12 grandes rutas por carretera en Europa

Por la costa de Irlanda (Irlanda y Reino Unido). Para hacer bien esta ruta, lo ideal sería abordarla con calma en dos semanas. Es una carretera que explora los confines escarpados, pintorescos y asombrosos de Irlanda. Saliendo de Dublín hacia Irlanda del Norte, y después dando un rodeo por el norte, oeste y sur de la isla, esta ruta atraviesa paisajes espléndidos, cordilleras, pueblos tradicionales y animados centros urbanos como Belfast, Galway, Sligo y Cork. Si queremos añadir un circuito por las islas de Irlanda, se pueden explorar las Aran, más allá de la belleza inhóspita de Connemara, y elegir como destino final el pueblo costero de Ardmore, que es uno de los más bonitos del sudeste. Inicio: Dublín. Final: Ardmore. Distancia: 1.300 kilómetros.

Serpenteando por los cinco lagos (Italia). Los lagos del norte de Italia, formados al final de la Edad de Hielo son un socorrido lugar de vacaciones desde la época romana, y tienen una belleza imperecedera. En el lago Maggiore, los palacios de las islas Borromeas parecen una flota de navíos, con sus señoriales salones de baile y sus grutas decoradas con conchas, mientras el canto de sirena del lago de Como atrae a estrellas de Hollywood hasta sus discretas laderas cubiertas de bosques. Para disfrutar de esta ruta hay que seguir la carretera que comienza aferrándose a las costas del Maggiore, desde la localidad turística de Stresa al bonito pueblo de Cannobio, para luego retroceder 22 kilómetros hasta Verbania para embarcarse en el ferri que cruza el lago hasta Laveno. Hay que seguir hasta el lago de Como y visitar la elegante ciudad del mismo nombre, aún hoy la mayor productora de artículos de seda de Europa. Después de un espectacular trayecto hacia el noreste es imposible no quedarse boquiabierto con los pueblos que se asoman al agua: Bellagio, Tremezzo y Varenna, antes de bajar de nuevo por el otro brazo del lago. Inicio: Stresa. Final: Bergamo. Distancia: 206 kilómetros.

Una ruta de cuento por Alemania. Érase una vez dos hermanos que publicaron un compendio de cuentos de fantasía que cautivaron a lectores de todo el mundo hasta día de hoy: los hermanos Grimm. La Ruta Alemana de los Cuentos de Hadas no solo une lugares de paso de Jacob y Wilhelm Grimm, sino también aquellos sitios que inspiraron las fábulas, leyendas y sagas que recopilaron. Curiosear por la casita donde Blancanieves vivió con los siete enanitos; pasar la noche en el castillo rosado de la Bella Durmiente... La ruta empieza en el pueblo natal de los Grimm, Hanau, al este de Fráncfort del Meno, y enfila sinuosa por aldeas de casas de vigas entramadas, castillos cautivadores y bosques encantados para terminar en la escultura de un burro, un perro, un gato y un gallo –los famosos músicos de Bremen–. Esta Ruta de Cuento se puede hacer completa o por tramos. Inicio: Hanau. Final: Bremen. Distancia: 600 kilómetros.

Autopista del Ártico (Noruega). En cualquier otro país, la autopista del Ártico —la principal vía de comunicación del interior entre el norte y el sur de Noruega, también conocida como la E6— sería aplaudida por sus paisajes, y con razón. Pero al compararla con la bellísima carretera costera de Kystriksveien, siempre se queda corta. La autopista del Ártico tiene más tráfico y es la ruta más rápida entre el norte y el sur, pero también traza un camino espectacular entre las montañas que separan Noruega de Suecia y aquellas que protegen el interior de la costa. Hay muchas maravillas: aldeas tranquilas; bosques de pinos aferrados a montañas escarpadas; y fiordos inesperados que no son menos bonitos porque nadie, salvo los lugareños, sepa su nombre. Las paradas a lo largo de esta ruta incluyen las cascadas de Laksforsen, la pared de hielo encarada al este del parque nacional Saltfjellet-Svartisen, y el Círculo Polar Ártico (en la foto), en un valle indómito y nevado. Si es posible, se deben recorrer las dos. Inicio: Trondheim. Final: Fauske. Distancia: 650 kilómetros.

