Nueve razones por las que siempre volvería a Portugal
Un mundo rural inalterado, precios asequibles, ciudades monumentales, el mejor café y otros motivos para regresar al país una y otra vez
Una historia común pero marcada por recelos y desconfianzas. Portugal ha estado siempre tan cerca en el espacio y tan lejos del corazón de los españoles que no es de extrañar la imagen de altivos y condescendientes que tienen muchos de ellos de nosotros. Sin embargo, todo eso está cambiando para mejor. He recorrido el país de sur a norte varias veces, a pie, en bicicleta o en coche. Portugal es un destino que nunca defrauda. Nunca entendí el desconocimiento y desapego que, tradicionalmente, se ha tenido hacia nuestro vecino de al lado. Estas son mis nueve razones para volver una y otra vez.
1. La amabilidad portuguesa
Aunque de entrada puedan parecer reservados en exceso, los portugueses son gente muy amable y acogedora que no duda en entablar conversación con el visitante que lo desee. También me sorprendió siempre el alto porcentaje de portugueses que hablan español en comparación con el escaso número de españoles que hablan portugués. Eso, sin duda, te hace sentirte a gusto entre ellos.
2. Asequible de precio
Aunque ya no es tan asequible como hace unos años, Portugal sigue siendo un destino muy económico de precio en comparación con otros destinos europeos.
3. Lisboa y Oporto, eternas y nostálgicas
Considero tanto a la capital portuguesa, Lisboa, como a la ciudad del Duero, Oporto, como dos de las ciudades más encantadoras de Europa. Ambas siempre con ese maravilloso aire nostálgico y de ultramar que enamora. Aunque el centro de Lisboa está cada vez más gentrificado, fuera de puentes y de la temporada alta sigue siendo una ciudad para pasear y deleitarse con su ambiente casi provinciano.
4. ¡Qué bien se come!
La gastronomía portuguesa, bien diferente a la española o la italiana, es excelente y es uno de los grandes atractivos para un viaje. A pesar de tener influencias atlánticas y coloniales, con toques africanos y brasileños, es, en realidad, una cocina muy básica y sencilla, apegada a la tierra y al mar. Más allá de las 365 formas que tienen de guisar el bacalao, según dicen, también cuentan con cerca de 40 restaurantes con estrellas Michelin.
5. Un mundo rural que permanece inalterado
Si bien en todos los países hay una diferencia entre la vida urbana y la rural, creo que en ningún otro país de la Unión Europea (exceptuado Rumanía) es tan acusada como en Portugal. Si te mueves a pie o en coche por lugares remotos, fuera de las rutas turísticas más frecuentadas, descubres un mundo aún anclado en el pasado, que es auténtico y genuino, tanto para lo bueno como para lo malo.
6. Un país sin prisas
No sé si es una percepción personal, pero ¿no notan cuando viajan por Portugal que el ritmo es otro? ¿Qué no hay tanta prisa ni urgencia como en España? Al turista prisillas e irrespetuoso español le desespera que no le atiendan con la celeridad a la que está acostumbrado en un restaurante. Sin embargo, si te dejas imbuir por ese espíritu calmado, la experiencia viajera entra en otra dimensión. Que el fado sea el ritmo nacional habla y da una pista sobre esta forma más sosegada de entender la vida.
7. Sus ciudades monumentales
A pesar de que la mayoría del turismo español se decanta por visitar Lisboa y Oporto, el país tiene otras ciudades y pueblos monumentales que sorprenden. La lista es interminable: Coimbra, Braga, Santarem, Valença do Minho, Ponte de Lima, Évora, Elvas, Óbidos o Tomar, entre otros.
8. Su naturaleza
La pura costa atlántica de Portugal tiene unas playas enormes y solitarias donde los rigores del clima han impedido la llegada del cemento como sí ha ocurrido en el Mediterráneo. Incluso el muy turístico y urbanizado Algarve no tiene nada que ver con el otro mar que baña la península Ibérica. Y si te vas a sus montañas y espacios naturales protegidos, como Serra da Estrela, las riberas del Douro, Peneda-Gerês o Montesinho, alucinas. Y, además, está el Portugal insular: Azores y Madeira son un paraíso para el senderismo, el barranquismo y la observación de la naturaleza.
9. Y, por último, el café
Soy adicto al café. Al buen café. Y en el mundo solo hay dos países donde siempre te lo sirven bueno. Uno es Italia. Y, el otro, es Portugal. En el más remoto y humilde de los bares o tabernas portuguesas, por sencillas o cutres que sean, pides um café, uma bica, um cimbalino, um carioca o uma italiana. Te cuesta 80 céntimos y está buenísimo.