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El enlace entre la historia y la prosperidad

El monasterio de Sijena, el arte mudéjar y el Camino de Santiago son pilares de la región

Miguel Ángel García Vega
Monasterio de Santa María de Sijena, en la provincia de Huesca.
Monasterio de Santa María de Sijena, en la provincia de Huesca. Inma Flores

En Aragón se escucha el silencio de las piedras y las pinturas antiguas, pero también el estallido del toque de tambor y el bombo. Ambos extremos son patrimonio material e inmaterial de la humanidad. En los bellísimos ábsides del monasterio de Sijena (en la comarca de Los Monegros), el visitante siente el recogimiento con el que los arquitectos del siglo XII imaginaron acercarse a Dios. Dentro, un tesoro. Tras la llegada —después de la aplicación del artículo 155 en Cataluña— de 44 piezas que estaban depositadas en el Museo de Lleida, entre las que destacan tres hermosas cajas sepulcrales del siglo XV, el cenobio ha tenido una nueva vida. En 2017, cuando albergaba solo las 51 obras devueltas por el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), apenas lo visitaban 6.000 personas. El año pasado fueron más de 10.500. Acallado temporalmente el ruido del traslado y su enfrentamiento con la Generalitat, aguardan en la quietud las piezas, y son soberbias. 

La comunidad quiere "Soñar Sijena". Es el nombre de un plan director que intenta conseguir unos 10 millones de euros en los próximos cuatro años; hasta 2023, cuando el monasterio cumpla su centenario. “Con ese presupuesto podremos terminar la restauración del monumento y ampliar las salas de exposiciones. Hasta ahora hemos atendido a lo urgente, pero tenemos que trabajar a largo plazo”, defiende Juan Yzuel, portavoz de la plataforma ciudadana Sijena Sí. Aún tienen que regresar o no (dependerá de la resolución de la Audiencia Provincial) las pinturas murales del cenobio monegrino. Pero esta localidad de poco más de 500 habitantes nota que la historia les ha hecho hueco. “Es un ejemplo de resistencia de los pueblos en su lucha contra el expolio frente a urbes grandes y poderosas. Sijena es un símbolo de dignidad y justicia”, reivindica Yzuel.

Por lo común, el patrimonio histórico y cultural suele generar un espacio sin tantas tensiones. Predominan más los acuerdos que las disputas. Aragón es abundante en bienes culturales y naturales que son patrimonio del mundo. En esta lista de joyas de valor universal concurre el arte mudéjar de Teruel (que entró en la clasificación en 1986), el Camino de Santiago (1993), los parques de Ordesa y Monte Perdido (1997) y el arte rupestre del Arco Mediterráneo (1998). Un diálogo entre el presente y el pasado.

Un reclamo identitario

Crece el interés por las rutas que rememoran la Guerra Civil, como Belchite o los pasos de ­Orwell por Los ­Monegros

El mudéjar turolense —una arquitectura de tierras reconquistadas— abrió esa vía a la memoria del planeta. Hoy son ya 10 edificios bajo la bóveda mundial. Ahí están, por ejemplo, las torres de San Martín y del Salvador; la torre, techumbre y cimborrio de la catedral de Santa María de Mediavilla, o la torre e iglesia de San Pedro. El patrimonio cultural es la identidad de un pueblo y se cuida mucho. “Solo falta por restaurar la torre de la catedral en Teruel”, apunta el arquitecto Antonio Pérez Sánchez, quien reclama levantar la mirada cuando se pasee por la ciudad y fijarse en el modernismo traído por el arquitecto tarraconense Pablo Monguió Segura.

Sin embargo, mientras se vaga por las calles de Teruel, el visitante escucha al fondo el rumor del pasar que acarrean los peregrinos. El Camino Francés —parte del Camino de Santiago— entra por Somport (puerto de Montaña que sirve de frontera con Francia) y baja hasta Undués de Lerda (Zaragoza). Un viaje de unos 98 kilómetros paralelo al río Aragón que “permite contemplar algunos de los mejores elementos románicos del mundo, como el ajedrezado [una ornamentación del siglo XI basada en pequeños cilindros alineados] jaqués”, comenta Ernesto Gómez, director de la Asociación de Municipios del Camino de Santiago (AMCS). Un recorrido de descubrimiento interior, pero también económico: cada peregrino que pasa por el territorio aragonés se deja, en promedio, 240 euros. Hay que atraer a esos caminantes: al fin y al cabo, el 10% de la riqueza de la región procede del turismo.

Uno de esos motores de la prosperidad estaba enterrado bajo capas de sedimentos y millones de años. La Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis, con su centro en Teruel y siete pequeños museos en el territorio, expone fósiles, muchos de dinosaurios y las huellas de sus pisadas al aire libre. “No solo hemos atraído más de tres millones de visitantes desde que abrimos en 2001, sino también contribuimos a fijar la población en una tierra de pueblos dispersos”, reflexiona Luis Alcalá, su director gerente. Por desgracia, el pasado no siempre resulta tan amable. El recuerdo, a veces, es dolor. La comunidad muestra esa tragedia entre españoles que fue la Guerra Civil. Se pueden recorrer las ruinas del Pueblo Viejo de Belchite —donde en 1937 murieron 5.000 personas en 15 días— o caminar los pasos del escritor británico en Los Monegros durante la contienda (Ruta Or­well). Jornadas que son parte del horizonte humano y geográfico de su novela Homenaje a Cataluña (1938), el relato de un ejercicio de memoria y democracia.

Pluralidad lingüística

El aragonés es una joya común. Un patrimonio histórico distinto; al igual que la palabra, la música popular o la tradición oral. Empezó a enseñarse en las escuelas en el curso 1997-1998. “Nosotros no tenemos una sola lengua, lo que construye la identidad aragonesa es la pluralidad de hablar catalán, aragonés y castellano”, explica José Ignacio López Susín, director general de Política Lingüística. Incluso le han buscado una respuesta comercial a la iniciativa Agora x l’aragonés, que busca encontrar el valor económico en la palabra. Pensemos en una bodega que bautiza uno de sus vinos con esa gramática. Algo sencillo, algo trascendente. “La cultura para nosotros es un motor de la economía”, refrenda Nacho Escuín, director general de Cultura y Patrimonio de Aragón.

¿Y quién puede imaginar el territorio sin Francisco de Goya? Desde hace 12 años, la fundación que lleva su nombre se ocupa de difundir su legado. Entre 2016 y 2019, apostilla María Lorente, su coordinadora, ha duplicado los ingresos públicos y privados. Se persigue dar a conocer los aspectos más inéditos de la obra del maestro —oriundo de Fuendetodos (Campo de Belchite)— y su contexto.La próxima exposición, El dibujo español en el gusto privado. Del Renacimiento a la Ilustración, presentará por primera vez colecciones privadas de dibujo español.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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