Por qué el pop español se equivocó al boicotear ‘Operación Triunfo’
Artistas como Dani Martín, Leiva, Loquillo o Manolo García criticaron duramente un formato que, en 2002, parecía que iba a cambiar la industria para siempre
Se acercaba la Navidad de 2002 y en TVE comenzaba la segunda edición del programa que rompió los audiómetros y las previsiones de los más optimistas. La final de la primera edición, en la que la granadina Rosa López se proclamaba ganadora, había sido vista por casi 13 millones de personas en marzo de ese mismo año y se convirtió en el programa más visto de la historia desde que en España se miden las audiencias (a solo una distancia de un millón de los espectadores que presenciaron la victoria de España en la final del Mundial de Sudáfrica en 2010). Los discos publicados por concursantes de la Academia, ya fuesen recopilaciones de las actuaciones en cada gala o sus debuts como artistas en solitario fuera de él, salvaban in extremis una industria que comenzaba a acusar la llegada de la piratería (las plataformas de streaming no eran ni un sueño entonces). Tal y como informaba El País en su edición del 17 de abril de 2002, "España aguantó la recesión gracias a Operación Triunfo. El gancho del concurso impulsó las ventas de discos compactos en el último semestre de 2001 hasta un total de 685 millones de euros".
Pero no todo el mundo estaba contento.
Visto desde la perspectiva de hoy puede parecer una sobrada elitista, pero en aquel momento la hegemonía de OT era absoluta (Iñigo López Palacios)
"Operación Triunfo es un ejemplo de estalinismo", titulaba el diario ABC una entrevista con Loquillo publicada en noviembre de 2002. "Esos chicos tiene que ir uniformados, tienen que pensar de una manera determinada. No piensan, obedecen. El individualismo es el enemigo". El cantante Manolo García publicó una carta en El Mundo ese mismo mes después de que su canción Pájaros de barro fuese versionada por los concursantes de la segunda edición Hugo Salazar y Dani Úbeda. "Creo que no aporta nada al espíritu y, a la contra, añade caspa a nuestras vidas y supongo que para algunas personas, entre las que me encuentro, potencia alarmantes dudas existenciales. ¿En qué planeta estamos?".
Alejandro Sanz cargó contra el programa un año después durante una entrevista con el diario argentino Clarín: "Lo que demuestran esos programas es que los artistas no se fabrican. Cuando llegas al éxito a base de trabajar, llegas con una distinta preparación. Es un proceso. Lo otro es como si pretendes parir en tres meses. Pero bueno, lo que está hecho, está hecho. Y después de todo, cantar, canta cualquiera".
Esas son algunas de las críticas que el programa recibió de artistas consagrados en pleno auge de su éxito, pero no se detendrían posteriormente, cuando el programa pasó a ser parte (desde 2006) de la cadena privada Telecinco. "Es una fábrica de mierda, una mentira, un negocio y una ruina para los chavales", dijo Leiva, de Pereza, en el diario 20 Minutos cuando le preguntaron qué le parecía el formato en el año 2007. En 2011, Joaquín Sabina dedicaba desde el blog que actualizaba dentro de la web del diario Público los siguientes versos al final de Operación Triunfo (su última edición en Telecinco finalizó prematuramente debido a sus bajas audiencias): "A la mierda Operación / Triunfo, qué maravilla / que se vuelva la tortilla / del lado de la razón / No se acaba la canción, / fracasa la tonadilla / ratonera y amarilla.
Pero volvamos a noviembre de 2002. Ese mes el descontento entre los artistas tomó forma en el manifiesto que la asociación PEMOC (Periodistas Especializados en Música, Ocio y Cultura) envió a los medios con el nombre de "Otro Timo No". En él se culpaba al programa de ser "negocio puro y duro, un programa de televisión en el que se ventilan muchos millones sin ninguna otra consideración al margen. Hasta ahí, todo normal. Lo perverso empieza cuando el programa trasciende sus límites televisivos para entrar a saco en la industria del disco, cuando se monopoliza la presencia de la música en televisión, cuando se acapara el mercado de las galas... cuando todo esto se hace desde la televisión pública".
El texto denominaba al concurso de "karaoke" y "falsificación del hecho musical, haciendo pasar como música de calidad lo que no son más que ejercicios de amateurs e imitadores". Eso sí: no cargaba directamente contra los concursantes: "Nuestras simpatías siempre estarán con los que comienzan en el azaroso mundo de la música, incluidos los concursantes de Operación Triunfo, pero no con los que orquestan negocios ventajosas".
El comunicado terminaba con una convocatoria en la sala Taboo de Madrid para el 17 de diciembre de 2002, donde se comprometían a que todo aquel que se acercase con un disco de Operación Triunfo podría cambiarlo por "uno de verdad". "No es nuestra intención que se prohiban determinados programas en la televisión, sino que la música tenga su hueco y no venga exclusivamente representada en formato de concurso de tele-realidad", concluía el comunicado.
