Diabetes: la epidemia que nos puede aplastar porque no emociona
La enfermedad, que ya mata a más de un millón y medio de personas al año en el mundo, sigue extendiéndose
Aunque a veces las estadísticas las reúnan con el mismo nombre, no todas las muertes nos parecen iguales. No es lo mismo morir de repente que hacerlo poco a poco, aunque sea un poco más rápido de lo previsto. Por eso hay enfermedades que no despiertan tanto interés, aunque las estadísticas muestren un cataclismo. La primera semana de octubre, en Berlín, el presidente de la Federación Internacional de Diabetes (IDF, de sus siglas en inglés), Nam Han Cho, llamaba la atención sobre esta dolencia con una hipérbole: “Esto es la tercera guerra mundial”, afirmaba, comparando el más de millón y medio de muertos por diabetes al año con las bajas de una contienda bélica.
La pasada semana expertos de todo el mundo se reunían en la capital alemana en el congreso anual de la Asociación Europea de Diabetes (EASD, de sus siglas en inglés). Allí se presentaron algunos de los últimos resultados para combatir la enfermedad, como los fármacos que además de reducir los niveles de azúcar en sangre rebajan el riesgo cardiovascular. La diabetes de tipo 2, la asociada a la obesidad y el envejecimiento, puede multiplicar hasta por seis la probabilidad de morir por un derrame cerebral o un ataque al corazón. Este factor de riesgo ha hecho que la evaluación del riesgo cardiovascular inicial se incluya en las guías de tratamiento para diabéticos consensuada en este encuentro por la EASD y su homóloga estadounidense, la ADA. Los nuevos fármacos se han incluido en esta guía como tratamientos de segunda línea.
La diabetes multiplica el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y cáncer
Mads Krogsgaard Thomsen, director científico de Novo Nordisk, farmacéutica que produce estos medicamentos innovadores que invitó a este periódico al congreso, lamentaba que los criterios de los Estados y las aseguradoras para financiar determinadas moléculas tengan a veces criterios más emocionales que objetivos. “Todo el mundo acepta el coste de los fármacos para el cáncer, aunque solo incrementes la supervivencia un año, porque existe un factor emocional”, afirmaba. “El coste de un año de calidad de vida ajustado puede ser de hasta 100.000 dólares en Reino Unido. Para la diabetes, solo se acepta que ese coste llegue a los 30.000 o 40.000 euros", concluye. Dos investigadores veteranos reconocían durante una presentación, por razones parecidas a las esgrimidas por Thomsen, la dificultad de atraer a médicos con talento para la disciplina y comentaban que, a diferencia de lo que sucede con el cáncer, la gente que muere de esta enfermedad no hace donaciones para organizaciones que la combaten.
La diabetes es una enfermedad asociada a la obesidad y su incremento paulatino en todo el mundo amenaza la sostenibilidad de los sistemas sanitarios. En 1980 la padecía un 4,7% de la población mundial. La cifra llegó al 8,5% en 2014 y sigue creciendo, principalmente en países de ingresos medios y bajos. Además del riesgo cardiovascular, los diabéticos tienen un 22% más de riesgo de cáncer, porcentaje que un estudio presentado en Berlín por Nasra Alam, de la Universidad de Manchester, eleva al 31%.
Como en muchas enfermedades, la clave para reducir su impacto está en la prevención. Comer menos y mejor o hacer ejercicio son las dos medidas fundamentales para contenerla. Dejar de fumar reduciría el riesgo cardiovascular, pero según comenta la epidemióloga de la Universidad de Edimburgo Helen Colhoun, un tercio de los diabéticos continúan fumando. Neil Poulter, profesor de medicina cardiovascular preventiva del Imperial College de Londres, incidía en las dimensiones de la epidemia, pero recordaba que no es algo irreversible. “La buena noticia es que puedes librarte de la diabetes a base de morirte de hambre. Si te esfuerzas puedes dejar de ser diabético, no es inevitable”, aseguraba. Colhoun, no obstante, señalaba que “aunque las recomendaciones pueden parecer fáciles, cambiar los comportamientos es difícil”. “No solo depende de ti, también depende de cómo está organizada la sociedad”, añadía. Además, una dieta extrema puede tener un efecto rebote y las subidas y bajadas de peso continuas son negativas para los diabéticos.
Para cambiar la organización de la sociedad y facilitar los cambios de hábitos que contengan la epidemia de diabetes, los expertos reconocen que es necesaria la colaboración de la industria de la alimentación. “Habría que reducir el tamaño de las raciones”, afirmaba Nam Han Cho, que lamentaba que en algunas de sus campañas para la promoción de la comida saludable gastaban "tres millones de euros, mientras la industria podía gastar 3.000 para promocionar productos insanos". “Habría que hacer desaparecer la Coca-Cola a base de impuestos”, dijo Poulter. “Esas bebidas deberían ser extremadamente caras y los niños no deberían estar expuestos a ellas”, añadió. No obstante, como los problemas provocados por la diabetes se ven como algo paulatino y la comida basura se consume compulsivamente, cualquier medida para controlar este tipo de productos encontrará oposición, no solo en la industria. En opinión de Kathryn Taubert, vicepresidenta de la Asociación Americana del Corazón, “hará falta una generación para cambiar esto".
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