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Las claves para reducir el daño por las drogas

Un congreso aborda cómo minimizar el daño en la salud y la sociedad de los estupefacientes. La directora de Harm Reduction International, Naomi Burke-Shyne, repasa las claves

Naomi Burke-Shyne, directora de Harm Reduction International, durante el 26º congreso en Oporto.
Naomi Burke-Shyne, directora de Harm Reduction International, durante el 26º congreso en Oporto. Steve Forrest (HRI / Workers’ Photos)
Pablo Linde
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La reducción de daños es un concepto que parte de la idea de que las drogas no van a desaparecer. Hay personas que ya sea porque no pueden dejarlo o no quieren van a seguir consumiendo, así que esta tendencia apuesta por mitigar al máximo el impacto que producen en la salud y en la sociedad con más y mejor regulación. El ejemplo más conocido es la metadona, un fármaco que causa adicción y perjudica a quien lo toma, pero que es mucho menos dañino que la heroína a la que sustituye.

Oporto celebra desde el pasado domingo la 26ª conferencia de Harm Reduction Internacional (HRI), donde expertos de 90 países evalúan estas políticas, que van más allá de la sustitución de opioides: espacios seguros para inyectarse, centros de análisis de narcóticos para que quienes las toman sepan exactamente qué consumen, atención a trabajadores sexuales. Son medidas polémicas en muchos lugares, pero respaldadas por una amplia evidencia: allá donde se usan mejora la salud de los toxicómanos, se controlan brotes de enfermedades infecciosas como tuberculosis, sida o hepatitis, y la seguridad aumenta. No es casualidad que Portugal sea sede de este encuentro: hace 20 años el país comenzó a trabajar en la descriminalización de los usuarios de drogas, una estrategia que ha situado al país como pionero y referencia internacional en la materia.

Naomi Burke-Shyne, directora ejecutiva de HRI —que ha invitado a EL PAÍS a este congreso—, ha hecho un efusivo llamamiento a que los países donaran fondos al Fondo Global contra la Tuberculosis, el Sida y la Malaria, un organismo multilateral que recauda dinero de gobiernos y ONG para luchar contra estas enfermedades. La reducción de daños es una de sus herramientas para frenar unas dolencias que suelen impactar especialmente a los consumidores de estupefacientes. Francia será sede en octubre de una asamblea donde los donantes se comprometerán a aportar dinero para los próximos tres años. España lleva desde 2011 sin dar un solo euro y la situación política ha propiciado que no esté claro si va a volver a hacerlo.

Pregunta. ¿Por qué son importantes las políticas de reducción de daños?

Respuesta. Porque la droga está presente en la sociedad desde hace cientos de años. Hemos asistido a su criminalización, que ha provocado que los consumidores no sepan lo que están tomando, así que estas medidas permiten a las personas tomar decisiones informadas e, idealmente, tener acceso a utensilios esterilizados que eviten transmisión de enfermedades. En el mejor escenario, también acceso a test de narcóticos, para que conozca lo que consumen. Es importante porque salva vidas. En las últimas tres décadas la evidencia ha demostrado que ha reducido el contagio de enfermedades. Y, también, porque cuando ves a los usuarios de drogas te das cuenta de que tienen vidas complicadas y la reducción de daños les ayuda.

La reducción de daños es importante porque salva vidas

P. Estas medidas necesitan dinero. Usted ha hecho un llamamiento a los Gobiernos a aportar al Fondo Global. ¿Por qué?

R. Hemos estudiado la financiación en los últimos años, comparando las donaciones nacionales e internacionales de muchos países. Entre 2006 y 2016 ha sido prácticamente igual: 188 millones [de dólares] al año. Este llamamiento quiere mostrar que no hay un progreso y que hay mucho por hacer. El 99% de las personas que se inyectan drogas viven en países con cobertura limitada o inexistente de servicios de reducción de daños. La mayoría del dinero para estas políticas en los países en desarrollo provienen del Fondo Global y este año hay una recaudación. Depende de los gobiernos y la filantropía para tener dinero para continuar apoyando estas políticas. Si no consigue sus objetivos hay mucha gente que va a sufrir.

P. El Gobierno español lleva años sin financiar al Fondo Global. ¿Por qué un ciudadano debería exigirle a sus políticos que se comprometan a aportar dinero?

R. Cada vez vivimos en un mundo más conectado. Es nuestro deber preocuparnos por quienes están a nuestro alrededor, no solo dentro de nuestras fronteras, también fuera. Creo que si España tiene conexiones con otros países debe querer que haya un mundo más sano.

P. ¿Cómo impacta la reducción de daños a la salud global y en las enfermedades infecciosas?

R. Si eliges consumir drogas es importante que tengas a tu disposición utensilios estériles, servicios que te den acceso a pruebas para saber si tienes VIH o hepatitis y, en su caso, recibir un tratamiento. Ahora la hepatitis tiene una medicación y se puede curar en la mayoría de las personas. Con acceso a servicios la gente puede mejorar su calidad de vida.

P. En este congreso personalidades como Michele Bachelet están hablando de la regulación. ¿Deberíamos olvidarnos de la prohibición de las drogas? ¿Es una solución?

Con la regulación, el Gobierno controla las sustancias, así que entendemos cuánto estamos tomando de qué

R. Parte de la reducción del daño es la descriminalización, porque si compras las drogas en un mercado no regulado no sabes lo que estás consumiendo y te pone en riesgo. Nosotros abogamos por ello. Sobre todo que la gente no sufra penas de cárcel por su elección en el uso de drogas.

P. ¿Deberían ser parte del mercado, como el alcohol o el tabaco?

R. Es una opción. No soy una experta en legalización. Pero lo que sé de esos ejemplos es que el Gobierno controla las sustancias, así que entendemos cuánto estamos tomando de qué. Eso nos hace tomar decisiones más inteligentes para la salud.

P. Portugal es uno de los países pioneros en la descriminalización del consumo. ¿Cuáles son las principales referencias internacionales por las que considera que el resto de los gobiernos deberían seguir?

R. Hemos visto avances en muchos países. Suiza es otro ejemplo. Tienen acceso a servicios de test de drogas. 

P. ¿En el otro lado estaría Rusia? Allí está subiendo enormemente el VIH entre los toxicómanos.

R. Rusia ha criminalizado durante décadas el tratamiento de sustitución [de opioides], que ha sido reconocido por la Organización Mundial de la Salud y demostrado como útil para la gente que tiene esa dependencia. Es un país con millones de consumidores que no tiene acceso al tratamiento médico adecuado para ellos. También vemos tácticas populistas que van contra la reducción de daños, por ejemplo en Filipinas, donde estamos viendo incluso asesinatos a quienes consumen.

P. ¿Cuál sería la primera medida que un país debería tomar?

R. Escuchar a los consumidores. Tienen la experiencia para tomar las mejores decisiones. La evidencia de las últimas décadas nos dice que estas políticas tienen que ser lideradas por la comunidad.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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