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Te ofrezco trabajo, pero no te pago: diez personas nos cuentan sus peores experiencias

Es mucho más común de lo que creemos, especialmente en profesiones artísticas. Fotógrafos, escritores, estilistas, cantantes, ilustradores o intérpretes lo relatan en primera persona

En 'Erin Brockovich' (2000), la protagonista no solo tenía que enfrentarse a una empresa multimillonaria y corrupta, sino a algo más cotidiano y doloroso: el desprecio de su jefe y la minusvaloración de su trabajo.
En 'Erin Brockovich' (2000), la protagonista no solo tenía que enfrentarse a una empresa multimillonaria y corrupta, sino a algo más cotidiano y doloroso: el desprecio de su jefe y la minusvaloración de su trabajo.
Guillermo Alonso

El trabajo no remunerado es uno de esos grandes tumores de las economías occidentales, un fenómeno del que no se habla todo lo necesario y que en el caso de España, según datos de 2011, equivalía al 53% del PIB. Se entiende siempre el trabajo no remunerado como esas labores de cuidados que llevan a cabo los familiares de personas dependientes (niños, enfermos y mayores) y también las labores del hogar, tareas imprescindibles que no se valoran en casi ninguno de los sentidos posibles y sin las que la sociedad no funcionaría.

"Estaba dispuesta a aceptar unos 150 euros a cambio de todo eso. Pero él me dijo: 'No, la remuneración es poder verme trabajando'. ¿Ah, sí? Le respondí: 'Cuando des un curso me apunto, pero mientras tanto esa es mi tarifa'. Ni me volvió a escribir"

Soledad, fotógrafa sevillana

Sin embargo, hay otros casos menos habituales, pero que levantan indignación semejante, en los que gente joven que se incorpora al mercado laboral se ve obligada a trabajar a cambio de nada, para eso que se llama "hacer currículum" o, en el caso de actividades artísticas y/o vocacionales, miles de profesionales se ven obligados a trabajar gratis para eso que se llama “crearse un nombre”.

Entre las voces que nos han contado su caso priman estos últimos. Son periodistas, escritores, managers, actrices, fotógrafos, montadores de cine o gestores culturales. Algunos siguen prestándose a algunos trabajos sin remunerar, otros los han dejado atrás, pero siguen recibiendo propuestas que a veces rozan lo ofensivo. Aquí, sus historias.

"La remuneración es poder verme trabajado": el caso de Soledad, periodista y fotógrafa de Sevilla de 41 años

"Tengo 41 años y me sigue ocurriendo esto de encontrarme con que me ofrecen un trabajo que no me quieren pagar. Soy periodista, pero me metí hace diez años en la práctica de la fotografía social. Como no tengo tiempo de buscar mi propia cartera de clientes me dedico a ir de second, que consiste en cubrir lo que al primer fotógrafo no le da tiempo a cubrir. Por ejemplo, en una boda, la casa del novio, niños, invitados... cobertura más allá de los novios, vaya. En una página donde se solicitan seconds me encontré el anuncio de un fotógrafo de renombre. Yo lo seguía y me gustaba su trabajo, así que le dije que estaba libre. Me explicó que necesitaba que fuera con él para hacer de second en una boda. Cubrir una boda supone un mínimo de 12 horas de cobertura en fin de semana. Normalmente no se cobra mal, pero en este caso me tenía que desplazar de provincia, lo cual añadía gastos. Pensé: 'Vale, este hombre es un profesional, así que asumo el desplazamiento y le veo trabajando y aprendo de él'. Estaba dispuesta a aceptar unos 150 euros a cambio de todo eso. Pero él me dijo: 'No, la remuneración es poder verme trabajando'. ¿Ah, sí? Le respondí: 'Cuando des un curso me apunto, pero mientras tanto esa es mi tarifa'. Ni me volvió a escribir".

En 'Friends', Joey era un eterno aspirante a actor que tenía que hacer todo tipo de trabajos inenarrables y, a veces, no remunerados.
En 'Friends', Joey era un eterno aspirante a actor que tenía que hacer todo tipo de trabajos inenarrables y, a veces, no remunerados.

