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Los desafíos económicos y sociales de las familias monoparentales en España

Si la conciliación es una utopía para aquellas con dos progenitores, en este caso, estas se enfrentan a mayores dificultades para poder hacer compatible su doble responsabilidad

Una madre observa junto a su hijo el horno.
Una madre observa junto a su hijo el horno.Getty

Casi dos millones de hogares en España están formados por familias monoparentales. De ellos, alrededor del 80% tienen a una mujer al frente con uno o varios hijos, lo que lleva a asociaciones como la Federación de madres solteras (FAMS), nacida en 1994, a reclamar la inclusión del término monomarental. Lo hacen no solo por la tendencia creciente de este modelo de familia, sino para visibilizar que aun teniendo en común que solo es una persona adulta la que está al frente de la unidad familiar, hay una serie de condiciones que por el simple hecho de ser mujeres les hace enfrentarse a mayores dificultades.

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“Partimos de una discriminación mayor. Ya por el hecho de ser mujeres parece que se nos penaliza, pero si añadimos cuestiones como ser inmigrante, tener alguna discapacidad o no disponer de formación, la vulnerabilidad va en aumento. A nivel político y social se asume que somos las madres las cuidadoras y las que tenemos que sacar el barco a flote”, lamenta Carmen Flores, presidenta de la FAMS.

La conciliación y la vivienda, dos de las grandes preocupaciones

Si la conciliación es una utopía para las familias con dos progenitores, en el caso de las monoparentales estas se enfrentan a mayores dificultades para poder hacer compatible su doble responsabilidad, porque al invisibilizado trabajo de los cuidados se suma siempre el trabajo remunerado fuera del hogar, un trabajo muchas veces con horarios imposibles y sin la posibilidad de reducir las jornadas. “Partimos de que es más difícil encontrar empleo para una mujer o conseguir una promoción laboral porque disponemos de menos tiempo. Tampoco podemos acogernos a reducción de jornada porque no es viable al llevar implícita una disminución de sueldo a la que no todas las familias pueden hacer frente. Cada día hacemos malabares para llegar a todo. Es como vivir en una carrera de fondo permanente, pero sin tener a nadie para darle el relevo en ningún momento”, explica Carmen Flores.

Lorena Santamaría descubrió en mayo de 2015 que estaba embarazada. Lo supo mientras residía en Holanda, país al que llegó tras trabajar y estudiar en Inglaterra, Estados Unido, Polonia y Dubái. “Conocí al padre de mi hijo y todo iba como cualquier relación, pero cuando llegó el embarazo no planeado él decidió desvincularse y desde la sexta semana de embarazo desapareció”. Lorena tenía claro que seguiría adelante sola: acababa de cumplir 25 años, tenía un trabajo en una prestigiosa universidad del sur de Holanda y se sentía preparada para asumir el reto, así que volvió a España para estar acompañada de su entorno familiar.

Sin embargo, reconoce que, aunque disfrute de una libertad total y absoluta para decidir sobre las cuestiones de la vida de su hijo y de una red de apoyo, “criar en solitario es duro”. Y la conciliación es la mayor dificultad que encuentra en su condición de madre soltera: “La conciliación en sí es un problema generalizado, pero para nosotras es aún más complicado. Para llevar a tu hijo al médico o para quedarte con él en casa acabas teniendo que tirar de tus propias vacaciones, que no son infinitas... Y aunque mis padres son jóvenes y me ayudan, es cierto que cosas muy simples de la vida cotidiana se vuelven a veces un mundo”.

Junto a las dificultades laborales y económicas también está el temor a sufrir una grave enfermedad o un accidente, incluso la idea de la muerte es más potente en el caso de las familias monoparentales

A lo anterior se une una desventaja económica feminizada, los salarios bajos, algo que hace muy difícil el alquiler o la posibilidad de compra de una vivienda para las familias monomarentales. “El acceso a la vivienda es uno de los mayores retos a los que se enfrentan las familias monoparentales con una mujer al frente. Los precios del alquiler son prohibitivos para cualquier familia, y en particular para familias con un solo adulto. Esto tiene como consecuencias que, o bien se comparte vivienda con familia de origen, o, en el caso de mujeres migrantes sin apoyos familiares, se ven abocadas a vivir en una habitación con sus hijos”, explica Ainara Ibarrondo, trabajadora social en un Centro de Atención Social Primaria de Madrid.

Junto a las dificultades laborales y económicas también está el temor a sufrir una grave enfermedad o un accidente, incluso la idea de la muerte es más potente en el caso de las familias monoparentales por la ausencia de otra figura de referencia. Lo es para Andrea Sánchez, madre soltera por elección de un niño de dos años que llegó tras varios años de búsqueda a través de tratamientos de reproducción asistida. “Mis padres son mayores y el resto de nuestra familia vive lejos de nosotros. Si a mí me pasara algo no sé qué sería de él. Mi objetivo más próximo es nombrarle un tutor que pudiera hacerse cargo de él en caso de que ocurriese alguna situación complicada. Me atormenta que se pueda quedar solo y por eso me gustaría tener otro hijo, pero de momento no puede ser porque la situación económica y laboral no acompaña”, cuenta.

