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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado
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SOSTENIBILIDAD

Supermercados con productos locales y sin plásticos

Ante los desafíos medioambientales, cada vez más ciudades se apuntan a las compras sostenibles

A granel
A granelMatt Baume (Flickr Creative Commons)

Ámsterdam, París o Berlín inauguraron hace entre dos y cinco años sus supermercados sin plásticos. Productos a granel, de cercanía, sin envases ni bolsas de plástico son la marca de estos comercios. Y, si bien no es nada nuevo —quizá se trata, en cierto modo, de recuperar el funcionamiento de los mercados antiguos— la necesidad de reducir el plástico es un tema que vuelve a estar sobre la mesa. La pandemia del coronavirus ha hecho más visibles, entre otros, los residuos plásticos, y la necesidad de compras que velen por nuestra salud y la del planeta.

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Y es que, en muy poco tiempo, el plástico ha llegado a la vida humana y se ha instalado en ella. Resulta sorprendente pensar que hasta inicios del siglo XX no conocíamos este derivado del petróleo, con el que en tan poco tiempo hemos inundado nuestra cotidianeidad. La producción en masa de plásticos comenzó hace tan solo seis décadas, pero su crecimiento ha sido exponencial. Y, si en 1950 la producción en el mundo era de 1,7 millones de toneladas, en 2016 ya era de 335 millones. Recientemente, el geólogo Jan Zalasiewicz ha calculado que con el plástico que la humanidad ha producido desde mediados del siglo XX, se podría envolver el planeta con una fina capa de film transparente, como el que se emplea para proteger la comida.

Según la ONU, además, la mitad del plástico que usamos está diseñado para un solo uso, de modo que la cantidad de residuos plásticos es descomunal. Se calcula que de las 8.300 millones de toneladas métricas que se han producido a escala mundial, 6.300 se han convertido en desecho. Y tan solo el medio marino recibe más de 200 kilos de plástico por segundo.

Las ciudades desempeñan un papel importante. El Banco Mundial afirma que los más de 3.000 millones de seres urbanos del planeta generan 1,20 kilos de basura por persona al día, un total de 1.300 millones de toneladas anuales. Y el plástico es el protagonista. Los costes ambientales, sociales y económicos de estas cifras son indudables.

Por eso, las grandes urbes se proponen, poco a poco, nuevos objetivos. Ciudad de México se plantea, para 2024, ser una ciudad de Basura Cero, pasando de tener 8.600 toneladas de basura diarias a 2.000 toneladas diarias. Ha empezado prohibiendo las bolsas de plástico, y en 2021 añadirá cubiertos, platos y vasos de plástico, cápsulas de café, o globos. En China, que sigue siendo el mayor generador mundial de residuos de envases plásticos, se prohibirán las bolsas de plástico no biodegradables en las grandes ciudades a fines de este año. Europa, por su parte, ha aprobado una directiva que prohibirá, a partir de 2021, los plásticos de un solo uso, y garantizará que antes de 2029 al menos el 25% del plástico de las botellas provenga de material reciclado, y el 30% en 2030. Y, a escala local, el Ayuntamiento de Barcelona, por ejemplo, comenzó el año pasado con la creación (junto con empresas, entidades ambientales y de consumo) de la Mesa Plástico Cero en la ciudad.

Actualmente, reducir la producción y el consumo de plástico supone un desafío para sociedades tan acostumbradas a su uso. Sin embargo, cada vez hay más personas preocupadas. Y se han generado iniciativas como Vivir Sin Plástico, directorios de tiendas urbanas que venden a granel, o nuevos modelos de supermercados, libres de plásticos. Y que permiten que evitemos tanto el proceso de reciclaje como el de reutilización porque, directamente, los residuos plásticos dejan de existir.

Algunos de los ejemplos europeos más conocidos son:

El plástico se ha convertido en uno de los principales retos ambientales de nuestro siglo. Sus deshechos están afectando gravemente tanto a la salud de los ecosistemas —ya que los materiales derivados del petróleo no pueden ser metabolizados por los ciclos de la naturaleza— como a la de los seres vivos que los habitamos. Ahora, el cambio de rumbo está en manos de la ciudadanía y, fundamentalmente, de una voluntad política que, a escala global, priorice medidas encaminadas a cerrar ciclos y a revertir la crisis ecológica actual.

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