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Cereales para alimentar la granja de España

Carne, leche, panadería y bollería, vino y piensos son las principales actividades del sector agroalimentario, que emplea a 37.000 personas y genera 10.000 millones de euros al año

Ganadería vacuna en Pedrotoro (Salamanca).
Ganadería vacuna en Pedrotoro (Salamanca).Santiago Urquijo/GETTY IMAGES

En el principio fue la tierra. Una abrumadora extensión de cultivos entre los que reinan los cereales: casi 876.000 hectáreas de trigo (el 40% de todo el que se produce en España), más de 763.000 de cebada (el 33% del total), más de 92.000 de maíz (primer productor nacional), según datos de la Viceconsejería de Desarrollo Rural. Lo que le ha valido a Castilla y León el muy merecido sobrenombre de granero de España. Menos conocido es el hecho de que esos granos alimentan una industria ganadera que, hoy por hoy, tiene más peso que la agrícola (entre un 55% y 45%, según la relación que establece el viceconsejero, Jorge Llorente). “Primeros en cabezas de vacuno de carne; segundos en producción de leche de vaca, solo por detrás de Galicia, y primeros en leche de oveja; primeros en productos emblemáticos como el lechazo o el cochinillo y en cabezas de cerdo ibérico; terceros en porcino”, enumera Llorente con evidente orgullo en la voz. “Somos la granja de España”, enfatiza.

La principal industria agroalimentaria de la región es la cárnica, según las estadísticas: más de 800 empresas, unos 10.600 trabajadores, ventas que superan los 2.600 millones de euros anuales. “Los grandes retos son seguir siendo innovadores, responsables, tener en cuenta las demandas del consumidor, ganar en sostenibilidad, ser cada día más transparentes y trabajar por el bienestar animal, que es prioritario; egoístamente, somos los primeros interesados”. La declaración de intenciones de Agustín de Prada, gerente de la Asociación Española de Productores de Vacuno de Carne (Asoprovac), y de la Asociación Castellano-Leonesa de Empresas de Avicultura (Asclea), es válida, en realidad, para cualquier ganadería. Para las vacas que pastan en la dehesa salmantina; para los nueve millones de gallinas ponedoras (Castilla y León es el segundo productor nacional de huevos); para los 52 millones de pollos que se crían cada año para carne.

Y, por supuesto, para el pujante sector porcino, al alza en los últimos años, que en 2018 superó los cuatro millones de animales en tierras castellanoleonesas. “Nuestros retos pasan por la salud animal; es imprescindible mantenernos libres de la peste porcina. Y por la sostenibilidad: hemos de lograr un producto de cero desperdicio, evitar que el nitrógeno se emita, para utilizarlo como fertilizante; para eso estamos trabajando en diseños más eficientes de granjas”, interviene Miguel Ángel Higuera, director de la Asociación Nacional de Productores de Ganado Porcino (Anprogapor). La nueva normativa sobre purines, mucho más exigente, está actuando como acelerante.

Un total de 346 ganaderías y 872 explotaciones tradicionales tienen denominación de origen Guijuelo.

Pymes tradicionales

La Comunidad tiene 650 bodegas, más de 1.000 millones de euros de facturación anual y 77.963 hectáreas

El porcino es un sector bastante estructurado y compensado, por haber tenido una evolución conjunta y armónica entre la materia prima y el entramado industrial encargado de transformarla, según describe Higuera. Se ha ido reconvirtiendo, “dando paso a una segunda o incluso tercera generación de ganaderos”, añade. “Tenemos un gigante como Campofrío [de origen burgalés], pero verás pocas multinacionales detrás de nuestras explotaciones; la mayoría de granjas, mataderos y empresas de transformación son pymes tradicionales”, afirma. Como lo son el 95% de las 2.700 empresas agroalimentarias castellanoleonesas; su tamaño mediano o pequeño las lastra a la hora de competir, según apuntan varias voces. “Hemos de aprender a construir alianzas y estructuras más sólidas si queremos competir en un mercado global”, apunta Beatriz Escudero, presidenta de la Asociación de la Industria Alimentaria de Castilla y León (Vitartis).

