Una vuelta al mundo por los cielos más oscuros: 12 de los mejores destinos para hacer astroturismo
La reserva de luciérnagas Yeongyang, en Corea del Sur; el desierto jordano de Wadi Rum; el observatorio canadiense de Mont-Mégantic; el parque nacional Warrumbungle, en Australia, y otros lugares únicos donde la contaminación lumínica brilla por su ausencia
Desde los albores de la humanidad, el cielo nocturno y sus astros nos han fascinado. Y en el siglo XXI sigue haciéndolo. El turismo astronómico está en auge. Cansados de ver ya lo que nos espera en la Tierra, hay muchos que prefieren dedicarse a mirar el cielo y disfrutar descubriendo estrellas, planetas, nebulosas, galaxias, eclipses, auroras, cometas o lluvias de estrellas.
Para ello es preciso encontrar cielos no contaminados lumínicamente. Estos son 12 lugares repartidos por el planeta que aseguran maravillosas experiencias espaciales, siempre que no haya nubes.
1. Parque nacional del Gran Cañón (EE UU)
Al hablar de los mejores parajes del mundo para ver estrellas, es imposible no pensar en Arizona, uno de los mejores destinos para los aficionados al astroturismo. La International Dark-Sky Association (IDA) se fundó en Tucson, y el Estado de Arizona es el lugar con más sitios certificados de Estados Unidos. Su joya de la corona es el parque nacional del Gran Cañón, declarado Dark Sky Park (parque de cielo oscuro) en 2016.
El Gran Cañón del Colorado, en el noroeste del desierto de Arizona, es uno de los accidentes geológicos más estudiados, ya que sus estratos ofrecen un relato excelente de tres de las cuatro eras geológicas. De enormes dimensiones, tiene una media de 16 kilómetros de ancho y 1,6 kilómetros de profundidad. Las formaciones encontradas en el fondo del cañón datan de hace unos 1.800 millones de años. En total, el espacio protegido ocupa 4.924 kilómetros cuadrados y recibe a más de seis millones de visitantes cada año. La mayoría acude a este parque para admirar sus accidentes geológicos o practicar excursionismo, escalada o rafting en las aguas del Colorado, el río que lo formó. Eso sí, la observación de estrellas es un atractivo cada vez más popular entre los viajeros que desean ver un cielo nocturno como el que los nativos navajos, hopis y havasupais de la zona han gozado durante siglos.
Información en la guía Cielos oscuros y en la guía El Universo, de Lonely Planet
Cada mes de junio (este año, del 10 al 17 de junio), el National Park Service celebra una fiesta estelar de una semana para educar a sus visitantes sobre la importancia de los cielos oscuros para la flora y la fauna —incluidos los humanos— y sobre el impacto de la contaminación lumínica. Entre sus eventos se cuentan conferencias y charlas de astrónomos prominentes, guardabosques, cineastas y fotógrafos, así como sesiones de observación nocturna con telescopios colocados en el North Rim y el South Rim.
Si se quiere evitar el gentío, el cercano monumento nacional del Gran Cañón-Parashant es una alternativa estupenda. Este lugar, que recibió su certificación Dark Sky en 2014 (antes que el propio parque nacional), es uno de sus rincones más remotos y carece de carreteras asfaltadas y servicios para el viajero, así que queda fuera de las rutas más trilladas.
2. Desierto de Wadi Rum (Jordania)
Wadi Rum es uno de los lugares más populares de Jordania. Se convirtió en destino turístico gracias a la película Lawrence de Arabia (1962), y en tiempos más recientes se ha convertido en el plató favorito de películas de ciencia ficción como Marte (The Martian) (2015) y Rogue One: una historia de Star Wars (2016). El área protegida de Wadi Rum, en las entrañas del desierto árabe, parece un paisaje del planeta rojo. Sus dunas, del color de la herrumbre, se extienden por valles formados por enormes rocas rojas que el viento ha ido esculpiendo hasta darles aspecto de gigantes dormidos. Sobrecoge ver aparecer la Luna sobre este paisaje de belleza inhóspita. Es una zona poco poblada y por tanto libre de contaminación lumínica, de ahí que sea uno de los destinos principales para ver el cielo nocturno invernal, que abarca la constelación del mítico cazador Orión y la estrella Sirio, la más brillante del firmamento vista desde la Tierra.
