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Así se recuperaron 256 horas de audios inéditos del juicio contra Mandela y los líderes ‘anti apartheid’

El documental ‘El Estado contra Mandela y los otros’ desvela lo sucedido en el proceso en Sudáfrica en 1963 contra los protagonistas de la lucha antiracista. Lo acaban de premiar en el Festival Internacional de Cine Documental de Saint Louis, Senegal

Fotograma de la película, cortesía de la productora UFO.
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Como si de otra película se tratara, Gilles Porte (Lyon, 1965), codirector del documental El Estado contra Mandela y los otros, cuenta cómo en apenas unos meses pasó de tener “conocimientos básicos” sobre la lucha anti-apartheid en Sudáfrica a estar sentado delante de Winnie Mandela, la exesposa del líder sudafricano, durante más de tres horas, en la que sería su última entrevista antes de su fallecimiento.

La intrahistoria de este aclamadísimo documental tiene su aquel. Era noviembre de 2016, Porte estaba tranquilamente en su casa de París cuando le llamó Nicolas Champeaux, experiodista de Radio France Internationale (RFI), al que le unía un amigo común pero con el que nunca se había encontrado personalmente. “Tengo 256 horas de archivos sonoros inéditos sobre el juicio contra Nelson Mandela, en 1963. Quiero que me ayudes a hacer una película”, le espetó. Gilles Porte proviene del mundo del cine, conocido sobre todo por haber realizado más de 40 películas como director de fotografía y por haber trabajado con grandes realizadores de todo el mundo. Atónito, aceptó reunirse inmediatamente con Champeaux para conocer los detalles de tal desafío.

Efectivamente, los archivos en cuestión datan de 1963 y 1964, y en algunos la calidad deja que desear. Nadie los había podido escuchar hasta ahora porque fueron registrados en un vinilo analógico (dictabelt) del que ya no existen reproductores. Fue en un viaje de François Hollande al país africano cuando el expresidente francés conoció la historia y contactó con un ingeniero galo que podría conseguir leerlos.

En 1963, el Estado racista de Sudáfrica acusó al abogado negro Nelson Mandela y a ocho de sus camaradas del partido del Congreso Nacional Africano (ANC) de actos de sabotaje

“Cuando los oí sabía que teníamos oro en las manos”, explica a los estudiantes de la Universidad Gaston Berger en una clase magistral realizada en el marco de la 10ª edición del Festival Internacional de Cine Documental de Saint Louis, celebrada entre el 16 y el 21 de diciembre en la ciudad senegalesa. Así que aceptó el reto. “¿Cuántos siguen vivos?”, fue su primera pregunta, revela. “En mi cabeza ya estaba intentando poner imágenes a los audios: en el juicio estaban prohibidas las fotos y los vídeos. No habría documentación gráfica, tendríamos que ser ingeniosos para resolver la película”.

Champeaux llamó a los tres únicos supervivientes al instante y el reloj —que luego les daría la razón— comenzó a descontar minutos. “Nuestros únicos testigos vivos superaban los 80 años, no había tiempo que perder”, relata. Tres meses después, con una ligera idea de lo que se iban a encontrar, sin financiación apalabrada y con un somero equipo de cuatro personas, unas cámaras y una tela negra de fondo con la que Porte había grabado niños en todo el mundo en otro proyecto, embarcaron para Johannesburgo. Corría enero de 2017.

54 años antes, en 1963, el Estado racista de Sudáfrica acusó al abogado negro Nelson Mandela y a ocho de sus camaradas del partido del Congreso Nacional Africano (ANC) de actos de sabotaje, reclamando para ellos la pena de muerte. Durante nueve meses fueron interrogados y juzgados en el Tribunal de Pretoria, en un juicio que fue seguido con fervor en el interior del país, pero también internacionalmente y que concluyó en penas de cadena perpetua para los nueve acusados.

“Lo que más me impresionó fue que, pese a que podían hacer saltar el país por los aires, no buscaron defenderse. Se mostraron dignos y respetuosos durante todo el proceso intentando cambiar el rumbo del juicio con gran inteligencia: que no fueran ellos los juzgados sino el Estado opresor del apartheid”, comenta Porte ante un auditorio atento. “Sabían que les estaban grabando, que había un registro sonoro y lo usaron como una tribuna política”.

