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Medusas que alimentan a chinos y empoderan a madres de familia indígenas

Más de 4.500 mujeres salvan la delicada economía familiar en La Muskitia, Honduras, gracias a la pesca y exportación de los cnidarios, un producto gourmet demandado por la alta cocina asiática

Un grupo de mujeres indígenas de La Muskitia muestra las medusas que procesa para luego ser vendidas.
Un grupo de mujeres indígenas de La Muskitia muestra las medusas que procesa para luego ser vendidas.Ayuda en Acción
Noor Mahtani

Hace ocho años que a los hijos de Bessy Melado Wood no les falta un solo cuaderno. Y apenas unos meses consiguió ahorrar lo suficiente para comprar su propio cayuco y una atarraya para pescar langosta, camarón y, sobre todo, medusa. Gracias a la recolecta y exportación de este pequeño cnidario ha entrado un segundo sueldo en la modesta familia de Melado. Y es ella quien lo gestiona. Sonríe al otro lado de la pantalla, sin esconder su alegría: “Estoy muy orgullosa de lo que he conseguido”. Como ella, cerca de 4.500 mujeres indígenas de la región de La Muskitia, al noroeste de Honduras, han impulsado durante años la economía local gracias al mercado asiático que demanda este producto como plato gourmet. Sin embargo, la crisis del coronavirus ha paralizado por completo las ventas en el extranjero en plena temporada de pesca: “Hay medusas desde agosto, pero no hay compradores. No sé qué vamos a hacer. Nosotras dependemos de esto”, lamenta la pescadora.

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En este pequeño pueblo costero de 104.000 habitantes nadie come medusas. A 14.000 kilómetros de allí, en países como China, Japón y Corea, este animal es un selecto ingrediente que se prepara tanto seco como temperado y en salsa. “No, no, no”, repite Wendy Paulisto entre risas y con una muesca de rechazo impregnada en la cara, “lo hemos probado por saber qué es lo que comen allá”, explica la secretaria de la junta directiva de Pescadores de Medusa de Yaurabila. “Pero aquí no es típico”, reconoce. Luis Gradiz, coordinador del programa Prawanka de Ayuda en Acción para el desarrollo de La Muskitia, sabe que el escaso consumo es un factor positivo: “Todo lo que se produce se exporta”. Estas familias venden de media unas mil toneladas de medusas y generan al país cerca de 2,5 millones de dólares anuales. Más de dos millones de euros.

El negocio de la medusa es la promesa de futuro y crecimiento de una de las regiones más empobrecidas de Honduras que, además, sufre de primera mano los estragos del cambio climático. En el país centroamericano el 76% de la población vive en una situación de pobreza, según un informe de 2017 de Ayuda en Acción. Esta ONG lleva tres décadas impulsando el desarrollo de las minorías, que representan el 12% de los hondureños. Por ello, La Muskitia ha sido el principal terreno de trabajo. Es la zona con mayor diversidad de pueblos autóctonos y posee un tercio de los recursos naturales del país. Sin embargo, es una región tradicionalmente abandonada por el Gobierno, con un 25% de analfabetismo y cuya explotación de la riqueza natural apenas ha revertido en su comunidad. “¿De qué vivimos si no es de la medusa?”, se preguntan las pescadoras.

El negocio de la medusa no es nuevo en la zona, pero sí el liderazgo indígena. Sobre todo de las mujeres de la comunidad muskitia

Las manos se les mueven solas. Cuentan paso a paso el minucioso proceso que realizan durante los 105 días que dura la campaña al año como si tuvieran al animal delante. “Hay que separar el piñón de la campana y limpiarlo bien. Así, para quitar las babas y la arena que se le queda dentro”, explican entre gestos. Después les echan alumbre, un sulfato que elimina el veneno de la medusa y permite su consumo, y más adelante salmuera, una mezcla de agua y sal. “Lo dejamos así 48 horas como mínimo”, cuenta Melado. Se deshidrata, se empaqueta y se manda a la planta de La Ceiba. Y desde ahí se exporta a Asia y Europa. Entre que se pesca en la costa hondureña y están listas para mandar al comensal de Pekín pasan cerca de 15 días. Por cada jornada, estas mujeres reciben entre siete y ocho euros.

El negocio de la medusa no es nuevo en la zona, pero sí el liderazgo indígena. Sobre todo de las mujeres de la comunidad muskitia. A Gradiz aún le sorprende lo mucho que ha cambiado todo en los últimos años: “Antes llegaban compradores orientales y había alguna productora pequeña. Hoy hay 13 empresas en el territorio y todas las llevan familias indígenas”, cuenta por videollamada. Ayuda en Acción atiende la explotación del 60% de la producción local y se encarga de tejer las redes entre empresarios y coordinarlos con el mercado: “Ahora no dependen de que vengan o no los asiáticos”.

Las medusas son “trabajo de mujeres”

Para Wildres Rodríguez Wood, facilitadora de la cadena de pesca impulsada por Ayuda en Acción, la clave está en el desempeño de ellas. Su precisión y rapidez en las tareas de “maquilado” las convirtieron en mejores candidatas que los hombres. Ellos se encargan de pescar y, una vez pisan tierra firme, las medusas son “trabajo de mujeres”: “Muchas de ellas son madres solteras, esposas de buzos lisiados o jefas de hogar… Ellas llevan el sustento diario y sienten que están haciendo algo por el futuro de sus familias. Eso les emociona”. La gestión del dinero también es diferente en mano de ellas. “Cuando eran los hombres los que cobraban, a casa llegaba lo que sobraba de la bebida o el juego”, dice Rodríguez, “Desde que lo dosifican ellas, muchos niños pueden estudiar, comen y viven en mejores condiciones”.

Hace cinco años que Paulisto se dedica a la medusa y sus hijas, de cinco y tres años ya se van haciendo con la técnica: “Es algo que han visto desde que nacieron. Sería un orgullo para mí que continuaran con la tradición”, reconoce. Sin embargo, todo está parado. Estos primeros días del septiembre más inusual que recuerdan, la incertidumbre lo impregna todo. Paulisto y Melado buscan ahora salidas alternativas en el negocio local y en la venta de otros pescados y mariscos para sobrevivir. Pero no es fácil. La vista está puesta en el calendario. Los días siguen pasando mientras que el motor económico de La Muskitia espera la luz verde del Gobierno y sus nuevas normativas para arrancar de nuevo. “No se pueden olvidar de nosotros”, suplica Melado.

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