En Wadi Rum, parada habitual de muchos itinerarios en Jordania, se puede disfrutar de una comida tradicional, dormir en una réplica de una tienda beduina, montar en camello o ir en todoterreno por el desierto. Los días calurosos dan paso a noches frías, y basta con alejarse unos pasos de la iluminación de los campamentos para ver estrellas bajo su cielo negro como el carbón. El alojamiento de estilo más extraterrestre de la zona es el Sun City Camp, que contrató a un diseñador europeo para crear cúpulas geodésicas inspiradas en las que aparecen en la película Marte y ofrecen la ocasión de contemplar el cielo mientras el sueño se va adueñando de uno.
Wadi Rum está 97 kilómetros al sur del yacimiento arqueológico de Petra, el destino más famoso del país. Allí no se ven tan bien las estrellas, pero su célebre circuito nocturno es ideal para los que quieran pasar un rato bajo los astros y aprender folclore e historia locales.
3. Reserva natural NamibRand (Namibia)
En las regiones áridas y despobladas suelen estar los mejores lugares para ver estrellas. Así ocurre en los desiertos de Namibia, con uno de los cielos más transparentes del sur de África.
La reserva natural NamibRand se fundó en 1984 como iniciativa conservacionista privada gracias al empresario J. A. Brückner, que para ello compró tierras de labranza en el parque nacional de Namib-Naukluft. Tras esa adquisición, y en colaboración con otros granjeros, Brückner solicitó que la tierra se convirtiera en espacio protegido, y lo logró. Hoy es una de las reservas privadas más grandes de la región, y protege más de 215.000 hectáreas del desierto y la sabana del Namib. En 2012 consiguió la certificación como reserva Dark Sky.
NamibRand ofrece varios alojamientos, entre ellos el lujoso &Beyond Sossusvlei Desert Lodge, que cuenta con observatorio propio, un potente telescopio y un astrónomo residente, lo que lo convierte en uno de los mejores hoteles del mundo para ver estrellas. También tiene con un interesante centro educativo, el Namib Desert Environmental Education Trust (NaDEET).
4. Parque nacional Lauwersmeer (Países Bajos)
Países Bajos es el Estado con mayor densidad de población de la Unión Europea y uno de los que sufre mayor contaminación lumínica, pero también es aquí donde se localiza uno de los mejores lugares de Europa Occidental para ver el cielo nocturno: el parque nacional Lauwersmeer. Cuando se creó, la conservación del cielo nocturno no formaba parte de su plan inicial, pero su ubicación y características geográficas dificultaban las construcciones y brindaron al país la ocasión de crear un enclave de oscuridad en su costa septentrional.
El Lauwersmeer es un lago artificial cerca del mar de Frisia, patrimonio mundial de la Unesco. Se creó en 1969 para recuperar tierra de una zona intermarea. El suelo esponjoso y blando que emergió según se fue retirando el agua sirve de refugio de aves, plantas y mamíferos. En 2003 el Lauwersmeer fue declarado parque nacional, y en 2016 recibió la certificación como parque Dark Sky, lo que permite que tanto de día como de noche sea un área silvestre y virgen única en los Países Bajos.
De día los visitantes se asombran ante el amplio abanico de aves que alberga el parque. Se pueden observar durante todo el año, pero sobre todo en los meses de migración, en primavera y otoño. También es hogar de diversas especies de orquídeas, zorros, ganado y caballos. Ya de noche, hay que mirar arriba para ver qué ofrece Lauwersmeer. El parque está a menos de dos horas de Ámsterdam en coche, pero aquí ya no se ven las luces de la ciudad. En los meses cálidos se puede ver la Vía Láctea, y en la noches de invierno muy despejadas, incluso la aurora boreal.