"No solo te piden que actúes gratis, también que le pongas ilusión": el caso de Aurora, actriz catalana de 35 años

“Puedo recordar infinidad de veces en las que me pidieron que trabajase a cambio de nada, pero hay tres que me resultaron especialmente ofensivas. Una vez, hace años, un amigo actor me llama y me dice que un director quiere contar con nosotros para una obra de teatro. Parecía un sueño. Cuando quedamos con él descubrimos que en realidad ese director, que era también dramaturgo, nos daba su texto, nos lo cedía altruistamente, para que nosotros dos lo hiciéramos todo: montar la obra, buscar sala, buscar vestuario, interpretarla… ¡Montar una producción por cedernos su texto, que además era una mierda! Ni que fuera Shakespeare, vamos. En otra ocasión estuve durante un tiempo en una compañía de improvisación a la que le iba muy bien (aunque a los trabajadores nos pagaban fatal). De vez en cuando esta compañía hacía cosas para asociaciones benéficas y ONG. En estos casos la compañía ganaba un beneficio de visibilidad y también alguno humano, porque le hacía ilusión especial colaborar con una causa que le tocaba de cerca. Sin embargo yo, como actriz, ¡no veía beneficio alguno! Además, te mandaban el trabajo sin tan siquiera preguntarte. Sin decir: 'Vamos a hacer este bolo altruista, ¿quién quiere participar?'. No, directamente te lo daban y luego te decían: "Aquí no cobras". No, mira, es que yo doy el dinero que considero a las ONG que me apetecen. Otro ejemplo: una amiga a la que yo di clase de teatro me dijo que en su escuela de educación libre de su hija iban a hacer una jornada de recaudación de fondos para el mantenimiento de la escuela y que cada padre y madre iban a aportar algo suyo. Y su aportación… ¡era yo! Un cuentacuentos para los niños. ¿Tú crees que yo un sábado por la mañana quiero hacer eso? '¡Algo sencillo, tu curro es fácil!'. Me sentó fatal. Además, siempre que me han pedido currar gratis añaden: 'ponle ilusión'. No, yo le pondré ilusión a lo que me salga a mí de las narices. Que bastante trabajo gratis, pero en lo que a mí me apetece. Ah, y hace poco hice un papel muy pequeñito en una película. Rodaje de fin de semana. Nos daban de alta en la seguridad social, pero para poder darnos de alta el tipo de contrato era de voluntariado. Así que a mis 35 años, tras 10 de carrera en el mundo teatral, soy voluntaria.”

"Me dijeron que no tenían dinero para pagarme, pero que mis ilustraciones saldrían en la revista Interview": el caso de Pablo, ilustrador de Gijón de 35 años

"Una vez hice una lista enorme de directores de arte y me puse a escribirles. Me escribieron al momento de una revista mexicana para decirme que les gustaba lo que hacía. Me pidieron cuatro ilustraciones y me informaron de que me iban a pagar... ¡enseñando las ilustraciones en su Instagram! En otra ocasión un amigo me puso en contacto con unos autores teatrales y me encargaron una ilustración para una obra. Me dijeron que solo pagaban a las actrices. A los pocos meses se fueron a hacer una exitosa gira con la obra y me sentí estúpido. Les volví a escribir con mi número de cuenta y la respuesta fue algo así como: 'Vale, ya tengo tu número si lo necesito'. Y la última: un chico me preguntó sí quería hacer unas ilustraciones para la revista Interview. Me aclaró que no tenía dinero, ¡pero era la Interview! Ahí me daba lo mismo. Es triste, pero al menos fueron sinceros y no me vinieron con cuentos de promoción. Nos decía un profesor en la Escuela de Arte que no dijéramos nunca que nos gustaba mucho dibujar, porque entonces lo acabaríamos haciendo gratis. Parece que tenía razón".

En 'Ed Wood', Tim Burton contó cómo un director de cine (real) se las arreglaba para hacer películas con cuatro duros. En la vida real, muchos trabajadores del cine ven esa cantidad de forma casi literal.
En 'Ed Wood', Tim Burton contó cómo un director de cine (real) se las arreglaba para hacer películas con cuatro duros. En la vida real, muchos trabajadores del cine ven esa cantidad de forma casi literal.

