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En busca de un equilibrio entre la protección a la cultura y el desarrollo

El turismo es una fuente de riqueza económica y social para las comunidades en Latinoamérica, que se debaten entre cuidar el patrimonio de los pueblos y generar empleos y mejoras locales

Dos turistas observan a una mujer indígena mientras teje en San Juan La Laguna, una comunidad en la cuenca del Lago Atitlán.
Dos turistas observan a una mujer indígena mientras teje en San Juan La Laguna, una comunidad en la cuenca del Lago Atitlán.JORGE RODRÍGUEZ

Son las tres de la mañana y un grupo de guías espirituales indígenas empieza a concentrarse en la plaza ceremonial de Siaan Ka’an, una ciudad observatorio de los antiguos Mayas y hoy un sitio arqueológico al norte de Guatemala. Mientras comienzan la preparación para la ceremonia de fuego que recibiría al Nuevo Sol de primavera, unos cientos de metros colina abajo, en la comunidad de Uaxactún, de 1.500 habitantes, un gran grupo de turistas locales y extranjeros se recupera de una noche de fiesta, bebidas y comida tradicional de la zona.

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Para los primeros, la celebración es un acto de solemnidad y conexión con la tierra, el aire y la energía de los astros. Los segundos, atraídos por el Festival del Equinoccio de Uaxactún organizado por la oficina de turismo local, han visto la oportunidad de salir de sus rutinas, beber alcohol y hacerse selfies con una ceremonia de fuego y antiguas estructuras mayas de fondo. El evento astrológico es, en cambio, una oportunidad para los residentes de mostrarse al mundo y obtener ingresos que, de otra forma, serían difíciles de conseguir. No obstante, aunque el beneficio que el turismo proporciona es evidente, también genera una serie de consecuencias que impactan negativamente en el patrimonio cultural y natural, así como en la estabilidad social de las comunidades.

Los residentes de zonas paradisíacas con amplia diversidad biológica y natural, de áreas con yacimientos de restos arqueológicos, centros sagrados o simplemente de espacios naturales con algún atractivo turístico son conscientes de que pueden mejorar su condición económica y social a través del turismo sostenible. Pero es una tarea complicada por el limitado acceso a educación o fuentes de inversión, como créditos, capital para lanzar empresas o una red de contactos adecuada para la creación de modelos de negocios viables.

“Es uno de los grandes retos que los países afrontan para poder lograr que todos los sectores sociales tengan acceso a actividades que generen desarrollo. Para ello es necesario que se den algunos factores clave como la participación activa de las autoridades locales y los vecinos, la organización comunitaria y el ordenamiento territorial”, dice Flor Bolaños, Oficial de Programa de Energía y Medio Ambiente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). “En la actualidad, los presupuestos nacionales no están enfocados en el tema de sostenibilidad ni el desarrollo humano”, añade.

La desconexión con la población local favorece la creación de empresas asentadas en centros urbanos, que promueven a los destinos de una manera tradicional, sin tomar en cuenta la visión comunitaria de los pueblos. Sin embargo, algunas de las nuevas generaciones de empresarios, que utilizan términos como inclusión, diversidad y equidad, están buscando contrarrestar el modelo tradicional mediante el trabajo en conjunto con las comunidades.

“No es ningún secreto que las cosas se han hecho mal hasta el momento”, dice Pablo Hernández, un empleado de Étnica travel asentado en la Ciudad de Guatemala y que ofrece visitas culturales y educativas a viajeros locales y extranjeros. “La cultura es un producto turístico que se puede aprovechar de una forma muy buena, siempre que exista inclusión, reconocimiento y un respeto hacia todas estas manifestaciones. No se puede vender sin tomar en cuenta estos aspectos”, añade Sofía Godoy, otra trabajadora de la empresa.

La cultura es un producto turístico que se puede aprovechar de una forma muy buena, siempre que exista inclusión, reconocimiento y un respeto hacia todas estas manifestaciones Sofía Godoy, empleada del sector turístico

Además de las dificultades ya mencionadas, el comportamiento de algunos visitantes condiciona también la generación de una atmósfera de beneficio mutuo. Hay quienes en estos lugares ven más una oportunidad de fiesta que de aprender a apreciar lo que la población local protege. “Para ellos no tienen valor [los monumentos arqueológicos], son como una piedra más. Este es el resultado de la educación que hemos recibido”, dice Salvador Cutzal, líder comunitario de la etnia maya K’achiquel’.