De Sofía a Bansko (Bulgaria). Para conocer Bulgaria puede ser una buena idea seguir esta ruta de varios días que cubre algunas maravillas de Bulgaria, y la fabulosa carretera en las montañas Ródope. Se empieza en Sofía, con su catedral Alexander Nevsky, su calle de ladrillo amarillo (de verdad) y los murales de la iglesia de Boyana. Se enfila hacia el este hasta la capital medieval Veliko Tarnovo, presidida por la fortaleza de Tsarevets. Después se toma el paso de Shipka hasta Plovdiv para ver su anfiteatro romano y la enorme mezquita Dzhumaya. Lo siguiente es la fortaleza en ruinas de Asenovgrad y el sereno monasterio de Bachkovo. Se pueden pasar días explorando las montañas Ródope, al suroeste de Plovdiv, pero dando prioridad a tres pueblos lacustres —Trigrad, Dospat, Golyam Beglik— y finalmente a la aldea de Septemvri. Aquí se puede tomar el último tren de vía estrecha de Bulgaria hasta la estación de esquí de Bansko. Se duerme en Bansko y se regresa en tren a Septemvri para recoger el coche. Inicio: Sofía. Final: Bansko. Distancia: 669 kilómetros por carretera y cuatro horas y media en tren.

Región de los lagos (Finlandia). Una cuarta parte de la región de los lagos finlandesa es agua —aquí hay al menos 55.000 lagos que la convierten en el distrito lacustre más grande de Europa—. Conducir por esta zona es confundir paisajes hasta el punto de no llegar a distinguir entre agua y carretera. Desde Varkaus hay menos de una hora en coche hasta el Hotel-Spa Järvisydän, con toda suerte de instalaciones para empaparse y sudar. Aunque no todas son para relajarse, pues en este paisaje de agua se puede nadar y remar, pescar y salir en barco, o, en invierno, patinar sobre hielo y caminar con raquetas de nieve. En Finlandia se puede acampar libremente en casi en cualquier sitio, aunque los hoteles también son tentadores. La Ollinmäki Wine Farm, en las afueras de Anttola, cuenta con villas, comida fabulosa, vino de la casa y lagos para darse un chapuzón al final de la ruta. Inicio: Varkaus. Final: Anttola. Distancia: 138 kilómetros.

Toscana (Italia). Después de enamorarse de las maravillas renacentistas de Florencia, es casi obligado ir hacia las colinas y las carreteras flanqueadas de cipreses de la Toscana rural para dejarse seducir de nuevo. No es solo el paisaje el que enamora, sino también los pueblos medievales, la comida y vinos excelentes, y un ritmo de vida que obliga a alargar el almuerzo y a pasear sin prisas. La estrella del espectáculo es Siena, el sempiterno rival de Florencia que prosperó a principios del siglo XIV, pero fue afectada por la peste en 1348. Su buena estrella se quebró, la ciudad entró en decadencia, dejando sus maravillas arquitectónicas intactas. En San Gimignano, los mercaderes medievales se lucieron construyendo torres, a cuál más alta, mientras Volterra nos despertará el interés por los romanos, los etruscos y el medievo. También hay que brindar en Montalcino o Montepulciano con los vinos más preciados de la región. Inicio: Florencia. Final: Montepulciano. Distancia: 205 kilómetros.