"Acepté trabajar sin sueldo, pero me di cuenta de que también trabajaba sin seguridad": el caso de Laura, gestora cultural riojana de 35 años

"Llevo diez años en Lisboa, los cinco primeros trabajando precariamente y coincidiendo con la crisis monumental que nos tocó. En octubre de 2009, recién llegada a Lisboa, empecé a trabajar en una galería de arte de la ciudad. ¡El sueño de cualquier persona salida de un máster de comisariado y diseño de exposiciones! Sabía desde el principio que el trabajo era voluntario, pero se trataba de mi primera experiencia en el mundo laboral, éramos un equipo de unas veinte personas y solo tres (los artífices del proyecto) cobraban. Acepté porque la programación era maravillosa, y conseguimos hacer muchísimas cosas. Pero la gestión era terrible y trabajábamos sin condiciones, sin seguros y sin nada que se le parezca. Recuerdo, por ejemplo, negarme a subir a un andamio dispuesto de aquella manera sobre una escalinata enorme para montar una exposición. Así que estuve dos años de trabajo voluntario, dedicando la mayor parte de mi tiempo y energías a la causa. Mientras, pagaba mis cuentas trabajando de canguro, empleada de café y asistente de sala en el Museo de Ciencias e Historia Natural los fines de semana. Sentía que valía la pena, que el proyecto era en parte mío… Después de conseguir financiación estatal con sudor y lágrimas, pude obtener un contrato a salario mínimo durante dos años. Eso sí, ahí empezaron a surgir problemas de gestión, movimientos raros, cuentas que no salían… lo que era un proyecto muy bonito se convirtió en una lucha de egos por cuatro duros. Duré cinco años y medio en total. Me fui quemadísima y sin dar crédito, como los bancos. El centro cerró un año después".

"Si una productora te llama te está haciendo un favor, y ese favor lo pagas": el caso de Tino, montador cinematográfico valenciano de 39 años

"Soy un especialista en el tema de trabajar gratis. Se puede resumir así: en el sector audiovisual hay mucho autónomo. Los directores de fotografía, los montadores, los estilistas, etcétera, son autónomos. En mi caso, en el de la edición y montaje, hay una tónica general. Las productoras son las que te llaman para realizar trabajos, tú luego les pasas tu factura y aquí paz y después gloria. O eso parece, porque se ha establecido una dinámica en la que si una productora te llama recurrentemente es que te está haciendo un favor y ese favor lo pagas, por ejemplo, en mi caso, con que les montes una bobina personal de trabajo gratis o un videoclip gratis porque 'no hay pasta o hay muy poca'. Esa es una experiencia que he vivido decenas de veces".

'Todos los hombres del presidente', basada en hechos reales, inspiró a muchas generaciones a estudiar periodismo. Lo que algunos no conocían es esa ocasional experiencia de tener que empezar escribiendo sin cobrar nada.
'Todos los hombres del presidente', basada en hechos reales, inspiró a muchas generaciones a estudiar periodismo. Lo que algunos no conocían es esa ocasional experiencia de tener que empezar escribiendo sin cobrar nada.

"Le dije que aunque yo no cobrara necesitaría un equipo mínimo de ayudantes": el caso de Lina, fotógrafa asturiana de 41 años

"Mi historia es la siguiente: una amiga de una amiga lanza una marca de ropa. Está muy entusiasmada porque ha dejado un trabajo muy bueno que tenía en el mundo empresarial por triunfar en la industria de la moda. Me contacta para hacer unas fotografías que, imagino, anteriormente otro fotógrafo le había hecho por la cara porque ella estaba muy bien posicionada. Naturalmente, me propone pagarme dándome algunas de sus prendas. Le digo que para las fotos que me pide, aunque yo no cobre, necesitaría pedir a un equipo mínimo de maquillador, estilista, ayudante y estudio. Decide, entonces, que pagará unos mínimos. Finalmente el trabajo no se hace ni por los mínimos porque yo me tengo que ir de viaje. Este trabajo lo acabó haciendo otro fotógrafo más cotizado que yo y convenciendo a otros de que también trabajen gratis. De nuevo, imagino, por el nombre y posición que ella tenía. Un tiempo después, la mujer me vuelve a contactar para unas fotos y de nuevo me propone no cobrar o regalarme unos pantalones a cambio de que aparezca mi nombre en el medio, poco conocido por otra parte. Le volví a decir que no. La historia se repitió con otras personas en muchas otras ocasiones, pero me da pereza incluso recordarlas".