5. Parque nacional Warrumbungle (Australia)
En la australiana Nueva Gales del Sur hay parques nacionales más cerca de Canberra, Sídney o Brisbane, pero ninguno es tan oscuro como el parque nacional Warrumbungle. Se tarda en llegar allí entre cinco y ocho horas, pero merece la pena para disfrutar de maravillas naturales de día y de noche. Sus programas de conservación del cielo oscuro y la falta de contaminación lumínica favorecieron su inclusión en 2016 en la lista Dark Sky Park del país.
Durante el día se puede explorar la Warrumbungle Mountain Range, una sierra donde se practican actividades de aventura como excursionismo, escalada en roca y rápel. Además, no es difícil ver canguros y koalas, y se pueden recorrer a pie sus cuevas y formaciones volcánicas.
De noche se puede disfrutar de la observación de estrellas, sobre todo si se duerme en uno de sus cuatro campings. El observatorio de Siding Spring, en la zona occidental del parque, tiene varios telescopios, aunque se centra más en la investigación que en la enseñanza o la divulgación. El 30 de septiembre y el 1 de octubre acoge el StarFest, un evento anual en el que se pueden visitar las instalaciones, hablar con los astrónomos y mirar por su telescopio solar.
6. Mont-Mégantic (Canadá)
Mont-Mégantic fue una de las primeras reservas Dark Sky del mundo y se convirtió en un modelo que allanó el camino de la conservación de los cielos nocturnos. Este parque nacional está al sur de la provincia de Quebec, cerca de la frontera canadiense con New Hampshire y Vermont (EE UU), y ocupa 8.547 kilómetros cuadrados, que incluyen a la comunidad de Sherbrooke y las instalaciones de observación del parque nacional.
El lugar es un destino popular para hacer excursiones pero también es estupendo para practicar esquí de fondo y marcha con raquetas de nieve en invierno. Los amantes del parapente y el ala delta disfrutan aquí lanzándose desde el Mont Saint-Joseph; ciclistas de carretera y de montaña recorren sus empinadas laderas, y los observadores de aves gozan admirando sus especies protegidas. También se puede visitar el observatorio de Mont-Mégantic y el centro de visitantes ASTROlab, donde se organizan charlas sobre astronomía, observaciones guiadas con telescopios y grandes prismáticos y eventos especiales como la noche de las Perseidas, del 10 al 13 de agosto, centrada en la lluvia de estrellas más intensa del año: las famosas lágrimas de San Lorenzo. Además. el Observatorio del Mont-Mégantic está en la trayectoria del eclipse total de sol del 8 de abril de 2024, que se podrá ver perfectamente en Norteamérica (México, Estados Unidos y Canada).
7. Parque natural de Westhavelland (Alemania)
El parque natural de Westhavelland está a unos 100 kilómetros al este de Berlín y se fundó en 1998 para proteger los pantanales del río Havel y el cercano lago Gülper, así como las especies de mamíferos y aves que lo tienen por hogar. Con sus 1.313 kilómetros cuadrados, conforma el mayor humedal protegido de Europa y alberga una amplia variedad de aves, entre ellas especies amenazadas.
De día las actividades habituales son la observación de pájaros y el ciclismo. Cuando el sol se pone, se entiende por qué fue la primera reserva Dark Sky de Alemania: su relativa falta de construcciones ha conservado su cielo nocturno y lo convierte en uno de los mejores lugares para ver la Vía Láctea. Se calcula que unos seis millones de personas de la región de Berlín-Brandeburgo pueden acceder fácilmente al parque y disfrutar de sus cielos oscuros. En ocasiones, también es posible ver auroras boreales, algo poco habitual tan al sur de Europa.
Todos los años, en septiembre, se celebra el familiar Westhavelland AstroTreff, un festival de tres días (este año del 18 al 20 de agosto) donde se puede aprender sobre astronomía, identificar los astros, acampar bajo las estrellas o participar de una observación solar durante el día.
