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Forges: reír mientras lloramos, esa extraña sensación cuando se muere un cómico

El fallecimiento del viñetista más famoso de EL PAÍS nos sorprende lamentando su pérdida a la vez que reímos al repasar su obra. Probablemente, la meta de cualquiera que haya dedicado su vida al humor

El humorista Forges, fallecido a causa de un cáncer de páncreas a los 76 años.
El humorista Forges, fallecido a causa de un cáncer de páncreas a los 76 años.Cordon Press
Guillermo Alonso

Es curioso lo que sentimos cuando se muere una figura célebre. Nos sorprendemos experimentando pena por alguien a quien nunca hemos conocido en persona. La sensación se multiplica cuando se muere un cómico, porque su conexión con nosotros ha sido todavía más especial e intensa que la de un ídolo de cualquier otro ámbito.

Nos disgustamos ante una muerte, ¿pero dónde nos metemos la solemnidad y el gesto serio cuando aquel que se ha ido solo nos ha hecho reír? La muerte no estaba invitada a esta fiesta

El cómico se convierte en algo parecido a un amigo personal porque de repente, en algún momento duro, gris o sencillamente aburrido de nuestra vida, se coló en nuestra casa y nos hizo reír. La muerte del humorista Antonio Fraguas de Pablo, Forges (1942-2018) esta madrugada equivale a la de ese compañero de trabajo, de bar o de bloque de apartamentos que cada mañana, durante más de dos décadas, hacía un comentario certero y lleno de humor sobre lo que veía en el mundo. Y el vacío pasa a ser de otro tipo: no solo se ha muerto un ídolo, también un artista cercano que nos hizo sonreír cuando el mundo apestaba.

La muerte de un cómico también nos sorprende intentando encajar un episodio negro en un lugar donde solo existía la luz. No es que la muerte encaje fácilmente en ningún otro ámbito, pero pongamos el ejemplo del pintor maldito, el director de cine plúmbeo o el deportista de riesgo: una muerte cobra sentido como parte de su relato, como último episodio de una carrera.

¿Pero dónde nos metemos la solemnidad y el gesto serio cuando aquel o aquella que se ha ido solo nos había hecho reír? La muerte no estaba invitada a esta fiesta. Esta mañana, en el metro de Madrid (situación seguramente extensible a otros medios de transporte de toda España que llevaban a la gente al trabajo o al lugar de estudios) los viajeros repasaban las noticias en sus móviles de la muerte de Forges y soltaban una sonrisa, cuando no alguna carcajada.

Casi todos los medios, claro, recordaban sus mejores viñetas. Y sí, algunas tenían que ver con la muerte, algo de lo que el propio Forges tuvo que hacer humor cuando la actualidad se lo imponía (genial la que le dedicó a Mingote tras su muerte en 2012, en la que el humorista fallecido llegaba volando al cielo y pasaba de largo de la nube donde le esperaba Dios, que gritaba: "¡Antonio, que es aquí!").

¡Reírse con la noticia de un fallecimiento! Probablemente es un honor, y a todas luces debería ser el propósito de cualquier cómico: que todos los artículos que cubran su muerte hagan reír. Ocurría con Chiquito de la Calzada, en cuyos obituarios se recordaban sus frases más surrealistas, con la norteamericana Joan Rivers, que suscitó un repaso a sus frases más bestias y demoledoras, o hace 17 años con Miguel Gila, cuya muerte llenó los telediarios de vídeos de archivo en los que pedía al enemigo que se pusiera al teléfono. Pero ahí volvemos a la sensación extraña que describíamos al principio: reírnos ante la muerte o la desgracia en cualquiera de sus formas nos hace sentir tal vez mal, luego un poco mejor, y al final, a todas luces, vivos.

Y Forges lidió con esa paradoja. Durante sus 23 años como el viñetista más famoso de EL PAÍS tuvo que ilustrar con humor la corrupción, el desastre del Prestige, la Guerra de Irak, el 11-M, el desempleo o la amenaza terrorista. En otras ocasiones, sus viñetas funcionaban independientemente de la actualidad, con una serie de personajes desencantados, narigudos y espigados que sobrevivían con humor en un país lleno de demonios y preferían hablar de las relaciones de pareja, de la tecnología, de la televisión o del clima.

Siempre con diálogos demoledores, efectivos y cortos, que parecían adaptarse con lustros de antelación a la dictadura de la síntesis que luego impondría Twitter y que, por antiguos que sean, siguen funcionando hoy increíblemente bien con unas nuevas generaciones en una nueva plataforma. 

El humor y la muerte, cuando se juntan y podemos reír y sollozar a la vez, provocan un milagro. El humor, y todos los que se dedican a él lo saben, nace de un lugar oscuro en el que convive con traumas, miedos y tumores emocionales enquistados.

Y poca gente reflejó los de un país entero con la maestría de Forges.

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Sobre la firma

Guillermo Alonso
Editor web de ICON. Ha trabajado en Vanity Fair y Telecinco. Ha publicado las novelas ‘Vivan los hombres cabales’ y ‘Muestras privadas de afecto’, el libro de relatos ‘La lengua entre los dientes’ y el ensayo ‘Michael Jackson. Música de luz, vida de sombras’. Su podcast ‘Arsénico Caviar’ ganó el Ondas Global del Podcast 2023 a mejor conversacional.

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