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Tres clásicos de la cosmética casera que hay que conocer para evitar probarlos

No todo lo que aparece en Internet funciona, y no todo lo que no sirve es inocuo

Aprender a dominar el "ingrediente mágico" que frene la caída capilar, elaborar un mejunje que elimine las manchas de la piel y conseguir alargar la vida útil de los productos cosméticos. Son tres de los objetivos más comunes de quienes buscan en Internet las recetas para obtener todo lo que la cosmética ofrece sin tener que pasar por caja. En la mayoría de los casos, y por mucha voluntad que uno ponga en las recetas DIY (de las siglas de "hazlo tú mismo", en inglés), se impone el desconocimiento sobre los ingredientes y cómo funciona piel, y las supuestas soluciones pueden acabar generando auténticos problemas. Estos son los remedios que suelen usarse y las razones por las que es mejor evitarlos.

La ilusión de que el pelo deja de caerse

La caída capilar es una de las preocupaciones más frecuentes cuando llegan las épocas de otoño o primavera: cuando coincide con el cambio de estación es habitual pensar que esta transición es la causa. Nada más lejos de la realidad; nuestro cabello está destinado a caerse haya o no haya cambiado el tiempo. Durante entre 2 y 6 años, la fibra capilar crece y, una vez pasado ese periodo, se desprende en un proceso que dura unos 21 días. Finalmente, pasados 3 meses, el cabello se cae irremediablemente.

Por suerte, no todos los pelos se caen a la vez: cada uno lleva su propio ritmo, lo que hace que el proceso sea imperceptible. En ocasiones, la caída es un poco más abundante y alumbra una preocupación que nos lleva a usar champús mágicos o remedios caseros para aliviar esta perdida, así como para fomentar el crecimiento de pelo nuevo. Algunos de los remedios más sonados son los lavados con té verde, por los antioxidantes de la planta; la aplicación de aceites vegetales, clara de huevo e, incluso, frotar un ajo. No hay evidencia científica que los justifique, básicamente porque la permeabilidad cutánea de estos mejunjes es nula. No pueden llegar a la dermis, dónde realmente comienza el crecimiento de pelo y dónde habría que actuar, pero sí pueden ocasionar irritación cutánea y dermatitis de contacto.

Zumo de limón y bicarbonato, mejor evitarlos

En cosmética casera, el zumo de limón es una opción a la que muchas personas recurren para eliminar alguna mancha después del verano. Es cierto que el ácido cítrico se usa de manera aislada en tratamientos despigmentantes, pero usar limón directamente sobre la piel puede ser contraproducente: puede provocar dermatitis de contacto y una reacción fototóxica al contacto con el sol. El pH ácido del zumo (cerca del 2.5) hace que irrite la piel porque altera el pH de nuestro manto ácido, que es de alrededor del 5.5. Algo similar ocurre con el uso de bicarbonato, pero esta vez porque su pH es demasiado básico y resulta abrasivo para la piel (en torno a 8-9).

Algunas personas también usan bicarbonato en las pastas de dientes caseras, una propuesta que puede ser peor que inútil. El efecto abrasivo del bicarbonato lima y daña el esmalte dental, y este recubrimiento de los dientes es imposible de regenerar.

Arriesgada estrategia para alargar la vida del maquillaje

De todas las propuestas que se presentan como fáciles e ingeniosas maneras de estirar la duración de la cosmética decorativa, las más peligrosas están relacionadas con los productos destinados a la zona ocular. Alargar el uso de aquella máscara de pestañas seca que tanto nos gusta con aceite de almendras o de oliva, por ejemplo, no es lo más adecuado. Su exposición al sol, a la contaminación por humedad o a ambientes como el típico de las cocinas ayuda a que proliferen microorganismos que pueden provocar una infección. Lo mismo ocurre al calentar el envase, ya que las bacterias y microorganismos suelen aparecer en medios templados. Añadir lágrimas para los ojos puede ser la más aceptada, pero en este caso alteraremos la fórmula del producto cosmético, que hará que el acabado sea totalmente diferente del inicial.

Respecto a los productos multiusos, destacan la típica barra de labios que se emplea como colorete, o un colorete como sombra de ojos. Hay que saber que no todos los colorantes y los conservantes están permitidos en productos destinados a la zona ocular, y no todos los colorantes y conservantes permitidos en la zona ocular están permitidos en la zona de las mucosas. Es decir, usar un pintalabios en la zona de la ojera, hacer un bálsamo con color reciclando una sombra de ojos o añadir gloss para dar efecto mojado a tu maquillaje de ojos, no es lo más acertado. Cuando se diseña la fórmula de un producto, ya sea en cosmética o cosmética decorativa, se tiene en cuenta la zona dónde se aplica, y qué ingredientes están permitidos por la legislación para cada una de ellas.

Raquel Marcos es doctora en Química y experta en química cosmética. También es autora del blog especializado cienciaycosmetica.com

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