"¿Nos cedéis vuestra música a cambio de salir en los créditos?": el caso de Álvaro, 'manager' musical madrileño de 37 años

"Lo que voy a contar no me afecta directamente a mí, pero sí a los artistas que represento como manager: me piden usar su música de forma gratuita continuamente. Y he decidido hacer de esto mi cruzada personal: hasta que se entienda que no puede ser, no voy a parar. Me lo suelen pedir para vídeos de eventos o conciertos con patrocinadores importantes, para vídeos de moda de famosas revistas… La pregunta siempre es: '¿Nos cedéis el tema a cambio de créditos?'. Y mi respuesta es: 'Desgraciadamente, ni las hipotecas ni las compras en el supermercado se pagan con créditos (o no de estos, al menos)'. El que alquila el local, el que lo limpia, el que organiza el evento, la persona que realiza el vídeo, la persona que lo monta… todos ellos cobran, ¿por qué no los músicos que han hecho la canción que quieren usar para que suene de fondo? A veces ya ni responden a mi contundente mail. O bien me vengo un pelín arriba o bien les da tanta vergüenza que su silencio es la forma que tienen de darme la razón".

'This is Spinal Tap', el falso documental de Rob Reiner sobre una banda de rock ficticia, explora muchos de los mitos y anécdotas de una banda, pero no se centra en una problemática cada vez más habitual: que alguien pida utilizar su música gratis.
'This is Spinal Tap', el falso documental de Rob Reiner sobre una banda de rock ficticia, explora muchos de los mitos y anécdotas de una banda, pero no se centra en una problemática cada vez más habitual: que alguien pida utilizar su música gratis.

"El diseño del vestido será tu regalo de boda": el caso de Lucía, diseñadora gallega de 41 años

"Los que nos dedicamos a la moda estamos condenados a que la gente imagine nuestra vida laboral entre cócteles y charlas frívolas (no les arruinaré la ilusión hablando de intrusismo y precariedad) y, peor, creen que al ser vocacional estamos siempre disponibles para ello. Nuria era una madrileña que veraneaba en mi pueblo de pequeña e hicimos buenas migas. Siempre se quiso casar y tener hijos, y yo siempre quise trabajar en moda. Misión cumplida para ambas. Fusionando nuestros anhelos volvíamos de la playa un día imaginando su boda perfecta: yo le conté que le haría un vestido de satén color oro pálido y ella que se casaría en el Ritz y que yo le regalaría una vajilla de Sargadelos. A los 22 años nos distanciamos porque éramos diametralmente opuestas. Pero años después me llama y me dice que se casa, que nuestro sueño se hacía realidad: se casaba en el Ritz y, por supuesto, con el vestido del que tanto hablamos. '¡Me tienes que hacer el diseño bien, con el patrón para las costureras, que ya tengo el taller!'. ¡Eso era un trabajazo y yo hago bikinis, no tengo ni idea de moda nupcial! Pero acepté, le dije que ese sería mi regalo de boda. '¿Cómo?', responde ella. 'Ya le dije a mi suegra que me ibas a regalar una vajilla preciosa'. ¿Que te haga el vestido y una vajilla de Sargadelos? ¿Tú estás bien de la cabeza? ¡Teníamos 13 años cuando le hice esa promesa, ahora diseñar se había convertido en mi trabajo! Pudimos discutir más, pero por circunstancias familiares no fui a esa boda. Ni vestido, ni vajilla, ni amistad".

