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<b>El equipo eterno.</b> 18 de febrero. Wanda Metropolitano. Atlético de Madrid-Liverpool de Champions. El comentarista y exjugador Michael Robinson, fallecido el 28 de abril víctima de un cáncer, junto a su inseparable compañero durante 25 años, Carlos Martínez.
El equipo eterno. 18 de febrero. Wanda Metropolitano. Atlético de Madrid-Liverpool de Champions. El comentarista y exjugador Michael Robinson, fallecido el 28 de abril víctima de un cáncer, junto a su inseparable compañero durante 25 años, Carlos Martínez. Francis Tsang

Empiezo a pensar, querido Michael, que se te está yendo la mano con las casualidades. Miro por la ventana y desde la habitación del hotel solo veo la playa de la Caleta, aquí en tu Cádiz querido. No es mal lugar para escribirte.

Acabamos de comer en el chiringuito de enfrente y un paisano me ha hablado de ti; después de intercambiar tres palabras se ha despedido diciéndome: “Es lo que hay”, tu frase favorita. Casi se me vuelven a saltar las lágrimas, si me hubieran dado un euro por cada vez que te he oído esa sentencia, pura filosofía vital, sería más rico que el ganador del euromillón.

El tiempo pasa, claro. Casi llevamos media Liga sin ti. Álvaro Benito se ha incorporado al equipo; ya ves, en esto no errábamos cuando hablábamos de los que venían por detrás: es el mejor. Te hubiera gustado compartir más con él.

Maldini sigue a lo suyo, con el mismo entusiasmo. Solamente sale del parque de bolas en el que vive para insistirme cada poco que deberíamos hablar más de ti en las transmisiones. No sé qué decirle. Quizás tenga razón, pero se me sigue encogiendo el estómago cuando sale tu nombre en cualquier conversación.

Hace unos días me pasaron, antes de que se emitiera, la campaña de Navidad de Campofrío y pensé: lo que son las cosas… Si te digo en vida que una marca de embutidos te iba a hacer un guiño que te hubiera gustado, me hubieras mandado a esparragar. Pues, guiri, lo han clavado. Ese espíritu tuyo capaz de disfrutar de lo que hubiera: ostras o panceta. Perfecto, mejor ostras, aunque sean envueltas en beicon crujiente, que te perdías por esa aberración; pero si había buen rollo igual daban papas fritas que torreznos. El caso era disfrutar.

Este fútbol sin gente no te hubiera gustado. Un ratito, sí. Justo el del tomarse el respiro que no te daban los aficionados por su exceso de cariño, pero no sabes cómo se echa de menos.

De ti, que te voy a contar, ya nadie me mira condescendiente cuando bajo de la habitación del hotel esos cinco minutos tarde tradicionales. Me cuesta, también, encontrar con quién hablar de esas cosas absurdas de las que discutíamos: la dignidad, la ética del periodismo, la necesidad de entretener… Y sigo esperando, inútilmente, que cualquier conversación termine con tu lengua de trapo soltando una sentencia de apenas 10 palabras en las que clavabas la esencia de horas de divagaciones.

Se acaba de poner el sol detrás del mar, el viento sigue silbando en la bahía. Me tengo que aviar. En una hora empezamos la retransmisión en el Carranza. Sé que este país ha logrado hacerte sentir como auténtico el You’ll never walk alone, el himno del Liverpool. Pero te confieso, Michael, que estamos bastante solos porque tú ya no caminas por aquí.

PD: Esta sí que no te la vas a creer. Tu Cádiz, después de 12 jornadas, iba quinto y ya le ha ganado a Madrid y Barcelona. ¿Seguro que no tienes nada que ver? ¡Ese Cádiz, oé!

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