Regulación y capacitación

La Comuna 13, en Medellín, Colombia, vive un boom turístico gracias a su Graffitour, que ha llevado a esta zona roja a recibir hasta 1.000 turistas extranjeros cada semana. Esto ha atraído a personas no residentes del área, que han visto una oportunidad de desarrollo para ellos mismos, pero que según los habitantes del barrio no transmiten el sentimiento y el sentido de pertenencia como ellos, una situacioón que genera conflictos: “Si no hay valores muy arraigados, las comunidades corren el riesgo de perder su identidad, ya que un turismo mal enfocado genera más dificultades que ventajas”, dice Juan Correa, propietario de un bar en una zona turística de Medellín.

Para Julio Carranza, representante de Unesco en Guatemala, el tipo de turista que los lugares captan depende también de la promoción que se hace de los destinos en sí. “Si la promoción es equivocada y la venta de los atractivos no apunta su condición cultural, obviamente se corre el riesgo de atraer al público equivocado”, dice. Jorge Mario Chajón, Director General del Instituto Guatemalteco de Turismo (Inguat), ve necesaria la intervención del Gobierno, no como un ente regulador, sino como fuente de aprendizaje para la población local. “El Estado debe brindar capacitación técnica que permita el empoderamiento de las personas. El apoyo a los pequeños y medianos empresarios también es clave”, comenta.

Para lograr que los sectores sociales tengan acceso a actividades es necesario que se dé participación activa de las autoridades locales, la organización comunitaria y el ordenamiento territorial Flor Bolaños, Oficial de Programa de Energía y Medio Ambiente del PNUD

Según la propuesta de Chajón, la formación les brindaría así herramientas necesarias para el manejo y mantenimiento de una zona natural, un parque arqueológico o cualquier otro destino que deseen promover. Su participación activa evitaría, además, que se piense más en educar a los visitantes para disfrutar de manera respetuosa, sin dañar el patrimonio ni perder su valor cultural. “Es mediante experiencias de inmersión que los nuevos turistas están aprendiendo la valía de las diferentes culturas, no como un atractivo turístico, sino más bien como un patrimonio intangible que hay que reconocer y cuidar en su justa medida”, añade Hernández desde Guatemala.

Diversificación de la oferta

Un grupo de guías espirituales mayas realizan una ceremonia de fuego mientras varios turistas trepan estructuras arqueológicas de más de 2.000 años de antigüedad, en Uaxactún.
Un grupo de guías espirituales mayas realizan una ceremonia de fuego mientras varios turistas trepan estructuras arqueológicas de más de 2.000 años de antigüedad, en Uaxactún.J. R.

“Debido a que los medianos y pequeños empresarios no pueden acceder a créditos para la mejora de la infraestructura fácilmente, es necesario que sepan cómo dar más valor a sus productos y ofrecer experiencias únicas”, dice Rodolfo Lizano, Director General de Planeamiento y Desarrollo Turístico del Instituto Costarricense de Turismo (ITC). “Nosotros trabajamos en capacitarlos en temas de innovación, gastronomía y tradiciones culturales para que, en términos generales, doten de un valor agregado a lo que ofrecen”, agrega el funcionario, que cuenta que uno de los éxitos de Costa Rica es la rotación de destinos porque eleva el período de estadías y permite el acceso a los beneficios económicos que el turismo genera. “Evita, además, la sobrecarga de los lugares, reduciendo así el impacto ambiental y social”, añade Lizano.

En Guatemala se busca potenciar la experiencia cultural, por lo que la formación comunitaria es esencial para permitir el desarrollo de las comunidades con un riesgo mínimo de gentrificación o alienación de los sus residentes. “Ya se ha dotado a 12 comunidades de infraestructura mínima para la atención de los visitantes y se les ha brindado capacitación en primeros auxilios, trato al turista, manejo de situaciones de riesgo y competitividad”, cuenta Chajón. Si bien existen muchas propuestas de parte de las organizaciones internacionales, ONGs y sociedad civil, los Estados y autoridades locales enfrentan muchos desafíos para encontrar un equilibrio entre el desarrollo social y económico y la conservación del patrimonio. “Si el criterio es la rentabilidad, un destino de mucho valor cultural termina siendo una feria. Estamos aún a medio camino”, añade el presentante de Unesco en Guatemala.

Eso se refleja en el sentir de la gente. Por un lado, la posibilidad de rentabilizar los sitios que protegen y promover su valor hace que el turismo se vea con buenos ojos. Por el otro, la gente lucha por evitar el deterioro del entorno en el que viven y proteger lo que consideran como su legado. “A veces es mejor que dejen todo cubierto porque al descubrirlo, se destruye y se pierde”, dice un habitante de Uaxactún, mientras señala los montículos que guardan los restos de la antigua ciudad maya. “La gente viene y hace su fiesta. Bebe, saca sus banderas y eso es lo más triste que se puede hacer. Es como un sacrilegio actuar así y no saber lo que tenemos”, concluye el líder comunitario de la etnia maya K’achiquel’.

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