Tumbar barreras a dos ruedas
Investigadores y ONG se unen para evidenciar el impacto del uso de la bicicleta en el desarrollo de las zonas más desfavorecidas
Salma tiene que caminar tres horas al día por pistas de tierra para ir al colegio y volver. Seis kilómetros de ida y otros seis de regreso. A veces no llega a clase; otras lo hace tarde y exhausta, y siempre anda con cuidado para que no le pase nada cuando anochece de vuelta a casa.
Como Salma (nombre ficticio), miles de niñas en Zambia caminan mucho para poder estudiar. En zonas rurales, el 20% de ellas tienen su escuela primaria a seis kilómetros o más de su casa, dato que llega hasta un 78% en secundaria debido a la escasez de colegios en estas zonas. En todo el país, el 92% de las niñas cursa estudios de primaria, pero tan solo un 27% da el paso al instituto, así que en áreas como Kalomo, donde el principal medio de transporte son las piernas, la distancia también se convierte en un obstáculo para formarse.
Mientras tanto, el Ministerio de Educación busca incrementar el número de niñas escolarizadas otorgando becas y tratando de ofrecer mejores servicios sanitarios y más seguridad para eliminar la violencia de género en los colegios, pero en las zonas donde la distancia es una barrera, estas medidas se han quedado cortas.
En 2017, un grupo de investigadores, bajo la institución Innovations for Poverty Action y con la colaboración de la ONG World Bicycle Relief, se propusieron medir el efecto que tendría dar una bicicleta a niñas en su camino al colegio. Para el estudio escogieron 100 escuelas de los distritos de Kalomo, Mazabuka y Monze, seleccionaron a 25 niñas de nueve a 13 años por escuela en 45 instituciones para poder contrastar y les repartieron bicicletas. Solo había dos condiciones para poder recibir una: vivir al menos a tres kilómetros de la escuela y que los padres de la niña firmaran un documento comprometiéndose a que quien iba a utilizar la bicicleta era su hija para ir al colegio y no ellos para otros fines.
Los resultados preliminares de la investigación, titulada Wheels of Change: The Impact of Bicycle Access on Girls’ Education and Empowerment Outcomes in Rural Zambia, fueron presentados por una de sus autoras, Ana García-Hernández, en el 8º Congreso de Investigación del Navarra Center for International Development, y muestran que dos ruedas pueden cambiar la vida de miles de niñas. De media, las niñas tardan 35 minutos menos por trayecto (alrededor de un tercio menos que antes), se reduce un 27% el absentismo escolar y, lo que es más importante, se sienten más seguras, empoderadas y con control de sus vidas.
En zonas rurales de Zambia, el 20% de las niñas viven a seis kilómetros o más su escuela primaria, dato que llega hasta un 78% en secundaria
La importancia de que las niñas acaben los estudios es vital para su desarrollo posterior. Diferentes investigaciones han demostrado que si permanecen en el colegio se reduce el embarazo adolescente, mejoran su salud y oportunidades e incluso favorecerían la productividad de sus futuros hijos, si llegasen a tenerlos.
Todo ese impacto lo ha sabido captar World Bicycle Relief, cuyo ejemplo es el del potencial transformador de las bicicletas llevado a escala institucional, potencial a veces, como en este caso, apoyado en investigaciones para darle sustento empírico a su aporte.
Esta ONG con sede en Estados Unidos surgió en 2005 después del del tsunami que había azotado el sudeste asiático a finales del año anterior. Su director, antiguo vicepresidente de una empresa fabricante de bicicletas, viajó a Sri Lanka y contactó con autoridades, empresas y organizaciones locales para sacar adelante lo que sería la primera donación: 450.000 bicis.
Con el tiempo y gracias a diferentes aliados, World Bicycle Relief ha pasado a tener la mayoría de sus proyectos en países del África subsahariana, sin dejar de sumar iniciativas en el sudeste asiático y aterrizando también en Latinoamérica. Su labor no se limita a entregar las bicicletas a comunidades vulnerables, sino que a través de la propia comunidad se les hace mantenimiento y se asegura de que se usen para lo establecido en cada caso.
Los usos son de todo tipo: ir al colegio, en el caso de niñas y niños; hacer la compra e ir a por agua o a trabajar, en el caso de los adultos, y relacionarse en general, rompiendo la barrera de la distancia y otorgándose una mayor libertad.
Ese incentivo de las bicis, junto a la propia iniciativa de quienes las utilizan, puede convertirse en el punto de partida para lograr un cambio profundo en la cotidianidad de muchas personas. Porque acortar distancias en el día a día puede ayudar a acceder de manera más eficiente a recursos, servicios, educación o empleo, pero de fondo puede aportar una mejor calidad de vida, y para eso a veces solo hace falta pedalear.
David Soler y José Manuel Cuevas son ayudantes de investigación del Navarra Center for International Development (NCID) del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra.
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