El equipo realizador contaba entonces con citas para entrevistar a tres de los nueve acusados del conocido como caso Rivonia y dos de los cinco abogados de la defensa —entre ellos, el de Mandela—, sin saber a dónde les llevarían. “Las declaraciones de los acusados en vida, Ahmed Kathrada, Denis Goldberg y Andrew Mlangen, tremendamente lúcidos pese a la edad, me abrieron los ojos ante una realidad que desconocía y es que la lucha anti-apartheid no fue solo de la comunidad negra", confiesa Porte. "Fue más colectiva de lo que se conoce: Mandela se convirtió en un icono, pero en realidad fueron sus compañeros los que le auparon ahí por ser el mejor posicionado como buen orador, descendiente de reyes y abogado. Pero todo lo que decía era avalado previamente por el grupo. Los testimonios descubren que la resiliencia de Mandela es fuertemente influenciada por Kathrada, de origen hindú y discípulo de Gandhi, y que el cerebro del ANC es en realidad Walter Sisulu”, opina el director: “El anti-apartheid fue un movimiento colectivo y eso quisimos trasladar en el documental”.

Las conversaciones con los acusados supervivientes

Las soluciones artísticas para enlazar todo esto, las desmenuza Porte en su clase magistral ante los alumnos: “Tenía dos ideas cinematográficas: la animación y el uso de los cascos”. Así, los acusados, “personas que han pasado más de un cuarto de siglo en la cárcel por luchar porque un negro pueda sentarse al lado de un blanco”, subraya Porte, y varios de sus familiares escuchan por primera vez lo que ocurrió en aquel largo juicio, más de medio siglo después.

“Nuestros únicos testigos vivos superaban los 80 años, no había tiempo que perder”

“Con una propuesta como esta, las entrevistas fueron relativamente fáciles de conseguir; tenemos muchísimas horas de grabación con cada personaje”, explica. Aun así, para hacerles sentir cómodos, las conversaciones fueron grabadas en sus casas y comenzaban con temas más genéricos. “Es gente que está acostumbrada a que le pregunten sobre Mandela, pero no a hablar sobre ellos mismos, así que introducíamos ese tema y poco a poco se iban soltando, desvelando historias conmovedoras”, explica Porte.

“Yo me veía allí, francés y blanco, ante aquellos hombres que se habían jugado la vida por el respeto a los derechos y la justicia racial… Entendí que lo único que tenía que hacer era crear el ambiente apropiado para escuchar y aprender”, apunta el director, preguntado por un estudiante por la sobriedad de la puesta en escena.

La emoción de los testimonios actuales, en algunos casos muy íntimos, se mezcla con el fulgor de aquellos de 1963, comprometidos y valientes, delante de un fiscal fascista y provocador. La película cuenta con 45 minutos extraídos de esos archivos originales acompañados por las ilustraciones animadas de Oerd, que toma por base los dibujos que se realizan en las audiciones de los juicios y añadiendo un particular toque de ironía. El recurso al blanco y negro, según Porte, “no está mal traído, hablando del apartheid”. Pero el verdadero reto era que ni la animación ni la música distrajesen al espectador de lo realmente importante: los archivos sonoros, un documento histórico muy valioso.

“También tenía clara una puesta en escena: la de la reunión de todos los protagonistas el 17 de enero de 2017. Una noche simbólica que sabía que no les dejaría indiferentes: Trump tomaba el poder en Estados Unidos. Su discurso, muy basado en la ideología del supremacismo blanco había logrado vencer a su predecesor, el primer presidente negro de la historia del país, Barack Obama. El mismo que se había desplazado hasta Sudáfrica para hacer su primer discurso fuera del territorio nacional tras ganar las elecciones”, comenta Gilles Porte, cerrando con esto las claves de creación de su película, fuertemente elogiada y premiada en certámenes cinematográficos de todo el mundo.

La proyección del documental en la Plaza Faidherbe en el centro histórico de la ciudad senegalesa fue al aire libre y gratuita. “Amandla!”, retumbaron los gritos de Winnie Mandela en la oscuridad de la noche. “Poder”, en la lengua nguni. “Ngawethu!” (a nosotros), responden a coro los manifestantes delante del Tribunal de Pretoria, en las grabaciones de archivo; y los abogados de la defensa, en las imágenes actuales. Y más silencio en la plaza de Saint Louis, con el corazón encogido.

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