"Me dijeron que no pagaban, pero corrían con los gastos... y acabé en una pensión sin aire acondicionado": el caso de Íñigo, periodista musical madrileño de 45 años

"La vez que más me cabreé fue cuando un festival del sur, en un pueblo a seis horas en tren de Madrid, me pidió que fuera a participar en una mesa redonda. Gratis, claro. Usaron el método de la gota malaya: el responsable de prensa me llamó una y otra vez durante meses, usando todo tipo de argumentos. Al final, cuando ya llegaron al límite, humillarse y suplicar, accedí. Por pena. El acuerdo era que no pagaban, pero corrían con los gastos. Y aquí ya la cosa empezó a ser sangrante. Les pregunté si podía ir acompañado. Me dijeron que no. Me metieron en una pensión de una estrella sin aire acondicionado ni ventilador, en julio, en la provincia de Cádiz. Para comer los dos días me dieron un vale, uno solo, para un menú del día en un restaurante. Cuando por la noche entré en lo que llamaban zona de invitados y pedí un gin tonic, me pusieron una ginebra de marca blanca con un poco de tónica de botella de dos litros en un vaso de tubo de plástico y el tío me dijo: 'son 8 euros'. Entonces reventé. Lo que me faltaba era palmar dinero. Pasaba por allí uno de los directores y creo que todavía se estará acordando de las cosas que le dije. Es una cosa relativamente habitual en sitios de estos. Lo único que quieren es poder meterte en el programa, una vez eso, ya se la sopla todo. El mismo responsable de prensa que me llamaba día sí, día también, desapareció. No le vi en el día y medio de mierda que pasé en aquel pueblucho. Hasta un año después. El tío volvió a llamarme para que participara en otra mesa redonda en el festival. Con un par".

En 'Pecker', una de las mejores peliculas de John Waters, el protagonista se da cuenta de que su afición honesta y sincera choca de lleno con el cinismo y las ansias de las élites culturales que comienzan a valorar su trabajo.
En 'Pecker', una de las mejores peliculas de John Waters, el protagonista se da cuenta de que su afición honesta y sincera choca de lleno con el cinismo y las ansias de las élites culturales que comienzan a valorar su trabajo.

"Me pasé años escribiendo gratis por la ilusión de ver mi nombre impreso por primera vez": el caso de Germán, periodista de 34 años

"Conozco a muy pocos periodistas que no hayan comenzado su carrera escribiendo artículos gratis. Lo haces con amor, incluso, por el orgullo de ver tu firma en un medio por primera vez o por la ilusión de participar en una revista, una web o un proyecto que te interesan personalmente. Pero no te das cuenta de que estás alimentando al monstruo. En mi caso, lo curioso es que el monstruo volvió a llamar mi puerta años después: yo ya estaba dirigiendo la web de una conocida revista, o sea, ya tenía algo de currículum y nombre como para que me pidiesen eso (aunque reitero que no se le debería pedir a nadie, ni a un novato). Sin embargo, casi de forma simultánea, me llega una oferta para colaborar con una web de tendencias —'no tenemos presupuesto para los redactores, eso sí, te podemos dar ropa muy chula'— y otra de una excompañera que se había montado una revistita en Londres y aún no tenía 'presupuesto —'pero me encanta cómo escribes y te necesito en el proyecto'—. Yo tuve la suerte de poder decir no, pero alguien más joven y sin currículum, mi propio yo del pasado, seguramente no podría. Y luego está el caso de amigos, claro, de 'escríbeme un texto para mi web', 'hazme la nota de prensa para mi empresa de gestión de hoteles'. Que ya no es usura y explotación, probablemente solo morro. Yo siempre les pregunto: '¿le pediríais a un amigo pintor que os pintase gratis el salón?'. Lo de escribir suena a vocacional y romántico, pero es a menudo otro trabajo tan frustrante como cualquier otro: escribir cosas que realmente no te interesan a cambio de dinero cuando lo que querrías estar haciendo son haikus, novelas distópicas o simplemente dormir".

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Guillermo Alonso
Editor web de ICON. Ha trabajado en Vanity Fair y Telecinco. Ha publicado las novelas ‘Vivan los hombres cabales’ y ‘Muestras privadas de afecto’, el libro de relatos ‘La lengua entre los dientes’ y el ensayo ‘Michael Jackson. Música de luz, vida de sombras’. Su podcast ‘Arsénico Caviar’ ganó el Ondas Global del Podcast 2023 a mejor conversacional.

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