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“Hazme bailar”: la vena kamikaze de Aitana Sánchez-Gijón

Chevi Muraday y Aitana Sánchez-Gijón, durante un ensayo en el local de la compañía Losdedae, en Alcalá de Henares.
Chevi Muraday y Aitana Sánchez-Gijón, durante un ensayo en el local de la compañía Losdedae, en Alcalá de Henares.Lino Escurís
Rut de las Heras Bretín

CHEVI MURADAY Y su par de zapatillas forman un trío. Cuenta que seguramente es su relación más duradera: “Las compré en Alemania antes de formar la compañía. Tienen más de 22 años”. Este bailarín y coreógrafo fundó Losdedae en 1997. Cuando Aitana Sánchez-Gijón ve que se presenta a la sesión de fotos con su querido calzado, le afea la ocurrencia. Muraday no quiere quitárselas, las ha usado en todas sus producciones. “No aguantan”, advierte Sánchez-Gijón. Finalmente, este premio Nacional de Danza en 2006 se descalza. Están destrozadas, remiendo sobre remiendo. Parece que se va a quedar con un trozo de ellas en la mano. La misma mano que ha llevado a los pies de la actriz a pisar por primera vez un escenario para formar parte de un espectáculo de danza.

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Juana es un trabajo con nombre de mujer, de mujeres fuertes, que están desarrollando después de más de un año nutriéndose de encuentros, de conversaciones, de improvisaciones a las que llegaron haciendo realidad una petición de ella. “Descubrí a Chevi [Muraday] tras ver En el desierto. Me quedé pegada al asiento, quería formar parte de algo así. Yo no conozco el mundo de la danza ni había tenido una querencia especial por ver espectáculos, pero fue una revelación. Otro día, tras un estreno, le encontré en un garito y le dije: ‘Hazme bailar”. “Yo contesté: ‘Cuidado con lo que deseas”, continúa Muraday.

El bailarín cumplió su amenaza y ha hecho realidad el deseo de la intérprete. Ambos creen en la porosidad de las artes, derriban las fronteras. Han encontrado un lenguaje común, un camino que recorrer juntos. “Él me ha ido transmitiendo las claras y poderosas imágenes que tiene en la cabeza y he ido entrando poco a poco en su universo”, explica Sánchez-Gijón. Muraday tiene también una trayectoria como maestro de movimiento de actores. Un movimiento que surge de la emoción. “El cuerpo necesita expresar, por eso él ha encontrado esa vía interdisciplinar. Tiene una visión teatral de la danza”, explica la actriz, nacida en Roma hace 51 años, sobre su compañero y director en este proyecto que ahora recala en Madrid, en el Teatro Español, y continuará la temporada de gira por España con decenas de fechas cerradas hasta el próximo verano.

Lino Escurís

Sánchez-Gijón, a pesar de salir de su zona de confort, se ha encontrado con un amarre a la hora de practicar este nuevo vocabulario corporal: las Juanas. Ellas la sujetan. Esas mujeres poderosas que han traspasado los límites temporales para dar nombre a las históricas: Juana de Arco, sor Juana Inés de la Cruz, Juana Doña, Juana la Loca o incluso la papisa Juana, entre otras. Y a todas las luchadoras anónimas que la actriz siente dentro: “Todas somos Juanas”. Lleva años interpretando a esas mujeres que se salieron del molde: Medea —con ella se acentuó la necesidad de expresarse con todo el cuerpo—, Hécuba en Las troyanas o, la más reciente, Nora en Casa de muñecas. También Muraday, madrileño de 50 años, se siente rodeado de Juanas. No es nuevo en su trayectoria; lo más evidente es otro trabajo con nombre femenino, Teresa (Ora al alma), estrenado en 2015. “Siempre me ha interesado el motor interno de la mujer, cómo funciona su psique”. Por ahora siente que a veces tiene que frenar el impulso de su compañera, de la que ha conocido su espíritu kamikaze. “Si he dado el paso para entrar en este territorio, tengo que ir a tumba abierta”, manifiesta Sánchez-Gijón. El coreógrafo alaba su arrojo, pero le recuerda que tiene que ir con moderación porque, como algunas de esas mujeres, se está jugando, literal y metafóricamente, no tanto la tumba, pero sí el físico. 

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