosos armados con detectores de metales, albergó a 12 importantes oficiales. Los combatientes descansaron allí hasta 1971, cuando un grave accidente de un bus italiano supuso que se trasladaran a otro monumento de Zaragoza o se repatriaran. La simbología fascista es obvia, pues tiene grabado el símbolo etrusco del haz de flechas, copiado por Mussolini como imagen de fuerza, o un agujero por el que entra la luz y se refleja en el “Presente, presente, presente”. Un soldado italiano, recuerda la burgalesa, escribió este resumen de guerra: “Aquí pasamos los mejores años y los días más tristes”.

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A la disputa ideológica se añade la pragmática. El alcalde de Valle de Valdebezana (Burgos, 350 habitantes), Félix Ruiz (Ciudadanos), tacha de “auténtica barbaridad y despropósito” que se pueda suprimir el edificio. “Se construyó para recoger cadáveres desperdigados de soldados para darles sepultura digna y aglutinarlos, no es exaltación de la dictadura”, esgrime, y propone mantenerla como los campos de concentración nazis de Polonia. “Debería tener finalidad pedagógica sobre el porqué de su construcción y recordar a las generaciones futuras lo que es una guerra, sus consecuencias y que no ocurra más”, añade. Ruiz reconoce que alguna vez van grupúsculos neofascistas, como el italiano Casa Pound que hace unas semanas desplegó una pancarta que decía “La historia y los caídos no se borran”, pero los cree residuales. “No vienen buses en tropel”, asevera. Las economías de su pueblo y de otros colindantes no están para rechazar este “atractivo turístico”, incide el alcalde, de postura firme: “Tirarlo porque alguien tiene otros sentimientos… deberíamos pasar página y mirar cuestiones más importantes”.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, en comunicación corporativa, buscándose la vida y pisando calle. Graduado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS.

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