“Tenemos un buen capital humano en el sector primario, gente inquieta, una tecnología aceptable, pero como debilidades destacaría que a veces los agricultores se orientan demasiado en precio en lugar de en rentabilidad; también hay un problema de disponibilidad de agua para los cultivos y de tamaño de las explotaciones”, avisa Félix Moracho, presidente de Huercasa, grupo de empresas dedicadas a la elaboración de productos vegetales de quinta gama. “No tenemos mucha industria, pero es, en general, bastante buena y dinámica; de nuevo, nos hace falta un poco de tamaño, lo que complica el abordaje de retos importantes como la innovación, la internacionalización o el avance tecnológico”, lamenta. Por eso, junto a palabras clave como eficiencia, competitividad, sostenibilidad o cierre de ciclos, los portavoces entrevistados para este reportaje repiten como un mantra la necesidad de colaborar. Entre productores e industria. Entre industria y Administración.

Cobadu, en Zamora, la mayor cooperativa castellanoleonesa y la segunda de primer grado a nivel nacional, con más de 10.500 socios y 330 millones de euros facturados al año, es un ejemplo de cómo sumar para ser más fuerte. También de diversificación. En agricultura ofrece productos y servicios que van desde la recepción del cereal hasta la comercialización del gasóleo, abonos, fitosanitarios, maquinaria, silos para granjas o utillaje para las explotaciones. En ganadería asesora técnicamente y comercializa las producciones de sus socios (porcino, terneros, lechazos y leche), así como el pienso compuesto, que es otro de los puntales económicos de Castilla y León: más de 200 industrias, 1.700 empleados, 5,2 millones de toneladas elaboradas (lo que sitúa a la comunidad como segunda productora nacional) y más de 1.300 millones de euros anuales en ventas. Cobadu controla el 20% de la producción regional junto con otras dos cooperativas representativas: Agropal-Cerrato, en Palencia, y Copiso, en Soria.

Más remolacha azucarera

La remolacha azucarera es un cultivo muy tradicional en Castilla y León que ha pasado de 31.891 hectáreas en 2010 a 24.206 en 2018. La cooperativa Acor responde manteniendo su apuesta por este cultivo y pidiendo "el compromiso y la implicación de las Administraciones", en palabras de su director general, José Luis Domínguez. "El cultivo de la remolacha es rentable; el problema ha surgido al coincidir dos años de producciones excedentarias de Francia y Alemania, que aumentaron su superficie ante el fin de las cuotas [en octubre de 2017, la Unión Europea puso fin al sistema de cuotas, de modo que cada Estado miembro es libre de producir azúcar sin limitaciones], y grandes volúmenes de azúcar de importación. Esto ha provocado el desplome de precios a nivel internacional", ­explica. Pero "el precio internacional del azúcar está creciendo ligeramente y creemos que las perspectivas a dos años podrían permitir una razonable subida", acota.
Más de 4.400 socios agricultores convierten a Acor en una de las cooperativas más importantes de la región. Presente "en los negocios de producción y comercialización de azúcar, aceites alimentarios, productos para la alimentación animal y energía eléctrica renovable", según informa. Su fábrica azucarera, ubicada en Olmedo (Valladolid), "es la mayor y más moderna de España, con capacidad para producir 1.800.000 kilos de azúcar al día procedente de remolacha azucarera", añade.
En el último ejercicio facturó 258 millones de euros. "En la actual campaña de remolacha se han superado las 14.000 hectáreas de contratación en Castilla y León, lo que supone un objetivo muy deseado, ya que se podría alcanzar la ansiada cifra de 200.000 toneladas de azúcar producidas", prosiguen desde su departamento de prensa.
"Estratégicamente impulsaremos todos los proyectos que nos lleven de nuevo a la senda de los beneficios para nuestros agricultores", asegura Domínguez, que señala como prioridad aquellas iniciativas en materia de eficiencia productiva y energética. "Deseamos que vuelva la estabilidad al sector y que a medio plazo podamos dar retornos a los socios", confía. "Nuestro país debe mantener las 25.000 hectáreas".

El pienso compuesto reúne a más de 200 industrias, 1.700 empleados, 5,2 millones de toneladas elaboradas y más de 1.300 millones de euros anuales en ventas

Para la elaboración de los piensos, las industrias se abastecen de tortas, harinas y, sobre todo, de cereales (más del 50%). Más de 2,5 millones de toneladas de cereales procedentes en su mayoría de la tierra castellanoleonesa. “No hay que buscar la materia prima en ningún sitio; tenerla y transformarla aquí es un valor añadido, nos da un enorme potencial; supone aprovechar los recursos localmente”, comenta Agustín de Prada, que es también gerente de la Asociación de Fabricantes de Piensos Compuestos de Castilla y León (Asfacyl).

