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El día que Jane Fonda sufrió el ‘mansplaining’ de Godard

La actriz puede ser arrestada una vez a la semana por manifestarse cada viernes frente al Capitolio. Lo suyo viene de lejos. Hay motivos

Jane Fonda representa la militancia fotogénica y mediática.
Jane Fonda representa la militancia fotogénica y mediática.Ilustración: Maria Picassó

Ante la puerta cerrada de la residencia suiza de su viejo compañero de generación, Agnès Varda descubrió que, con amigos como Jean-Luc Godard (París, 1930) uno no necesitaba enemigos. Así terminaba Caras y lugares, penúltimo trabajo de quien había sido única presencia femenina en esa Nouvelle Vague que rompió varios patrones, menos el de la desigualdad de género.

Si sus respectivos universos no hubiesen estado, en el fondo, tan alejados –una es más de carreteras secundarias y la otra más de gym último modelo–, Jane Fonda (Nueva York, 1937) ya podía haber advertido a la Varda de que, tarde o temprano, el viejo vertoviano acabaría pegándole un zarpazo. Fonda lo experimentó en sus carnes cuando, después de protagonizar Todo va bien (1972), Godard –que en ese rodaje quizá fue la Patronal– y su compañero de viaje Jean-Pierre Gorin decidieron convertirla en protagonista involuntaria de Letter to Jane: an investigation about a still (1972), inclemente disección de esa foto que dio la vuelta al mundo donde la actriz escuchaba a –y empatizaba con– guerrilleros del Vietcong.

Pataleta mezquina u obra maestra del análisis semiótico, lo que está claro es que esa carta envenenada era un ejemplo de libro de lo que hoy llamamos mansplaining. Ha llovido mucho desde entonces y la Fonda, después de convertirse en icono del Hollywood progresista, suma sacerdotisa del fitness e irrefutable argumento de venta para cremas de belleza, se ha visto atrapada –pero muy feliz– en su particular Día de la Marmota: aquel que la lleva a ser orgullosamente detenida con regularidad semanal en la América de Donald Trump, con el noble propósito de divulgar la conciencia medioambiental.

Esa militancia tan fotogénica y mediática cumple, sin duda, una función: retuitear cada viernes su imagen esposada permite rellenar a muchos la casilla de la buena obra ideológica de la semana, mientras se mira para otro lado cuando arden otras barricadas y se ejercen otras represiones ante las que resulta algo más problemático posicionarse.

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