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Un simpático ‘selfie’ en India

En Chandigarh, la misma ciudad en la que Le Corbusier levantó edificios legendarios, surge un extravagante jardín con esculturas de desechos que atrae a miles de turistas al día

Selfie con algunas de las esculturas del Rock Garden de Chandigarh (India).
Selfie con algunas de las esculturas del Rock Garden de Chandigarh (India).Getty

India no se detiene en Delhi, el Taj Mahal o los palacios de Rajastán. Es un subcontinente ina­barcable, expansivo, desbordante incluso cuando se pretende contener su esencia. En ello puso todo su empeño Le Corbusier, arquitecto francosuizo de mente cartesiana y renombre internacional, artífice de Chandigarh, ciudad al norte del país junto a la frontera con Pakistán. Chandigarh es una urbe joven, concebida con escuadra y cartabón para dotar de capitalidad al Estado de Punyab, que perdió Lahore tras la partición de India en 1947. Al abrigo de la construcción de la nueva capital, un inspector de carreteras fue dando forma a un universo paralelo muy alejado del plano ortogonal sobre el que se diseñaban calles y edificaciones. Un mundo onírico habitado por cientos de pequeñas estatuas nacidas de los escombros de obra que, tras los años, darían vida al Rock Garden —Jardín de Piedra—, un derroche de imaginación y creatividad que hoy figura entre los lugares turísticos más visitados en India.

Javier Belloso

“La curva es ruinosa, difícil y peligrosa: paraliza”, postulaba Le Corbusier en una de sus populares máximas. Enemigo acérrimo de las sinuosidades, el aclamado arquitecto no sobrevivió al descubrimiento del Rock Garden, que fue creciendo a la par que Chandigarh en la clandestinidad. En el transcurso de su trabajo diario como inspector de carreteras, Nek Chand cultivó un gusto particular por los desechos de obra, la materia prima de sus sueños. En las enormes escombreras de una ciudad en proceso de construcción, Chand encontró todo lo necesario para dar vida a una realidad paralela alejada de las teorías racionalistas y de la urbe dividida en sectores que estaba viendo nacer. Un mundo propio fabricado con fragmentos de loza, inodoros, vidrios, enchufes, alambres, chapas y trozos de pulseras rotas que en manos de Chand se convirtieron en estatuas de bailarinas, aguadoras, gaiteros, animales, soldados, dioses y diosas a la imagen del superpoblado panteón hinduista. A lo largo de 15 años, una gran familia de hasta 2.000 estatuillas fue cobrando vida de espaldas a la ciudad, ocupando terrenos públicos sin autorización hasta que en 1973 las autoridades locales descubrieron la obra de Chand y se preguntaron qué hacer con todo aquello.

En una ciudad de nueva creación, limpia, ortogonal, dividida en sectores y subsectores, conceptualmente perfecta, en una ciudad, en definitiva, tan ajena a India, había crecido una extensa troupe de reproducciones humanas y animales elaboradas con cascotes. La administración local decidió que tanto ingenio merecía un hogar y que el autor debía consagrarse en exclusiva a la realización del proyecto. Chand pasó a tener un contrato fijo con el Ayuntamiento y contó con la ayuda de un equipo de 50 trabajadores para construir un parque de recreo, marco soñado para su ingente prole. ¿Cómo habría reaccionado Le Corbusier, el purista, el teórico, ante la construcción del Rock Garden? El jardín fue concebido como una caja de sorpresas, antítesis de la cuadrícula sobre la que se levanta Chandigarh, un paisaje onírico que da rienda suelta al imaginario indio: barroco, multicolor, inesperado y multisensorial.

Esculturas en Rock Garden, en Chandigarh (India).
Esculturas en Rock Garden, en Chandigarh (India).Getty Images

El Rock Garden es hoy uno de los lugares turísticos más frecuentados en India, con una media de 5.000 visitas diarias. Para recorrer el enorme recinto de 20 hectáreas son necesarias al menos dos horas y calzado cómodo. En el interior el paseo transcurre a través de callejuelas estrechas y zigzagueantes con las paredes recubiertas de una suerte de trencadís gaudiniano de loza blanca. Los pasadizos se suceden uno tras otro para desembocar en espacios abiertos, amplios patios poblados por los seres de Chand que observan desde lo alto, impasibles, al visitante. Las figuras se distribuyen sin mezclarse. Bailarinas por un lado, perros por otro. Más allá, los soldados. Casi el único orden en un recorrido laberíntico salpicado de un paisajismo de cascadas de agua y lagos artificiales en la frontera del kitsch.

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El jardín es ahora el mayor atractivo turístico de Chandigarh, muy por delante del Capitol Complex, el centro administrativo concebido por Le Corbusier para la nueva capital y reconocido por la Unesco como patrimonio mundial. Familias con niños de todas las edades, grupos de adolescentes y parejas de enamorados se acercan diariamente a este jardín bollywoodiano para perderse dentro del enrevesado itinerario en busca del mejor selfie, pasión india de magnitud inconmensurable entendida, quizá, como forma de autoafirmación en un maremágnum de 1.300 millones de habitantes.

En junio de este año se cumplió el segundo aniversario de la muerte de Chand, hoy bautizado como padre del Best out of Waste (reciclaje imaginativo). Chandigarh, The City Beautiful, la ciudad con mayor renta per capita de India, le rinde homenaje con la inauguración de la tercera ampliación del jardín para mostrar uno de sus proyectos inéditos más queridos: el Poblado de las Muñecas de Trapo, y albergar, ahora sí, definitivamente, el mundo en un jardín.

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