Fue muy ridículo, yo lo viví. Recuerdo a los críticos musicales diciendo: 'Hay una quedada en Sol, si traes un disco de OT te lo cambio por uno de verdad'. ¿Pero qué se han creído? ¿Como que música de verdad? (Alaska)
Entre sus firmantes estaban muchos de los artistas que con anterioridad o posteriormente han criticado el formato (Sabina o Loquillo, por ejemplo) junto a otros como Hilario Camacho, Amparanoia, Santiago Auserón, Luis Eduardo Aute, Christina Rosenvinge, Ismael Serrano, Jaime Urrutia, Miguel Ríos, El Gran Wyoming, Javier Krahe, El Cigala o El Canto del Loco. "Lo bonito es ir en furgoneta para tocar al principio para poca gente y luego para más. Llenar dos Benabéus el primer mes de tu carrera es un fracaso, y están creando enfermos de la cabeza y unos chavales que no van a saber vivir de otra forma", declaró Dani Martín, entonces líder de El Canto del Loco, durante el acto de "intercambio" de cedés.
Curiosamente, a Dani Martín le ofrecieron ser jurado del programa en su brevísima edición emitida 2011, pero él lo rechazó. "No me veía capacitado", afirmó. Posiblemente aún resonaban en su cabeza las críticas a Ramoncín que, en 2009, siete años después de haber firmado también el manifiesto en contra de Operación Triunfo, acepó un puesto en su mesa como parte del jurado. El cantante aclaró entonces que su manifiesto "no iba dirigido al programa sino a TVE, porque no me parecía bien que desde una cadena pública se favoreciese a una empresa privada".
Algo parecido le sucedió a Alejandro Sanz: ocho años después de hablar en Argentina de "esos programas que demuestran que los artistas no se fabrican" ingresó como asesor (o coach, como se ha puesto de moda llamarlos) en la segunda edición de La Voz México, un puesto que repetiría en las ediciones 3 y 4 de la versión española (emitidas en 2015 y 2016).
El panorama derrotista que dibujaba aquel manifiesto, esa "triunfante falsificación de la realidad", nunca llegó a materializarse, en todo caso. Tras el fenómeno arrasador de la primera edición, el mercado volvió a funcionar con normalidad, o con la normalidad que podía caber en un mercado que empezaba a cambiar para siempre. El tiempo ha demostrado que aquel fenómeno desmedido no podía durar.
Como prueba, solo hay que intentar recordar a los artistas con una carrera longeva que han salido de las siguientes ediciones del programa. Los nombres son escasos: Manu Carrasco, Soraya Arnelas o Pablo López. Otros formatos como Popstars (Telecinco), El número uno (Antena 3) o Factor X (Cuatro) no contaron con el respaldo masivo de la audiencia. Y los que sí cuentan con audiencias millonarias como La Voz, uno de los grandes ases del otoño en Telecinco desde hace cinco temporadas, se han revelado como rentables formatos televisivos, pero pobres canteras musicales.
La Voz, cuya primera edición rozaba los seis millones de espectadores, un récord para la era de la fragmentación de las audiencias, no ha dejado ni un nombre memorable para el catálogo de ninguna discográfica y tuvo que cancelar una gira de los concursantes porque, una vez terminado el programa, terminó el interés por ellos.
El tiempo también ha demostrado que aquellos a los que algunos llamaban "cantantes de karaoke" se han convertido en nombres con muchísimo peso dentro de la industria que pasaron a compartir filas con aquellos que ya triunfaban pre-OT y que en algunos casos tanto los criticaron. David Bisbal y Alejandro Sanz han compartido escenario más de una vez.
Alaska, que no apoyó el manifiesto en su día, volvió a referirse a él en junio de 2017 durante una entrevista con el portal televisivo FormulaTV. "Fue muy ridículo, yo lo viví. Recuerdo a los críticos musicales diciendo: 'Hay una quedada en Sol, si traes un disco de OT te lo cambio por uno de verdad'. ¿Pero qué se han creído? ¿Como que música de verdad? Hubo un momento muy estúpido, recuerdo un día en la SGAE que aquello era como una misa. Es verdad que tal vez a un tipo de cantante que podía tener un estilo más latino a lo mejor hubo un hueco que les faltó. A los demás no nos afectó en absoluto". La cantante Nina, directora de la Academia en las tres primeras ediciones emitidas en TVE y en la última emitida en Telecinco en 2011, declaró respecto al boicot años después: "Fue totalmente desproporcionado culpar al programa del desastre que empezaba a arrasar con la industria discográfica de este país".
La asociación PEMOC ya no existe actualmente. “Visto desde la perspectiva de hoy puede parecer una sobrada elitista, pero en aquel momento la hegemonía de OT era absoluta", comenta el crítico musical Iñigo López Palacios y miembro de la PAM, la asociación Periodistas Asociados Musicales. "Creo recordar que hubo semanas en las que los 10 discos más vendidos eran las galas de OT y la influencia de los triunfitos era tan bestia que si Rosa hubiera dicho a qué partido votar hubiera podido cambiar el resultado de unas elecciones. En ese contexto, lo del PEMOC fue una protesta más simbólica que otra cosa”.
Entre el jurado de la nueva edición de Operación Triunfo están Manuel Martos, director artístico de Universal Music, Joe Pérez-Orive, director de marketing de Live Nation, y la cantante Mónica Naranjo.
Aún no se ha confirmado si del formato saldrá el representante español en Eurovisión 2018, como ocurrió con las tres primeras ediciones emitidas por la cadena pública. Si es así, tal vez las hemerotecas ardan de nuevo recordando que Naranjo declaró en 2015 a Bluper que "Eurovisión es la mentira más grande de la música".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.