Un paseo sonoro por el París de Mayo del 68
Las ideas y proclamas que lanzaron los estudiantes que impulsaron la revuelta de Mayo del 68 han traspasado décadas y fronteras. Volvemos al origen geográfico del movimiento, concentrado en unas pocas calles de París que permiten realizar una ruta fidedigna siguiendo los pasos de quienes querían cambiar el mundo.
1 Nanterre, donde todo empezó
Para los más puristas de Mayo del 68, el recorrido empieza en las afueras de París, a una veintena de minutos en el tren de cercanías RER que conecta la capital con las banlieues, las ciudades de la periferia. Porque todo empezó antes de mayo y fuera del Barrio Latino, donde se concentrarían luego las protestas estudiantiles. Fue en Nanterre (ot-nanterre.fr), cuya universidad fue inaugurada en 1964 para descargar la Sorbona y donde estudiaba uno de los líderes de la revuelta, Daniel Cohn-Bendit. “Entre barriadas y pabellones universitarios tristes, sobre una explanada de tierra desnuda, los urbanistas del gaullismo lograron una obra culminante de la arquitectura sin alma”, la describe en su libro Mayo del 68 Laurent Joffrin, director del diario Libération. En esto, Nanterre no ha cambiado tanto. A la universidad, cierto es, se llega mejor y más rápido ahora, pero el campus sigue estando compuesto por edificios muy alejados de la soberbia arquitectura de París. Aun así, sigue preciándose de sus estudiantes. Por aquí pasaron, entre otros, el presidente, Emmanuel Macron, o el ex primer ministro Dominique de Villepin.
2 El Barrio Latino, corazón de las protestas
El París más puro, el más intelectual, el de la Rive Gauche, nicho de artistas e intelectuales, se concentra en altas dosis en el Barrio Latino, que debe su nombre al gran número de universidades —donde se hablaba en latín— que lo pueblan desde el siglo XIII. Es también donde se desarrollaron los principales acontecimientos de Mayo del 68 (más adelante los detallaremos). Pero más allá de los lugares clave de aquellos días revolucionarios, el barrio ofrece algunas visitas muy interesantes: el Panteón (paris-pantheon.fr), el mausoleo del siglo XVIII donde reposan algunas de las grandes personalidades de Francia; la iglesia de Saint-Sulpice; los maravillosos jardines de Luxemburgo, sitio preferente de los parisienses para hacer un pícnic en cuanto sale un rayo de sol y que también albergan el Senado francés. También está la mítica librería Shakespeare & Co (shakespeareandcompany.com), frecuentada por los autores de la generación perdida, desde Ernest Hemingway a Gertrude Stein o James Joyce (cuyo Ulises fue publicado por primera vez en 1922 por la fundadora de este templo de la literatura anglófona, Sylvia Beach).
3 La Sorbona, un mes de reivindicaciones
La universidad más conocida de Francia, la Sorbona (sorbonne-university.com), toma su nombre del fundador en 1257 de la institución, el teólogo Robert de Sorbon, que quería crear un lugar para estudiantes —inicialmente solo de Teología— pobres que les permitiera “vivir en buena compañía, de manera colegiada, moral y estudiosa”. Reconstruida a principios del siglo XVII por orden del cardenal Richelieu, cuya tumba está en su soberbia capilla (19, Rue de la Sorbonne), la Sorbona fue cerrada durante la Revolución Francesa, y solo a partir de comienzos del siglo XIX recuperó su estatus como centro de enseñanza privilegiado. Se convirtió en uno de los epicentros de la revuelta del 68 cuando, a principios de mayo, los estudiantes de Nanterre se trasladaron hasta allí. Permanecieron encerrados durante un mes, hasta que la policía los desalojó el 16 de junio. Unos días y semanas que los revolucionarios pasaron pensando en cómo cambiar el mundo a golpe de lemas pintados en sus muros bajo retratos de Mao o el Che Guevara. La Sorbona es una de las paradas de las rutas guiadas que organiza Cultival (cultival.fr).
4 ¡A las barricadas! Las calles de la revolución
Hay que echarle mucha imaginación para visualizar en las hoy tranquilas calles de los alrededores de la Sorbona y el Panteón el principal campo de batalla de Mayo del 68. Pero fue aquí donde se desarrolló la “noche de las barricadas” del 10 al 11 de mayo, después de que los líderes estudiantiles llamaran a ocupar el Barrio Latino “cueste lo que cueste”. Hasta 60 barricadas —poco efectivas pero muy llamativas— se erigieron desde la pequeña calle Le Goff a la más representativa de aquella noche, la Gay-Lussac. Bautizada como la “calle del 11 de mayo”, los adoquines arrancados del suelo volaban bajo una de las consignas más recordadas: “Bajo los adoquines, la playa”. Desde los pisos altos de los edificios de esta calle —donde han vivido entre otros Picasso, Paul Valéry y George Sand—, al igual que en otras vías, los vecinos lanzaban cubos de agua para bajar la nube de gas lacrimógeno lanzado por la policía. Algunos de esos campos de batalla son, hasta hoy, zona de bares y restaurantes, como la Rue Mouffetard (donde se celebra de martes a domingo un concurrido mercado de frutas, verduras y especialidades regionales).