Lot y Dordoña (Francia). Este recorrido rural se sumerge en las regiones francesas de Lot y Dordoña, pasando por acantilados y gargantas calcáreos, montes cubiertos de bosques y châteaux fantasiosos que se asoman al río Dordoña. Se arranca en la medieval Loubressac, con sus maravillosas vistas del valle. Se sigue rumbo sur por plácidas carreteras comarcales hasta Autoire y se sube hasta las ruinas del Château des Anglais, encajado en la pared de roca. Se va al norte hasta Prudhomat, con su castillo cimero, y se zigzaguea rumbo oeste por el Dordoña, pasando por las preciosas Carennac, Gluges y Creysse. Hay que hacer una pausa para una comida de estrella Michelin en el hotel restaurante del château de la Treyne, en equilibrio cinematográfico al borde de un precipicio sobre el río. O continuar hacia el oeste hasta tres châteaux espectaculares: el Beynac, del siglo XII, en un risco escarpado de caliza; la fortaleza medieval de Castelnaud, con su museo de guerra; y el Milandes, del siglo XV, donde la famosa corista de París Josephine Baker vivió en las décadas de 1940 y 1950. Inicio: Loubressac. Final: Château des Milandes. Distancia: 120 kilómetros.

Paso de Bernina (Alpes Suizos). El asombroso tramo de carretera alpina que rebasa el paso de Bernina (2.328 metros) está abierto todo el año y comunica la lujosa y turística St. Moritz, en Suiza, con Tirano, en Italia. Es una ruta para recorrerla con tiempo, ya sea como salida de un día o como parte de un circuito más largo por Europa. En la vertiente norte del paso se puede parar en el magnífico pueblo turístico de Pontresina, o tomar el teleférico Diavolezza para unas vistas del glaciar Morteratsch y el Piz Bernina, el pico más alto de los Alpes orientales, de 4.049 metros. Desde el lago Bianco, la carretera desciende por muchas curvas cerradas y empinadas hasta el Val Poschiavo y el precioso y pequeño lago de Poschiavo. Conviene fijarse en el viaducto de Brusio del tren Bernina Express, donde las vías trazan una espiral para perder altitud antes de cruzar la frontera. Inicio: St. Moritz, Suiza. Final: Tirano, Italia. Distancia: 63 kilómetros.

Istria (Croacia). Aunque pertenezca oficialmente Croacia, en esta soleada península hierve un rico guiso cultural y lingüístico. Un viaje por carretera promete un poco de la 'dolce vita', con comunidades de etnia italiana que residen en sus localidades costeras. El pueblo más bonito es Rovinj, cuya torre de la iglesia de Santa Eufemia es el vivo retrato del campanario de la veneciana plaza de San Marcos. Siguiendo por la costa rumbo sur, orillando calas azules y a la sombra de pinos carrascos, pronto se llegará a Pula, con un anfiteatro romano de película. Además, es la entrada al archipiélago que forma el Parque Nacional de Brioni. Se recorre la costa este de Istria hasta el puerto de Rijeka para luego torcer hacia el interior y regresar a Rovinj, pasando por campos arbolados y pintorescos pueblos cimeros como Buzet y Motovun. Inicio y final en Rovinj. Distancia: 300 kilómetros. Alamy Stock Photo

Entre diques y canales (Países Bajos). Los holandeses saben mucho de gestión del agua y esta ruta por la costa oeste de los Países Bajos pasa por algunos de los diques, presas y esclusas más impresionantes del país. Se empieza en Middelburg, la capital medieval de la provincia de Zelanda, hoy más conocida por su delicioso marisco. Con tanta playa y camping, tampoco hay ninguna prisa para ir al norte. Se conduce a través del Oosterscheldekering, parte del impresionante Plan Delta que protege el suroeste de los Países Bajos del mar. Se puede parar en la moderna Róterdam, la segunda ciudad del país, o seguir hasta peculiares ciudades más pequeñas como Delft o Gouda. Se sigue la costa, que forma una larga y maravillosa playa, hasta localidades costeras como Katwijk aan Zee y Bloemendaal. Si nos quedan más ganas y más días, podremos también emprender una ruta secundaria hasta Ámsterdam y cruzar el río IJ para continuar por la costa o tomar la ruta oriental siguiendo el antiguo Zuiderzee. Acto seguido se toma un ferri en Den Helder para una corta travesía hasta la apacible isla de Texel, la última parada.