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Un “fondo buitre” sobrevuela el nido okupa de Valladolid

Una empresa especuladora compra la deuda de un hotel abandonado, sede de un centro social alternativo

Juan Navarro
Interior del centro social La Molinera en Valladolid, el 26 de noviembre.
Interior del centro social La Molinera en Valladolid, el 26 de noviembre.Javier Álvarez

El mural, de fondo rojo, adorna una de las paredes del viejo hotel Marqués de la Ensenada, en Valladolid. ubicado sobre una antigua fábrica de harinas sobre la desembocadura del canal de Castilla en el río Pisuerga. El establecimiento, de cinco estrellas, quebró en 2017, y su dueño, Rafael Martínez, se desentendió de una deuda de 3,3 millones de euros con proveedores y empleados. La vieja fábrica, declarada Bien de Interés Cultural, comenzó a deteriorarse, pasto del gamberrismo y el menudeo de droga. Y probablemente habría sucumbido al abandono si no fuera porque hace tres años, lo okuparon unos activistas locales, que fundaron el centro social autogestionado La Molinera. Estos comenzaron a rehabilitar el inmueble para ofrecer talleres y cobijo a otros colectivos. El proyecto encara ahora una amenaza: un juez ha ordenado a los okupas desalojar la fábrica después de que un “fondo buitre”, como lo denominan los habitantes del antiguo hotel, haya adquirido la deuda del antiguo hotel. El mural se vuelve inquietantemente real.

El aviso yace en una carpeta con más documentación, una gota de papel en el océano de la biblioteca. Tras los libros, pintadas reivindicativas con frases de la escritora Virginia Woolf o una consigna del filósofo Paulo Freire: “Todo acto educativo es un acto político”. Estas mesas acogen un cónclave entre el historiador Jorge Lebrero, de 33 años; el trabajador del metal Yeray Muñoz, de 34; Rocío Mielgo, auxiliar de hospital público, de 52; Irene San Pablo, trabajadora social de 29; e Íñigo Diego, empleado de marketing de 34; cinco de las “decenas y decenas” de personas que conforman este nido “del común de la ciudad”. Cinco gargantas y una voz: “El dinero no trae legitimidad”. El grupo explica que el fondo de inversión especulativo Kelona Invest ha adquirido los 3,3 millones de euros de deuda del dueño fugado del hotel, que debe miles de euros a proveedores y plantilla del establecimiento. Una suma, critica Muñoz, que no aparece en la adquisición del pasivo por parte de una entidad que según el Registro Mercantil se dedica a la “compraventa de bienes inmobiliarios” y que en 2017, fecha de sus últimos datos actualizados, arrojó un balance negativo de 257.000 euros. Los activistas denuncian que uno de sus grandes apoderados es Hipoges Iberia, otra financiera La empresa no ha respondido al contacto de EL PAÍS.

Estado de una de las habitaciones en 2018.
Estado de una de las habitaciones en 2018. ©javier alvarez

Un recorrido por este otrora lustroso hotel, pregonado como el único cinco estrellas de Valladolid, sirve para conocer su historia y los estragos del abandono. San Pablo avisa de que “esto no es una peña o un local” y Lebrero explica la postura básica: “Nadie viene a aprovecharse sino a aportar dinero, tiempo, energía o conocimiento”. Solo así lograron limpiar, tras meses de esfuerzo, los destrozos ocasionados por botellones o saqueadores de este edificio bajo el que brama el agua de ese histórico canal. Poca broma los accidentes que podrían propiciar esas viejas maquinarias que nadie pudo llevarse. A su lado, un suelo de cristal sobre el caudal de la desembocadura con grietas de golpes. Las actividades se realizan en varias salas de la planta baja y algunas de la superior para evitar partes peligrosas. Las instalaciones se iluminan mediante placas solares que adquirieron tras una campaña de micromecenazgo. El agua la obtienen de la lluvia. Muñoz loa al “común” como artífice del centro social, que cuenta con un gimnasio coronado por una bandera con la efigie del Che Guevara y su icónico “Hasta la victoria siempre”. El lema del revolucionario cubano encaja con la ubicación de La Molinera, junto al barrio de La Victoria, cuyos vecinos les agradecen haber expulsado la delincuencia. “¡Un camarero, el primer día de okupación, nos trajo el desayuno!”, aplaude aún Diego.

El equipo critica que las instituciones olvidaran este patrimonio histórico: “Las administraciones deben tener implicación subsidiaria”. “¿La Junta de Castilla y León o el Ayuntamiento no tienen nada que decir contra un fondo buitre?”, cuestionan. Manuel Saravia, teniente de alcalde y concejal de Urbanismo, matiza que el Consistorio actúa cuando recibe denuncias de la propiedad o de la ciudadanía, pero al no haber quejas no han intervenido más allá de cuando lo precintaron por un incendio, que se declaró antes de la llegada de los activistas. El edil expone que el gobierno local “no puede sustituir a la propiedad” y que los okupantes no se han dirigido a ellos. Reconoce además “el valor cultural” del edificio. Saravia, quien se abre a contemplar la adquisición “a un precio razonable, sin especulación”, admite que tiene información de que las partes más sensibles de la fábrica se encuentran más cuidadas desde que La Molinera comenzó a fraguarse.

Los reunidos destacan que su feudo “no es una alternativa habitacional”, pero prefieren no aclarar si hay quien duerme regularmente en el lugar. Lo innegable es que lo protegen “de día y de noche para asegurar la naturaleza del proyecto”. Sin él, señala Mielgo, no habría donde citar a colectivos feministas que se juntan en salas bautizadas en honor a la activista pucelana Doris Benegas. El hotel acoge talleres de actividades variadas: desde el de boxeo, adonde se dirigen varios chavales que entran en el inmueble y saludan, hasta cursos de preparación de sushi, bailes o asesoramiento jurídico. La Molinera, sostienen, peleará en los juzgados para conservar su “legitimidad”. La asamblea censura que los “patriotas de bandera” se oponen a que la gente local administre tal patrimonio en vez de permitir la especulación foránea: “No es cuestión de palabras sino de hechos”. Para mostrar la “presión social” han convocado una “gran movilización” el 11 de diciembre para demostrar el apoyo que reciben. “Luego ya veremos cómo están las piezas en el tablero”, deslizan. La partida ha comenzado con jaque. Ahora les toca mover.

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Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, en comunicación corporativa, buscándose la vida y pisando calle. Graduado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS.

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