8. Kerry Dark Sky (Irlanda)
Sobre el Anillo de Kerry, en la costa occidental de Irlanda, se extienden algunos de los cielos más oscuros del hemisferio norte. La reserva Kerry Dark Sky está considerada desde 2014 como uno de los mejores destinos del país para viajeros ávidos de cielos nocturnos. Quienes visiten el Anillo de Kerry o la Ruta Costera del Atlántico en busca de castillos espectaculares y misteriosos círculos de piedra tal vez no sepan que están al lado de un paraje de primer nivel para contemplar el firmamento.
El paisaje rural y los espacios abiertos de Irlanda son hermosos de día y garantizan cielos límpidos cuando el Sol se pone (siempre que no esté nublado). Esta reserva ocupa 699 kilómetros cuadrados y contiene varias poblaciones pequeñas, aunque la contaminación lumínica es escasa, incluso la procedente de la ciudad de Killarney, a solo 64 kilómetros de allí.
Además de circuitos diurnos centrados en su fauna, geografía e historia, existe un servicio de guías especializados que ayudan a sacar el máximo partido a los lugares de observación de noche. Los guías se centran en las constelaciones, la ciencia de la astronomía moderna y la importancia de los astros en la cultura del Neolítico, pues desempeñó un papel relevante en la ubicación y significado de muchos de los círculos de piedra y ruinas del mágico condado de Kerry.
Si se sigue hacia el norte la Ruta Costera del Atlántico hay que detenerse también en el parque nacional de Ballycroy y la Wild Nephin Wilderness, en la Bay Coast. Ambas zonas protegidas estan integradas desde 2016 en el Mayo Dark Sky Park. Durante el día se puede aprender más sobre este paisaje de ciénagas y turberas, y ya de noche, disfrutar del cielo desde la Claggan Mountain Boardwalk.
9. Condado de Mackenzie (Nueva Zelanda)
A lo largo de la historia, la humanidad ha organizado la bóveda celeste asignando unas agrupaciones arbitrarias a las estrellas, que llamaron constelaciones. La imaginación permitió asociar los dibujos que formaban con animales o figuras mitológicas, diferentes según la civilización que observaba. Antes de la luz artificial y la energía eléctrica, las estrellas procuraban el principal espectáculo nocturno, y los relatos y leyendas acerca de los astros, constelaciones y demás fenómenos astronómicos son muy numerosas en todas las culturas. Los maoríes de Nueva Zelanda no solo tejieron un complejo folclore sobre el cielo nocturno, sino que se servían de las estrellas para navegar entre los archipiélagos del Pacífico, a lugares tan remotos como Polinesa o la isla de Pascua.
La reserva de Mackenzie, situada en el corazón de la isla Sur, es uno de los mejores lugares del país para ver el cielo de noche. La integran el parque nacional Aoraki/Mount Cook y la cuenca del río Mackenzie, y en 2012 recibió el certificado Dark Sky para que pudiera seguir protegiendo los cielos nocturnos de la zona.
Algunas de las actividades diurnas dentro de la reserva son el excursionismo y la escalada en roca. También se puede ir en barca por los lagos Tekapo y Pukaki, de aguas turquesas procedentes de glaciares. De noche los visitantes se reúnen en el observatorio de Mount John para ver las estrellas, y en las noches despejadas de invierno incluso observar la aurora austral.
10. Parque ecológico y reserva de luciérnagas Yeongyang (Corea del Sur)
El parque ecológico y reserva de luciérnagas Yeongyang se encuentra en un valle del área de protección del paisaje ecológico de la cuenca del río Wangpi, al este de Corea del Sur, uno de los pocos lugares de país con un cielo nocturno limpio de contaminación lumínica, lo que le valió recibir la certificación Dark Sky en 2015. El contraste con la bulliciosa y ultramoderna Seúl es impresionante. Al estar relativamente cerca en tren desde Busán, Daegu o Seúl, los cerca de 16 millones de residentes en esas ciudades —y los millones de la región entera—, así como los viajeros, pueden visitarlo en una cómoda salida con pernoctación.