5 El teatro del Odeón, tribuna libre
Situado a espaldas de los jardines de Luxemburgo y actualmente uno de los seis teatros nacionales de Francia, el Odéon, un teatro de estilo neoclásico, fue inaugurado en 1782 por María Antonieta. “Un templo nuevo que la munificencia real ha erigido a mayor gloria del arte dramático”, dijo la reina. Es un teatro a la italiana —escenario en forma cúbica ante una sala en semicírculo con una platea con asientos—, el primero de París de estas características. Aquí se estrenó Las bodas de Fígaro, la obra de Pierre-Augustin de Beaumarchais posteriormente adaptada a la ópera por Mozart y que Luis XVI intentó censurar por considerarla demasiado subversiva. Casi dos siglos más tarde, el Odéon fue invadido por los estudiantes el 15 de mayo de 1968, que lo consideraban un “teatro burgués”. Permaneció ocupado durante todo un mes y, en calidad de tribuna libre para todo el que quería tomar la palabra, se convirtió en uno de los centros neurálgicos de la protesta estudiantil. Fuera de los espectáculos, el teatro (en Place de l’Odéon) acepta visitas de grupos de un mínimo de ocho personas bajo petición.
6 Cafés donde se moldeaban las ideas
Apenas hay movimientos políticos o artísticos en Francia que no se hayan desarrollado en un café. Tampoco Mayo del 68 podía ser diferente. Al igual que pasó con las librerías, muchos de los cafés donde se reunían los protagonistas aquellos días de mayo ya han desaparecido; algunos se han convertido en tiendas. Pero todavía es posible tomarse un café o refresco en alguno de los centros intelectuales de antes, durante y después de esas convulsas semanas. En el bulevar Saint-Germain está, por ejemplo, La Rhumerie (en el número 166) y, a pocos pasos, Les Deux Magots (en la esquina con la plaza Saint-Germain-des-Prés), que hasta hoy vive del glamour que le proporcionaron dos de sus clientes asiduos, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir. A su lado, el no menos literario café De Flore, y enfrente la Brasserie Lipp, restaurante favorecido por la alta política, desde Georges Pompidou, primer ministro en el convulso 1968, a François Mitterrand o Jacques Chirac. A unos minutos, Le Basile (34, Rue de Grenelle), café preferido de estudiantes y profesores de la facultad donde se educa a la élite política del país, Sciences Po.
7 Bellas Artes: los carteles combativos
El 14 de mayo fue la escuela de Bellas Artes (beauxartsparis.com), situada en la orilla izquierda del Sena, frente al Louvre, la que fue tomada por los estudiantes. Rápidamente, la institución se rebautizó como el “taller popular” y se convirtió en el centro creativo de Mayo del 68. Allí, artistas que ya despuntaban y otros desconocidos hasta el momento producían buena parte de los carteles icónicos de aquellas semanas; algunos han trascendido generaciones hasta hoy, como el de la chimenea de una fábrica que se transforma en un combativo puño en alto. El pintor figurativo español Eduardo Arroyo (Madrid, 1937) fue uno de los artistas que participaron en la ocupación de la escuela parisiense. Estos días se pueden ver piezas suyas en la retrospectiva Imágenes en lucha, la cultura visual de la extrema izquierda en Francia (1968-1974), que se mantendrá abierta al público hasta el próximo 20 de mayo en el Palais des Beaux-Arts (13, Quai Malaquais; entrada, 7,50 euros). “El atelier se convirtió en una verdadera fábrica” de carteles, recuerda Eduardo Arroyo en una entrevista publicada en la web del museo.
8 La Seine Musicale, pura arquitectura
Este nuevo centro musical de París fue inaugurado hace justo un año nada más y nada menos que por Bob Dylan ante un público rendido casi a partes iguales ante el cantautor poeta y ante la moderna estructura de La Seine Musicale (laseinemusicale.com). Su gran cúpula acristalada, proyectada por el arquitecto japonés Shigeru Ban y el francés Jean de Gastines, parece montada sobre un gigantesco paquebote y está dotada de una especie de vela compuesta por paneles solares. Nada hace pensar que, hasta hace no tanto, en el edificio que aloja este moderno centro de conciertos y convenciones se construían coches. Lo que hoy es un elegante edificio que domina la pequeña isla de Seguin, en el río Sena, era una de las fábricas insignia de Renault. Y era, también, una “fortaleza obrera” que, en 1968, fue de las primeras fábricas en adherirse a la huelga al lado de los estudiantes que ocupaban el centro de París. El imponente edificio de Shigeru Ban se puede visitar en una ruta guiada que descubre desde los camerinos hasta el modulable auditorio (que cuesta 15,90 euros por persona; hay que reservar).
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