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El crimen que ETA tardó 37 años en reconocer

El Memorial de Víctimas de Vitoria inaugura este miércoles la obra del artista Pedro Conrado Martínez, asesinado en 1981 junto a dos compañeros en Tolosa

Luis R. Aizpeolea
Seat 124 tiroteado por varios individuos con metralletas el 24 de junio de 1981. En el atentado fallecieron en el acto Iñaki Ibargutxi y Juan Manuel Martínez, y resultó herido grave Conrado Martínez, que falleció nueve meses después.
Seat 124 tiroteado por varios individuos con metralletas el 24 de junio de 1981. En el atentado fallecieron en el acto Iñaki Ibargutxi y Juan Manuel Martínez, y resultó herido grave Conrado Martínez, que falleció nueve meses después.EFE

A las 16.30 del 24 de junio de 1981, Iñaki Ibargutxi, Pedro Conrado Martínez y su hermano Imanol, al introducirse en su coche, tras almorzar en el restaurante Beti-Jai de Tolosa (Gipuzkoa), fueron ametrallados por dos sujetos. Fallecieron inmediatamente Imanol Martínez, que ocupaba el asiento del conductor, e Ibargutxi, sentado en la parte trasera. Pedro Conrado Martínez, copiloto, resultó gravísimamente herido. Falleció nueve meses después.

Eran los años de plomo. Dos días antes, ETA había asesinado a un militar en Irun (Gipuzkoa) y dos días después en Hernani, también en Gipuzkoa, a un desempleado, detenido tiempo atrás por tenencia de drogas. El año anterior, 1980, con 92 asesinatos, batió el récord de su actividad criminal. Los tres asesinados eran vizcaínos y veinteañeros. Se ganaban la vida vendiendo libros de euskera y cuando visitaban la zona almorzaban en el Beti-Jai. La primera singularidad del triple asesinato fue que Ibargutxi militaba en el PNV y Pedro Conrado Martínez en el PCE y Comisiones Obreras.

Pedro Conrado, natural de Miravalles, casado, con un hijo, era, además, artista. Con 30 años disponía de una obra inédita que, esta semana, al filo del 40º aniversario de su muerte, presenta en el Memorial de Víctimas de Vitoria su amigo Marcos Hernando, también artista.

Dos días después del atentado, ETA aseguró en un comunicado que “nada tenía que ver con el asesinato”. Un día después, el dirigente de Herri Batasuna (HB), Santiago Brouard, dijo que el triple asesinato era “una maniobra destinada a desprestigiar a ETA y a la izquierda abertzale”. El padre de Iñaki Ibargutxi, un txistulari muy conocido, contactó con un dirigente de ETA en Francia, que también negó su autoría. En aquel clima, al funeral de Imanol Martínez, celebrado en Durango (Bizkaia), acudió una copiosa representación de HB. Hubo gritos de “¡Gora ETA militarra!” y culminó con una manifestación contra la extrema derecha.

Las negativas de ETA y la izquierda abertzale desconcertaron. Pero existía la sospecha general de que ETA era la autora del crimen, que había confundido a los vendedores de libros con policías y rehuía reconocerlo por la militancia de dos de sus víctimas en partidos antifranquistas, PCE y PNV. El consejero de Interior del Gobierno Vasco, Luis María Retolaza, no la ocultó.

La sospecha fue certeza en 1984, cuando las Fuerzas de Seguridad detuvieron al policía municipal de Tolosa Juan Antonio Rezola San Vicente, acusado de complicidad en el triple asesinato. En 1986, la Audiencia Nacional le condenó a tres penas de 18 años de prisión por albergar a los terroristas del Comando Goiherri de ETA. Rezola ha cumplido su condena, pero siguen sin conocerse los autores materiales del asesinato. Es uno de los casos sin resolver.

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El triple asesinato forma parte de los 116 muertos calificados por ETA como “daños colaterales”, recuerda Raúl López Romo, del Memorial de Víctimas. Es el tercer colectivo de víctimas de ETA después de la Guardia Civil, 206, y de la Policía Nacional, 149. Supera a los 87 militares asesinados por ETA.

ETA no reconoció su autoría del triple asesinato cometido en 1981 hasta la víspera de su disolución, en mayo de 2018. Lo citó junto con la matanza de la cafetería Rolando de la madrileña calle del Correo, en la que con una bomba asesinó a 11 personas en septiembre de 1974. Reconoció, también, la existencia de víctimas por “daños colaterales”. “ETA consideraba que estaba en guerra y, como en todas, se producían daños colaterales. En el triple asesinato de Tolosa negó su autoría tanto tiempo porque dañaba su imagen”, señala López Romo.

Tres años antes, la izquierda abertzale de Miravalles homenajeó a Ibargutxi y tuvo la osadía de señalar que hoy militaría en sus filas porque pertenecía al sector soberanista del PNV. Poco antes, en el 33 aniversario de su asesinato, el PNV de Bizkaia lo había homenajeado en Miravalles. La familia de Ibargutxi ha permanecido al margen, señala Hernando. “En ese aniversario, su hermana, en una carta leída en Radio Euskadi, dijo que le arrebataron una vida que tenía por delante, que afectó a toda la familia y que no tenía fuerzas para hablar”.

Con Pedro Conrado Martínez, el PCE anunció su personación en el asesinato como acusación particular. Pero no lo materializó. El pasado diciembre, Comisiones Obreras, con su secretario general, Unai Sordo, y los líderes provinciales, homenajeó en el Palacio de Europa de Vitoria a los doce militantes del sindicato, asesinados por ETA. Junto a los reconocidos Juan María Jáuregui y López de Lacalle, Comisiones Obreras recordó a Pedro Conrado Martínez Castaños. Su viuda no acudió. Ya había fallecido.

Un artista inédito

Pedro Conrado Martínez tenía 30 años cuando ETA lo asesinó. Era un artista que no había logrado exponer su obra. Su amigo, Marcos Hernando, profesor de Bellas Artes en la Universidad del País Vasco durante 30 años, promotor de la iniciativa, recuerda que abandonó su trabajo en banca para dedicarse a la pintura. Estuvo a punto de exponer en Durango, pero no lo logró. Se conocieron en Bilbao en 1970 y compartían militancia en Comisiones Obreras e inquietudes artísticas.

Su obra, recuerda Hernando, está inspirada en el realismo social y tiene como referentes a Aurelio Arteta, Agustín Ibarrola y Oswaldo Guayasamin. “Su obra es expresionista. Cuando murió estaba en evolución”. Tras fallecer, su obra se dispersó entre familiares y amigos. Hernando tenía varias en su domicilio y se planteaba la necesidad de “hacer algo” porque “las víctimas del terrorismo no son sólo las familias que quedan; también la obra de los fallecidos”. O como recuerda López Romo, parafraseando a Reyes Mate: “Es mucho lo que muere cuando se mata”. Hernando ha reunido 28 cuadros y dos docenas de dibujos para la primera exposición de Pedro Conrado. Su hermana y su hijo podrán verla.

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