Gato o ratón
El Estado se mueve en una sola dirección de forma lenta y anquilosada, frente al independentismo, que lo hace en todas las direcciones
El juego infantil del ratón y el gato, al que todos hemos jugado de niños, tenía y sigue teniendo unas reglas muy precisas. Cada equipo realiza una jugada por turno dentro de un corro de participantes cogidos de las manos. El juego lo inicia siempre el ratón, que puede desplazarse en todas direcciones; en cambio, el gato solo deberá moverse hacia delante en línea recta. Está prohibido atropellar o pasar por encima del adversario. Gana el gato si logra acorralar y dejar sin salida al ratón. Gana el ratón si logra salirse del círculo burlando al gato. Este juego infantil requiere tener muchos reflejos de cuerpo y de mente y a lo largo de la vida puede servir para afrontar o escabullirse ante cualquier problema. Tiene muchas aplicaciones. Aunque suele ser divertido, a veces adquiere un carácter dramático, según sean los contendientes. Por ejemplo, si se aplica al estado actual de la política española cabe preguntarse, en este juego que se traen el Supremo y Puigdemont, el Parlament de Cataluña y el Tribunal Constitucional, quién es el ratón y quién es el gato; en la coalición entre Unidas Podemos y el Partido Socialista, ¿no será el ratón Iglesias el que ha cazado al gato Sánchez al abrazarlo?; aunque Rufián tiene cara de gato, ¿acaso no es un simple ratón que se enfrenta al Estado? En este juego de la política española una cosa está clara, el gato es todavía analógico y el ratón ya es digital, por eso el Estado se mueve en una sola dirección de forma lenta y anquilosada, frente al independentismo, que lo hace en todas las direcciones. Cuando el gato llega, el ratón ya no está, cuando crees tenerlo delante, aparece por detrás. Lo mismo en política que en la vida personal es ineludible conocerse uno a sí mismo, como dijo Sócrates, pero hoy su gran pregunta filosófica sería: ¿sigues siendo todavía un gato analógico o eres ya un ratón digital?
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