El parque tiene alojamiento, un centro educativo, observatorio y planetario. Se recomienda detenerse a ver Cheomseongdae, en Gyeongju, uno de los observatorios astronómicos más antiguos de Asia. Es una torre de piedra que data del siglo VII y cuya construcción parece basarse en el calendario astronómico. Incluso su nombre significa “mirador de estrellas” en coreano.
11. Parque nacional de Brecon Beacons (Gales)
En Brecon Beacons, en el corazón del sur de Gales, se pueden explorar campos ondulados, escalar montes, presenciar ocho milenios de historia humana y también contemplar algunos de los cielos estrellados más oscuros de Gran Bretaña. Este parque nacional está a menos de dos horas en coche al norte de Cardiff, al capital de Gales, pero parece otro mundo.
Casi todos sus visitantes dedican el día a explorar su variado paisaje, marcado por cuatro cordilleras. Entre sus cerros se contemplan lagos y cascadas, así como monumentos megalíticos. Una de las mayores atracciones turísticas diurnas está bajo el suelo: su red de cuevas naturales y minas subterráneas.
De noche cubre el parque un cielo certificado como reserva Dark Sky desde 2013. Se pueden ver las estrellas desde un círculo de piedras o en las afueras de los pueblos, con baja contaminación lumínica. En las noches despejadas pueden verse las galaxias de la Vía Láctea y Andrómeda y, a veces, se ha detectado la aurora boreal.
La Cardiff Astronomical Society celebra eventos todo el año para animar a disfrutar de los parques nacionales de Gales y sus cielos oscuros. Los amantes de la historia y la arqueoastronomía también pueden visitar los fascinantes círculos de piedra hallados en Powys, construidos siguiendo alineaciones astronómicas.
Brecon Beacons es uno de los tres parques nacionales de Gales y el primero con certificación Dark Sky. Hay otro en Snowdonia, un paisaje lleno de lagos y cascadas a menos de cuatro horas en coche al norte de Cardiff, donde está el punto más alto de Gales. El parque nacional de Pembrokeshire Coast es asimismo un Dark Sky Discovery Site.
12. Monumento nacional y reserva Craters of the Moon (EE UU)
Esta reserva y monumento nacional se halla en la llanura del río Snake, al sur del Estado de Idaho, uno de esos lugares donde parece que se está en la Luna. Llamó por primera vez la atención gracias a un número de la revista National Geographic de 1924 que se refería a sus accidentes geológicos como “cráteres lunares”, porque recordaban a los del satélite de la Tierra. Aquel mismo año, el lugar fue declarado monumento nacional. A diferencia de los cráteres de la Luna, fruto de impactos de meteoritos, este es un paraje volcánico, con tubos, conos de escoria, formaciones basálticas y enormes ríos de lava solidificados. A pesar de su apariencia alienígena, es un buen ejemplo de la tumultuosa historia geológica de nuestro planeta.
Los fotógrafos astronómicos sacarán provecho de las formaciones de roca y lava para componer imágenes espectaculares con el cielo estrellado de fondo. En 1969 la NASA lo utilizó como campo de entrenamiento para los astronautas de las misiones lunares: era el lugar ideal para que esos exploradores espaciales en ciernes, más pilotos que geólogos, aprendieran a recoger muestras de rocas pensando en los especímenes más valiosos desde el punto de vista científico. En 2017 fue reconocido por la International Dark-Sky Association (IDA). Además, se halla junto a una de las mayores áreas de cielos oscuros de EE UU, el Central Idaho Dark Sky Sanctuary.
Su inusual terreno y elevada altitud provocan la sensación de estar fuera del mundo, en especial de noche. Y una buena pista viajera: en los meses cálidos se permite acampar en tienda de campaña y también vivaquear, si se lleva el equipo adecuado.
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