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Turismo termal en Cantabria a orillas del río Pas

En Alceda confluyen la carretera N-623, el cauce fluvial cántabro y una vía verde que en el pasado fue una línea ferroviaria que trasladaba, desde Santander hasta Astillero, mercancías y turistas a los balnearios de Puente Viesgo y Ontaneda-Alceda

Vista del Gran Hotel Balneario de Puente Viesgo, junto al río Pas (Cantabria).
Vista del Gran Hotel Balneario de Puente Viesgo, junto al río Pas (Cantabria).Joaquin Ossorio-Castillo (Getty Images)

La carretera N-623 comunica el puerto del Escudo con Puente Viesgo, un recorrido de 32,5 kilómetros de distancia que atraviesa varios de los municipios que forman parte de la comarca cántabra de los Valles Pasiegos: Luena, Corvera de Toranzo, Santiurde de Toranzo y Puente Viesgo.

A la altura de Entrambasmestas, un pueblo que se tarda más en decir su nombre que en atravesarlo, el río Pas hace acto de presencia y se adentra en el valle de Toranzo. En sus aguas hay truchas y salmones que se benefician de la sombra que les brinda el bosque de ribera de sus orillas. En las mismas encontraron acomodo los balnearios de Alceda y Puente Viesgo, dos centros termales hoy comunicados por la vía verde del Pas, que en el pasado fue una línea ferroviaria que unía Astillero con el conjunto urbano de Ontaneda-Alceda.

Alceda es un pueblo a los pies del puerto del Escudo y atravesado por la N-623. Una carretera que le da vida. El trasiego de coches y gente hizo que florecieran negocios que todavía hoy funcionan, desde gasolineras, supermercados y restaurantes hasta los obradores de los fabricantes de sobaos y quesadas Casa Olmo y Luca. El ajetreo de este sitio se ve, la grandeza se intuye. En sus calles se suceden edificios hidalgos, palacios y casonas blasonadas de los siglos XVI, XVII y XVIII, propiedad de indianos que las construyeron para perpetuar sus apellidos. En la comarca de los Valles Pasiegos los que más se repiten son Bustamante, Rueda, Ceballos, Cobo o Mantecón. Unos linajes que fueron parte de esa alta sociedad que, junto a las élites santanderinas y a la Familia Real de la época, frecuentó durante la Belle Époque el Hotel Balneario de Alceda. Años de esplendor en los que por temporada se juntaban aquí unas 6.000 personas, hasta que estalló la Guerra Civil y el número de visitantes se redujo considerablemente.

El río Pas, a su paso por la localidad cántabra de Puente Viesgo.
El río Pas, a su paso por la localidad cántabra de Puente Viesgo.Alamy Stock Photo

El balneario de Alceda ocupa un edificio decimonónico que conserva las puertas, los azulejos y las bañeras de mármol de una sola pieza. En como si sus clientes accedieran a un mundo que ya no existe. Se encuentra junto al parque público de Alceda, en la orilla occidental del río Pas, rodeado de árboles centenarios. Montse Sañudo, pluriempleada en el balneario por culpa de la pandemia, dice que este establecimiento es un hotel de tres estrellas y un balneario de diez. Sus aguas cloruro sódicas, sulfúrico azoadas, emergen del manantial más caudaloso y rico en termalidad y mineralización de cuantos existen de su clase en Europa. Cada día arroja 3.640.000 litros de agua termal a una temperatura constante de 26,87 grados (temperatura de las dos piscinas exteriores; dentro del balneario, el agua se calienta para que los tratamientos sean más efectivos). El primer componente de su agua es el azufre, algo que se huele nada más entrar. Según cuentan, es un agua ideal para tratamientos dermatológicos, problemas circulatorios, antiestrés, enfermedades del aparato respiratorio, renal y urinario y el reuma. Los platos de El Parque, el restaurante del balneario, están a la altura de su agua.

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En el parque público de Alceda arranca la vía verde, esa que ha heredado las vías del antiguo ferrocarril que nunca llegó a ir más lejos de Ontaneda y que dejó de funcionar en la década de los setenta del siglo pasado. A lo largo de sus 34 kilómetros, cada cierta distancia, hay un área de descanso, además de un aparcamiento para autocaravanas. Entre Ontaneda y Puente Viesgo, aparte de cambiar de municipio, la vía cruza a la orilla oriental del Pas por un puente de hierro muy cinematográfico. Una de las zonas de parada se encuentra junto a un antiguo acueducto, justo enfrente del bar Los Arcos. Más adelante se suceden la torre renacentista del convento de los franciscanos de Soto, un viejo lavadero, playas fluviales y la antigua estación de tren de Puente Viesgo, que en la actualidad alberga el Centro de Interpretación de la Red Cántabra Rural Naturea.

Puente Viesgo es un pueblo en el corazón de Cantabria, asentado a ambas orillas del Pas y a los pies del Monte Castillo, un centro neurálgico prehistórico y de arte rupestre. En este pintoresco núcleo urbano destacan su arquitectura regionalista montañesa y su exquisita jardinería. Para Jorge Garzón, guía e intérprete de naturaleza, lo que se ve desde la senda de los pescadores —el río secundado por unas orillas rocosas— es la calle Mayor de Puente Viesgo, sin soportales ni tiendas en las que gastar dinero. Excepto en el Gran Hotel Balneario de Puente Viesgo. En sus orígenes una caseta de baños sobre un manantial de aguas mineromedicinales que a partir de 1843 empezó a ser lo que es hoy. Su época de apogeo fueron los primeros años del siglo XX, cuando recibió, entre otras personalidades, al marqués de Comillas, Benito Pérez Galdós y Marcelino Menéndez Pelayo para tratarse en sus aguas. Después vino la decadencia y el abandono, hasta casi finales del siglo XX, cuando se hizo con el balneario un empresario hostelero cántabro que le devolvió la gloria perdida.

Interior de la piscina de flotación del Balneario Puente Viesgo.
Interior de la piscina de flotación del Balneario Puente Viesgo.

En la actualidad es balneario, hotel y el restaurante El Jardín. En Puente Viesgo también se puede comer en los restaurantes La Terraza y La Unión, muy cerca uno del otro y pegados los dos a la N-623, como la nueva sede de Casa Ibáñez. Un establecimiento que es obrador, tienda y cafetería, tres opciones para degustar sus esponjosos, jugosos y sabrosos sobaos. Todo ello dentro de una casona del siglo XIX que fue un hotel en el que se alojó en 1909 el príncipe Alberto I de Mónaco durante una visita a la cueva de Altamira y las vecinas de Monte Castillo.

Dibujo de un bisonte en la cueva del Castillo, en Puente Viesgo.
Dibujo de un bisonte en la cueva del Castillo, en Puente Viesgo.Gonzalo Azumendi (Getty Images)

La del Castillo es una cueva abierta al público donde se puede contemplar arte rupestre original: manos en negativo, caballos, bisontes, representaciones humanas y símbolos fueron pintados con óxido de hierro, carbón, pigmentos vegetales y aprovechando los relieves, volúmenes y fisuras de las rocas de esta caverna que fue un refugio durante más de 150.000 años. Un conjunto artístico que se ha podido conservar gracias a las condiciones climáticas del interior: 12 °C y un 99% de humedad relativa del aire. Las cuevas del Monte Castillo son como un balneario sin agua para el arte rupestre.

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