La desprotección de un modelo familiar en desventaja

Diana Moya, enfermera y madre de dos hijos de 6 y 16 años, ha tenido que demostrar no una, sino dos veces, que puede sacar a flote el barco siendo ella la única persona adulta al frente. El padre de su hijo mayor desapareció al poco tiempo de nacer este y desde entonces no ha vuelto a saber nada de él. Tiene reconocida en la sentencia de divorcio una pensión de alimentos que no percibe, y que tiene denunciada. “Mi hijo tiene 16 años y tiene claro que desapareció en un momento importante de su vida. Siempre le hice saber que, aunque su padre no estuviese, yo estaría para todo. Pero como madre sufría pensando en las consecuencias, en que mi hijo se sintiese abandonado o, peor aún, culpable por el abandono”, relata. Diana reconstruyó su vida junto a una nueva pareja, pero cuando su segunda hija cumplió dos años el padre falleció, volviendo a la situación inicial de familia monomarental, aunque esta vez con dos hijos a cargo y sin ningún tipo de ayuda económica ni soporte de tipo institucional porque entre ellos no había una relación matrimonial.

Lorena Santamaría se muestra algo pesimista y ya que cree que en España el modelo de familia tradicional “está muy metido en la cabeza de la gente”, algo que en su opinión no ayuda a que se reconozca legalmente los distintos modelos familiares

Explica Carmen Flores que a nivel nacional no existe ningún tipo de regulación específica para las familias monoparentales, solo una ley de familias que contempla niveles de renta, por lo que desde FAMS piden la aprobación de una ley de familias monoparentales que evite que estas lleguen a situaciones límite. “A nivel político solo salimos en las noticias en época de elecciones, pero luego se van pasando la pelota unos a otros y quedamos a merced de la voluntad política de algunas comunidades, a las que agradecemos que se vayan tomando en serio esta realidad: el 53% de las familias monomarentales están en situación de pobreza precisamente por la falta de medidas y voluntad política, de acciones en positivo”, recalca.

Insiste la presidenta de la FAMS en que no reclaman “una paga”, sino no más protección social y beneficios fiscales puesto que, asegura, son uno de los modelos familiares más desprotegidos actualmente. “Llevamos muchos años con esta reivindicación porque aunque triplicamos en número a las familias numerosas y tenemos una situación mucho más vulnerable en la mayoría de los casos, solamente ese modelo de familia está protegido mientras que el resto de diversidad familiar no está amparada por ninguna legislación, tan solo en algunos planes de protección a la familia tienen en cuenta algunas situaciones de pobreza extrema o en riesgo de pobreza, pero no se legisla específicamente sobre monoparentalidad”, señala Carmen Flores, quien opina que además de una discriminación “también es de alguna manera un castigo”.

Falta de conciencia social e individualismo

La historia de Andrea no es la habitual, ya que asegura que siempre tuvo claro que quería ser madre joven y prefería hacerlo en solitario como primera opción. Su reto personal, afirma, es el de visibilizar este modelo de familia como un modelo tan válido como cualquier otro. “Quiero ir por la calle y no sentir que la gente me mira con pena porque mi hijo no tenga padre. Hay mucho desconocimiento y eso produce miedo en algunas personas.”, reivindica.

Para muchas familias monoparentales buscar una tribu con la que sentirse acompañadas en el camino de la crianza y la educación de los hijos se hace vital

En opinión de Diana Moya “la sociedad no sabe o no quiere saber”, y cuenta que en numerosas ocasiones se ha encontrado con personas que pensaban que por ser familia monoparental le daban “ayudas por todos lados”. “No he tenido ningún beneficio ni ayuda en nada, al contrario, hoy en día, por ejemplo, para cambiar a mi hijo de instituto, me insistían en que tenía que llevar la solicitud firmada por el padre de mi hijo y no entendían que no tengo contacto ni posibilidad de contactar con él. No me han dado más puntos por ser familia monoparental ni becas por tener un único ingreso”, recuerda.

Admite Carmen Flores que en las últimas décadas ha habido una evolución hacia una mayor normalización de las familias monomarentales. Sin embargo, apunta que aún quedan reminiscencias de un modelo más tradicional, tanto a nivel político en cuanto la creación y modificación de leyes, como a nivel social, ya que aún se entiende que “la mujer tiene la obligación de llegar a todo”.

Influye para Ainara Ibarrondo que vivimos en una sociedad muy individualista donde solo nos preocupamos de los problemas personales y nos cuesta ponernos en el lugar del otro. Una ecuación a la que suma el factor educativo: “La educación tiende a formar en el individualismo en lugar de fomentar otros valores como el apoyo mutuo o la empatía y hasta que eso no cambie, es complicado abrir los ojos a otras realidades distintas a la nuestra”.

En este sentido, Lorena Santamaría se muestra algo pesimista y ya que cree que en España el modelo de familia tradicional “está muy metido en la cabeza de la gente”, algo que en su opinión no ayuda a que se reconozca legalmente los distintos modelos familiares. “Lo he visto cuando al matricular a mi hijo en el que será su colegio daban por hecho que su primer apellido era el de "mi marido". O cuando al hacerle el DNI acabo teniendo que explicarle media vida al funcionario cuando con el libro de familia bastaría. Puede que la mente de la sociedad cada vez sea más abierta, pero no hay una conciencia real de lo que es una familia monoparental, de lo que eso significa, de lo que conlleva”.

Para muchas familias monoparentales buscar una tribu con la que sentirse acompañadas en el camino de la crianza y la educación de los hijos se hace vital. Lo fue para Andrea que, pese a tener el apoyo incondicional de sus padres desde el principio, encontró en blogs y foros de familias monoparentales personas siempre abiertas a resolver dudas y servir de guía y apoyo. “En mi caso tengo dos grupos de amigas monoparentales que han jugado un importante papel en todo mi proceso. Las conocí a través de foros en Internet y luego hemos ido haciendo quedadas. Ahora son familia y no concibo todo esto sin ellas. Creo que es importante rodearse de personas que vivan tu modelo familiar y aprender a esquivar comentarios hirientes que pueda hacer la gente, con o sin intención, sobre nuestro modelo de familia”, concluye.

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