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EL FINAL DE ETA
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Espaldarazo a la reinserción de etarras

La falta de autocrítica en el entorno abertzale choca con la flexibilización de las políticas penitenciarias

Luis R. Aizpeolea
Premios Goya nominados 2022
Fotograma de la película Maixabel, dirigida por Icíar Bollaín (2021).

Tras 42 años de vigencia del Estatuto de autonomía de Gernika y diez del final del terrorismo de ETA, Euskadi asume la competencia de prisiones. Su traspaso es una muestra de normalidad política, pues estuvo vetado porque la gestión de las prisiones formó parte de la política antiterrorista del Estado. También ha tenido el don de la oportunidad al coincidir con la fervorosa acogida en el Festival de Cine de San Sebastián de la película Maixabel, que contribuye a la legitimación social de la justicia restaurativa —el modelo de justicia penal alternativo que pone el énfasis en la reparación del daño padecido por la víctima—.

La deslegitimación de la violencia, la segunda oportunidad a los terroristas arrepentidos y sus efectos en la convivencia son valores en alza que ya se apuntaban en el final de la novela Patria (2016), de Fernando Aramburu, y la serie que siguió a este libro. En estos valores profundiza la película de Icíar Bollaín, en la que se rememoran los encuentros del etarra arrepentido Ibon Etxezarreta, encarnado en la pantalla por Luis Tosar, y de Maixabel Lasa (interpretada por Blanca Portillo), la viuda de Juan Mari Jáuregui, socialista y ex gobernador civil de Gipuzkoa, asesinado por el comando de Etxezarreta.

Los productos cinematográficos y literarios creíbles pueden más que los discursos políticos. De modo que hasta críticos con la reinserción de los etarras se han visto obligados a reconocer las obras, como hizo Mariano Rajoy con Patria. Por su parte, el líder abertzale Arnaldo Otegi ha anunciado que verá “sin duda” Maixabel tras elogiar la actitud “constructiva y respetuosa” de la víctima de ETA en que se basa la cinta.

La justicia restaurativa, reconocida en Maixabel, experimentará un impulso con la asunción de las prisiones por el Gobierno vasco del PNV y el PSE, este viernes, en complicidad con el Ejecutivo central de PSOE y Podemos. Más de un tercio de los presos etarras, 66 de los 184, están en cárceles vascas y unos 20 participan en encuentros restaurativos. Desaparecido el terrorismo, el Gobierno vasco eliminará el trato de excepción a los presos etarras, que tendrán iguales derechos que el resto, en línea con la política de flexibilidad penitenciaria del Gobierno PSOE-Podemos. Esto se traducirá en progresiones de grado y permisos penitenciarios, además de los acercamientos a cárceles vascas. Progresiones de grado y permisos los administrará el Gobierno vasco y la última palabra la tendrá la Audiencia Nacional.

La sintonía entre ambos ejecutivos en priorizar la reinserción de los presos y humanizar la política penitenciaria permite prever un traspaso sin conflicto. Una prueba de la confianza mutua es la continuidad de los directores de las cárceles traspasadas: Zaballa (Álava), Basauri (Bizkaia) y Martutene (Gipuzkoa).

La ausencia, el fin de semana, de los nueve presos etarras de la cárcel de Pamplona en la proyección de Maixabel y su coloquio posterior, al que asistieron Icíar Bollain y la propia Maixabel Lasa, era previsible. La película lo explica en una secuencia: una mediadora se reúne con un colectivo de presos sobre su reinserción y el encuentro fracasa, aunque dos eran favorables al proceso. La mediadora reconoce que los procesos restaurativos deber ser individuales para germinar porque sus participantes están muy condicionados por su entorno.

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No obstante, es cierto que la mayoría de los etarras excarcelados tras cumplir su condena, aunque rechazan regresar al terrorismo, no se arrepienten de su historia en ETA y pretenden justificarla. La responsabilidad de esta situación, en clave política, la tienen la izquierda abertzale y también el PP. Cuando hace diez años, ETA declaró el final del terrorismo, unos 40 presos etarras, algunos muy representativos, se habían arrepentido, acogiéndose al proceso de reinserción y de encuentros restaurativos con sus víctimas que dos años antes había iniciado el Gobierno de Zapatero. El PP, al llegar al Gobierno un mes después del final del terrorismo, eliminó el proceso de reinserción y los encuentros restaurativos. A su vez, la izquierda independentista prometió a los presos una salida próxima de las cárceles sin reinserción. El resultado ha sido que la mayoría ha cumplido íntegramente su condena sin autocrítica por su pasado etarra.

Jesús Loza, antiguo Comisionado para la Convivencia —un cargo designado en 2012 por el lehendakari Patxi López para fomentar el entendimiento social tras el cese de ETA—, suele asegurar que si al finalizar el terrorismo, cuando el colectivo de presos etarras estaba desorientado, el Gobierno de Rajoy hubiera continuado la reinserción con acercamientos de presos y progresiones de grado, habrían aumentado sustancialmente los reinsertables. El PP, con Pablo Casado, sigue la política de vuelo corto en la oposición: utilizar las iniciativas favorables a la reinserción —acercamientos, progresiones de grado, encuentros restaurativos, traspaso de prisiones— para desgastar al Gobierno PSOE-Podemos cuando la legislación penitenciaria las recomienda y favorecen la convivencia. Derrotado el terrorismo por la democracia, la generosidad del Estado es la mejor pedagogía.

Así, la reclamación social de autocrítica al abertzalismo por su pasada complicidad con ETA, que refleja Maixabel, genera debate en su seno. Por eso, Otegi reconoce a la víctima, Maixabel Lasa. Pero Otegi elude lo fundamental: reconocer la valentía de Ibon Etxezarreta, el exetarra autocrítico con su historial en la banda. Es la asignatura pendiente del abertzalismo ante una creciente demanda social de autocrítica.

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