El territorio con mayor superficie agrícola de España, el tercero de Europa, con 3,5 millones de hectáreas, ocupa el tercer puesto en la clasificación nacional de industrias alimentarias, por detrás de Andalucía y Cataluña. “Andalucía tiene más de ocho millones de habitantes; Cataluña, más de siete; nuestra comunidad autónoma, dos millones y medio. Para la población que somos, producimos mucho; somos exportadores natos”, subraya Llorente, sacando pecho de un sector que resiste bien las crisis, que genera una cifra de negocio anual en torno a los 10.000 millones de euros y que da trabajo a casi 37.000 personas. Como informan desde la Viceconsejería, el valor de las exportaciones agroalimentarias se ha incrementado en los últimos cuatro años en un 15,24%: de 1.831 millones de euros en 2015 a 2.110 millones en 2018.

Se trata de una auténtica locomotora de la economía regional a la que a veces le cuesta comunicar bien lo que hace y cómo, y llegar alto y claro a los consumidores, imponiéndose a la “desinformación” y a las “noticias falsas” (son palabras de varios entrevistados). ¿Sabían, por ejemplo, que Castilla y León es la primera productora de quesos de oveja de España? En torno al 70% de las 170 empresas del sector lácteo, el segundo en importancia tras el cárnico, se dedican a la elaboración de quesos, con una producción que supera las 104.000 toneladas, según datos de Desarrollo Rural; uno de cada tres quesos que se consumen en España se produce en la región, según la Federación Castellano Leonesa de Industrias Lácteas (Lacteacyl). Cuenta también con dos gigantes galleteros, Gullón y Siro, cabezas de “un sector muy complejo y sumamente atomizado”, tradicional y diverso, que elabora pan, galletas, pastelería industrial, pan de molde o masas congeladas con los cereales que crecen en abundancia en su territorio.

El vino, por su parte, representa “un pilar básico de nuestra economía”, declaran fuentes de la Viceconsejería: 650 bodegas, más de 1.000 millones de euros de facturación anual y 77.963 hectáreas (tercera comunidad en cuanto a superficie vitícola, por detrás de Castilla-La Mancha y Extremadura), de las cuales un 90% se encuentran amparadas bajo alguna figura de calidad. “Uno de cada cuatro vinos de calidad que se consumen en España se elabora en Castilla y León”, recuerda Llorente. “En 30 años, Ribera del Duero, nuestro estandarte más emblemático, ha pasado de 45 a más de 300 bodegas; este fenómeno lo podemos extrapolar a Toro, Rueda o El Bierzo”, dice José Antonio Fernández Escudero, director de la Estación Enológica Itacyl. “La versatilidad, la calidad, el buen estado y cuidado de los vinos no ha cambiado, pero sí el aporte de tecnología, el incremento de hectáreas y la incorporación de gente joven y formada”, argumenta.

Industria que fija población

Las instalaciones donde se elaboran vinos o quesos, donde se transforman los productos derivados del cerdo o donde se fabrican galletas son anclas que fijan población al territorio y en algunos casos logran que aumente. La gente consigue trabajo en ellas y se queda en sus pueblos. “Somos muy conscientes de que la industria es necesaria para evitar la despoblación; la defensa del mundo rural es una de nuestras banderas, junto con la alimentación sana”, afirma Moracho desde Huercasa, que emplea a 300 personas en sus centros de Sanchonuño, Valsaín (ambos en Segovia) y San Miguel del Arroyo (Valladolid), un 70% de ellas mujeres.

Un total de 346 ganaderías y 872 explotaciones tradicionales han encontrado en la denominación de origen protegida (DOP) Guijuelo el medio de protección “para defender sus ancestrales métodos de elaboración, diferenciar sus productos en los mercados y aumentar su competitividad basándose en la calidad”, señalan fuentes de la DOP. Esta zona de elaboración de paletas y jamones comprende 78 municipios del sureste de la provincia de Salamanca, con Guijuelo como epicentro.

“Nada tiene sentido si el agricultor o el ganadero no es capaz de ganarse la vida; si su explotación no es rentable, todo lo demás, las políticas demográficas o de desarrollo rural, sobra. Si lo es, permanecerá en el sector, y también sus hijos, lo que garantizará el relevo generacional”, sentencia Fernando Antúnez, director financiero de Cobadu. “Hablamos de un sector estratégico, en el que hemos de apostar por el liderazgo industrial, la excelencia científica y la seguridad alimentaria, y hacerlo trabajando todos juntos”, manifiesta Escudero, que recuerda lo apegado a la tierra que se encuentra, lo difícil de deslocalizar que es y lo falto que está de comunicaciones digitales y formación. “Buscamos la sostenibilidad económica, para la cual es necesaria la sostenibilidad medioambiental, y ambas llevan a la social”, concluye.

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